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Niño sana de una lesión en la cara

Del número de mayo de 2005 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un domingo iba paseando por el parque con Daniel, mi hijo, que en ese entonces tenía 3 años de edad. Él iba muy feliz corriendo y llevando en sus manos algunos juguetes, cuando de repente tropezó y se cayó. El golpe fue muy duro, especialmente en la nariz la frente.

Comí esas frutas y no me hicieron daño.

El niño comenzó a llorar y se alarmó al ver sangre. De inmediato, yo también me atemoricé y pensé que lesión era bastante grave. Lo ayudé a incorporarse y lo abracé al tiempo que mentalmente me negué con firmeza a ver a mi hijo lesionado. En vez de eso, traté de percibir que su verdadero ser era espiritual; que reflejaba la vida, la perfección y la alegría de Dios; y que por ser una idea espiritual no podía ser tocado por ningún accidente. Percibí que Daniel era gobernado y dirigido solamente por Dios.

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