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PARA NIÑOS

RESCATE EN EL RÍO

Del número de mayo de 2005 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Pásame el puck
 Disco de goma con que se juega al hockey. — gritó Juan, y se deslizó rápido con sus patines sobre el hielo, agachándose para evitar una rama de árbol. Cuando recibió el disco, lo golpeó hacia adelante con el bastón de hockey, haciéndolo pasar entre los mitones y gorros apilados que formaban la portería, —¡Gol!

Para Juan no había nada mejor en la vida que jugar su deporte favorito. Sólo recordaba otras dos ocasiones en que el río se había congelado de esta manera, y nunca un sábado. Con el viento soplándole en la cara y un ancho campo de hielo por delante, sentía como si estuviera volando.

 — Patinemos un poco más lejos — le gritó su amigo Lucas, del otro equipo. Juan miró a su amigo Carlos. Habían estado patinando toda la mañana, y se dio cuenta de que Carlos estaba cansado.

 — Vayan ustedes — dijo Juan — . Nos vemos de regreso en tu casa, Lucas. ¿No es así, Carlos?

Carlos asintió con la cabeza y sonrió. Cuando los otros desaparecieron de la vista, dijo: — Gracias. Estoy agotado.

 — No hay problema — dijo Juan.

Qué bueno era tener un amigo como Carlos. Cada uno sabía lo que el otro sentía sin tener que hablar. Y luego agregó:

—¿Por qué no de adelantas? Yo junto las cosas.

Los rayos del sol calentaban la espalda de Juan mientras observaba cómo Carlos avanzaba cuidadosamente sobre el hielo para llegar a la ribera del río. De pronto oyó como que algo se quebraba, y luengo un grito de auxilio. Era Carlos. El hielo había cedido y se había caído al agua.

Juan se deslizó rápidamente por el hielo liso hacia donde se veía cómo la cabeza de Carlos subía y bajaba en el agua.

 — Agárralo — le dijo, y Carlos se asió del bastón de hockey. Juan tiró con todas sus fuerzas, pero la ropa, protectores y patines de Carlos pesaban mucho.

De pronto, se oyó un crujido y Juan también cayó a través del hielo sintiendo el dolor que causa el agua helada. Lo único que podía hacer era aferrarse al borde del hielo y tratar de recuperar el aliento. Carlos también se agarraba del hielo, tratando con desesperación de salir del agua. Juan vio el pánico en la cara de su amigo por el peso del equipo que lo hundía aún más en el agua.

Juan empezó a orar. Mientras trataba de poner la pierna por encima del borde de hielo, estaba atento para escuchar lo que Dios tenía que decirle. Lo primero que le vino fue que tenía que hacer que Carlos hablara y se riera. Juan empezó a contarle chistes. Después de un par de ellos le dio gusto ver que Carlos ya no se veía tan asustado. E incluso empezó a gritar pidiendo ayuda, y para Juan eso era una buena idea.

Cuando Carlos se cansó de gritar, Juan sugirió que cantaran una canción sin mucho sentido que habían aprendido en la escuela. Así lo hicieron y se empezaron a reír. Cuando terminaron la canción, cada uno ya tenía una pierna encima del hielo.

De pronto, el hielo se quebró otra vez, y los dos cayeron nuevamente al agua, y ahora el agujero era más grande. Carlos parecía que estaba a punto de llorar.

Entonces Juan le dijo: — Oremos el Padre Nuestro.

Aunque Carlos no lo sabía muy bien, pudo repetir unas pocas palabras.

 — Ahora te voy a cantar una canción que aprendí en la iglesia — dijo Juan — . "Gentil presencia, gozo, paz, poder, /divina Vida Tuyo todo es..."Himnario de la Christian Science N° 207.

Mientras Juan cantaba, seguían tratando de salir del agua. Y cuando terminó de cantar el himno, ya los dos estaban parados sobre el hielo. Pero aun así Juan no dejó de orar. Estaban lejos de casa, y vio que Carlos casi no podía caminar. Oró dándole gracias a Dios por haberles brindado toda esa ayuda, sabiendo que el Padre no dejaría de cuidar de él y de su amigo.

De pronto escucharon que alguien les gritaba desde un auto que pasaba por la carretera.

—¿Qué andan haciendo por aquí? — era Daniel, el hermano mayor de Lucas.

Juan le agradeció en silencio otra vez a Dios mientras Daniel corría hacia ellos, y luego lo ayudaba a llevar a Carlos hasta el auto.

Más tarde aquella noche, los dos chicos estaban de vuelta en casa, cómodos y calentitos en sus camas. Juan se sentía con un poco de temor por el deporte que más le gustaba en el mundo. Había aprendido la lección de que no debía patinar en el hielo formado en ríos que tuvieran corriente.

"¿Qué habría ocurrido si no hubiéramos salido del agua?" "¿Qué habría ocurrido si Daniel no hubiera aparecido en ese momento?" se seguía haciendo todas estas preguntas. Bajó las escaleras para sentarse con sus padres.

 — Tu Padre-Madre Dios siempre te dará lo que necesitas — le dijo su mamá—. ¿Sabes?, esta tarde Él me dio la idea de orar justo en el momento en que estaban en problemas. Fue por eso que fui con el coche a la casa de Lucas y Daniel a buscarlos.

 — Sí, de veras. ¡Me sorprendió que ya estuvieras allí cuando llegamos! — dijo Juan.

Su papá entonces le recordó que siempre podía confiar en que Dios cuidaría de él.

Era verdad. Dios le había dado chistes, canciones y oraciones para que se los contara a Carlos cuando más los necesitaba. Dios les había traído a Daniel, un auto e incluso a su mamá, quien los estaba esperando con grandes abrazos y tazas de chocolate caliente. En ese momento, Juan sintió la calidez del amor que lo rodeaba; era el amor que provenía de Dios. Tenía la certeza de que el Padre estaría siempre con él para ayudarlo en las situaciones más difíciles. Cuando se despidió de sus papás para irse a la cama, Juan nunca se había sentido tan contento y feliz.

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