Mi esposo trabajaba para una empresa transnacional y habíamos vivido en varios países. En ese entonces él era Presidente de la firma en Argentina y Gerente General en Brasil. Vivíamos en este último país, cuando un día mi esposo viaja a la casa matriz en Estados Unidos y muere en el hotel.
Fue un golpe tremendo, y de un día para otro, me quedé sola a cargo de cuatro hijos. Entonces decidí que lo más acertado era regresar a vivir a México donde estaba mi familia.
La empresa me dio la pensión y los seguros que me correspondían, pero tenía que dejar a alguien de confianza en Brasil para que me girara el dinero de mi pensión y me vendiera los dos terrenos que teníamos allá. Hice todos los trámites necesarios, y dejé a un abogado y a mi chofer a cargo de enviarme mensualmente el dinero.
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