Mientras tomaba un curso de entrenamiento de vuelo militar en Nuevo México, caí seriamente enfermo. Mi sistema digestivo dejó de funcionar y me vino una fiebre muy alta, escalofríos, y no podía mover el vientre. Tenía tan inflamado el abdomen que me resultaba difícil caminar. Tenía miedo de tener algo muy grave, motivado quizás por una crema batida en mal estado que había comido.
Como acostumbro hacer cuando enfrento algún malestar físico, llamé a una practicista de la Christian Science para pedirle ayuda mediante la oración. Sentía que ése era el tratamiento más eficaz. Yo sabía que hay un solo Dios infinito, que es el bien, y necesitaba escuchar lo que Él me estaba diciendo sobre mi ser, en lugar de apoyarme en lo que me decían los cinco sentidos físicos. Sabía que las oraciones de la practicista me ayudarían a lograrlo.
Mi entrenamiento de vuelo realmente ofrece una interesante analogía para explicar mi deseo de apoyarme en medios espirituales para sanar. En la cabina tenemos instrumentos que nos dicen lo que está pasando, ya sea que estemos descendiendo, ascendiendo, virando a la derecha o izquierda. No obstante, lo que nos dicen nuestros instrumentos y lo que sentimos a menudo difieren. Por ejemplo, si estamos en las nubes, nuestro cuerpo nos puede engañar para que pensemos que estamos cayendo en espiral, aunque en realidad estamos trepando, y viceversa. El cuerpo no nos da una indicación confiable sobre lo que está realmente sucediendo con el avión. En el entrenamiento nos enseñan que tenemos que confiar en nuestros instrumentos de vuelo antes que en nuestros sentidos. De otro modo, somos engañados, y las consecuencias pueden ser desastrosas.
Pienso que lo mismo ocurre cuando me siento enfermo. Sé que necesito prestar atención a mis "instrumentos espirituales" — o sea, los hechos como Dios los conoce — para que me digan la verdad sobre lo que está ocurriendo. En este caso, mi sentido espiritual me decía que la naturaleza de Dios era totalmente buena por lo que Él nunca podía haber hecho una bacteria dañina, una obstrucción peligrosa o condición enfermiza. Y si Dios no lo creó, no puede ser real. A medida que fui comprendiendo esta verdad, el dolor se redujo considerablemente, y la fiebre y los escalofríos disminuyeron.
No obstante, la segunda noche empecé a tener otros síntomas. Mientras me sacudía y temblaba en la cama bajo una pila de mantas, recordé algo que dijo Jesús: "el reino de Dios dentro de vosotros está" (Lucas 17:21, según Versión Moderna). Pensé: "Lo único que está ocurriendo dentro de mí es el reino de Dios". Para mí esto quería decir que Dios, la Verdad y el Amor divinos, reinan "enteramente" dentro de mí y gobiernan cada función de mi ser, el cual era en ese mismo momento completamente bueno y espiritual. Este pensamiento produjo una mejoría inmediata en mi salud. Dejé de temblar, la fiebre desapareció, la inflamación disminuyó, se produjo un movimiento en los intestinos, y desapareció el dolor. Dormí perfectamente.
Dos días después, aprobé la prueba de piloto. Luego volé de regreso a casa. Mientras esperaba en el aeropuerto, decidí comer algo y tomar leche, cosa que no había hecho desde que comenzó el problema.
Horas después, los síntomas comenzaron otra vez. Hablé con la practicista, quien me ayudó a ver que necesitaba aferrarme a mis instrumentos espirituales, los cuales me decían que Dios me había hecho sano y perfecto.
Comprendi que no soy una mezcla de materia y espiritu.
Estas líneas de Ciencia y Salud me ayudaron a liberarme del temor: "El Científico Cristiano, comprendiendo de manera científica que todo es Mente, comienza a destruir el error con la causalidad mental, la verdad del ser. Ese correctivo es un alterante que llega a todas las partes del organismo humano. Según las Escrituras, sondea 'las coyunturas y los tuétanos', y restablece la armonía del hombre" (pág. 423).
Me esforcé por comprender mejor qué quería decir que "todo es Mente". Recuerdo que pensé: "¿Quieres decir que no hay materia y, en consecuencia, no hay ley material que yo deba temer? ¿Y que por ser una idea de la Mente divina, no soy una mezcla de materia y espíritu, y sólo estoy sujeto a la ley de Dios?"
Fue como si alguien encendiera la luz en mi pensamiento. Los síntomas desaparecieron de inmediato para nunca regresar. Al día siguiente, fui a almorzar con mi tía. Tomé un vaso grande de leche con la comida y nunca más volví a tener problemas con la leche. Me sentí maravillado con esta curación. Percibí que el dolor y la enfermedad, que habían parecido tan poderosos, eran tan solo una ilusión, un sueño. Fue como si la dificultad nunca hubiera existido.
Kodiak, Alaska, EE.UU.