El camino se extendía, interminable, delante de nosotros. A ambos lados, grandes campos llenos de sembrados se perdían a lo lejos. A veces eran lo que parecían antiquísimos olivares; otras, cereales v vides; más adelante, naranjales y mandarineros que, muy pronto, más entrada la primavera, llenarían con su intenso aroma a azahar el interior de todo automóvil que se aventurara a pasar por sus dominios. Andalucía, la parte sur de España, es siempre maravillosa de visitar, con sus flores, su sol y, especialmente, su gente. Cuando uno recorre como turista sus sendas se olvida por completo de los desafíos que ha dejado atrás No obstante, encuentro que este paisaje invita a la reflexión.
¿A quién no le gustaría que las cosas siempre anduvieran bien y pudiéramos sentir ese mismo gozo en nuestro diario vivir? Ya sea la certeza de que nos alcancen los medios para llegar sin temor a fin de mes, y sentirnos muy bien de salud, a que podamos superar las diferencias que pudiéramos tener con otra persona, y vivir seguros y en paz.
No obstante, estamos tan acostumbrados a que las cosas no salgan bien, que simplemente las aceptamos, cuando la verdad es que podemos contribuir a que la situación mejore. No se trata de pensar positivamente, sino de comenzar a reconocer el poder que Dios nos ha dado: "Y creó Dios al hombre a su imagen... varón y hembra los creó... Y los bendijo Dios, y les dijo... llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread... " Génesis 1:27, 28. sobre todas las cosas.
Pienso que este señorío que Él nos ha otorgado significa que podemos llevar a que una situación cambie por completo, cuando variamos nuestro enfoque y nos detenemos a pensar en la perspectiva que Dios tiene de ella. Su deseo de hacernos a imagen y semejanza de Sí mismo sólo puede indicar que desea lo mejor para nosotros, y que el bien ya está presente para que saquemos fruto de él.
Como verá en este número del Heraldo, muchas personas han usado este concepto al enfrentar difíciles situaciones en su vida, algunas de ellas, incluso, humanamente imposibles de resolver, y como consecuencia han sanado de parálisis y de problemas cardíacos y mentales.
Otra colaboradora nos cuenta cómo una amante de la naturaleza ha llevado la palabra de Dios a lo más profundo de la selva. El editorial nos invita a perdonar y contribuir así a tener un mundo mejor. Mientras que una joven relata cómo su sincero deseo de conocer al Padre la ayudó a sentirse a salvo durante un asalto.
¡Manos a la obra!, querido lector. Muy pronto podrá comprobar que, más abundantes aún que los sembrados de Andalucía en primavera, son las promesas que nos hace Dios durante todo el año. Preparémonos, entonces, para cambiar nuestro enfoque de la vida y recibir así el bien que el Maestro, Cristo Jesús, nos ha prometido: "Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega". Juan 4:35. Una cosecha de buena salud e infinitas bendiciones nos espera.