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"Poco a poco"

Del número de julio de 2005 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La piragua se mueve lentamente río arriba a través de la selva tropical, Y Manikidu Y Rachel conversan acerca de lo sucedido en los últimos Meses.

"Nuestro 'shamán' se murió". Manikidu es el jefe de la aldea la Chunga de la Embera, una tribu que vive junto al Río Sambú en El Darién de Panamá. "Los medicamentos no duran mucho y el hospital de la ciudad de Panamá está demasiado lejos. ¿Qué vamos a hacer sin un curandero?"

Rachel [se pronuncia Réi-chel] sabe que la clínica de Sambú ofrece atención médica a los pocos que hacen el viaje en piragua. Entonces le contesta: "No tomo medicamentos".

Manikidu se sorprende: "¿Qué hace cuando está enferma?"

Rachel le responde: "Oro a Dios, y cuando oro, Dios me sana".

Hubo una pausa, y entonces Manikidu responde "Yo también oro. Dios es doctor grande. Dios es el mejor".

Su conversación es breve porque Rachel sigue esforzándose por mejorar su español, y todavía no habla embera, la lengua natal de Manikidu.

Por ser el jefe, Manikidu es el guía, compañero y transporte de Rachel Crandell, cuando van río arriba, visitando una aldea tras otra, recolectando historias y disfrutando de la compañía de las distintas familias. A Rachel le gusta ir más arriba, hasta llegar incluso a la décima aldea, porque cuanto más se aleja, menos civilización ha entrado en contacto con la gente. Es por ello que Rachel eligió trabajar con los Embera porque no han sido tocados de manera significativa por las costumbres modernas, como otras áreas que ella ha visitado.

El Darién de Panamá es una zona donde la Autopista Panamericana, que va de Alaska al extremo de América del Sur, nunca se terminó. Ocurre que en esa parte de Panamá la selva es tan densa que desmontarla era una tarea imposible de realizar en la época en que la autopista fue construida.

Rachel era maestra de segundo grado en el estado de Missouri, y ha visitado la tribu Embera seis veces durante los últimos tres años, viajando desde la cabaña que tienen los Crandell en la selva de Costa Rica, hasta un área incluso más distante. Ella hace el viaje de dieciocho horas en autobús de ida y de vuelta (que cuesta 50 dólares), en lugar de tomar un avión a la Ciudad de Panamá (que cuesta 350 dólares), y luego continúa hasta Sambú. Ella prefiere usar los 300 dólares de diferencia para colaborar con algunas de las causas que apoya, como son la preservación de la selva tropical y la ayuda a niños mayas para que asistan a la escuela secundaria, de suma importancia para ellos. "Poco a poco" ella hace todo lo necesario para promover la preservación de la zona.

Rachel y Manikidu impulsan río arriba la embarcación con largas varas. Permanecen unas noches en una aldea, graban viejas historias, y luego continúan. Las aldeas que van visitando río arriba están a unas dos horas de distancia entre sí.

El cacique de los Embera le ha pedido a Rachel que recopile sus historias antiguas y los ayude a publicar un libro en inglés, español y embera. Les preocupa que las historias se pierdan si no son escritas. Sucede que no sólo el sanador de los Embera ha muerto, sino también el principal relator de historias, por lo que ha aumentado la urgencia de grabarlas.

¿Cómo puede Rachel pasar semanas y meses en esos remotos lugares sin temor a enfermar o a tener un accidente? Antes de visitar los trópicos por primera vez, una mañana al despertar le vino un pensamiento maravilloso: "No hay en la tierra lugar más seguro que el lugar en el que estoy ahora mismo".

Ella continúa: "Esta idea está siempre conmigo y me trae mucha inspiración. Me brinda una sensación muy agradable de seguridad, por más profundo que esté en la selva, cualquiera sea la comida que me estén ofreciendo, o el agua que tome, o por más ruidosa que sea la caída de un árbol cercano en el bosque".

Ella repite con convicción: "No hay en la tierra lugar más seguro que el lugar en el que estoy ahora mismo". El concepto de que el cuidado de la presencia total de Dios está donde ella se encuentra, la acompaña dondequiera que va. Y gracias a eso tuvo una hermosa curación de fiebre amarilla cuando vivía en una aldea maya hace unos años.

Rachel se dedica a estudiar, promover y preservar la diversidad tan especial de plantas, animales y pueblos del mundo. Escribe libros para niños, en los cuales habla sobre el valor de esa diversidad. Ayudó a fundar El Bosque Eterno de los Niños, un proyecto internacional en el cual niños de todo el mundo pudieron proteger 54.000 acres de selva tropical en Costa Rica.

Días después, se acercan a la cuarta aldea río arriba. Al llegar, escuchan los gritos de Teme, un niño de dos años que Rachel conoció en sus visitas anteriores. Se había caído en el fuego hacía dos días, quemándose muy seriamente una pierna y el muslo. De acuerdo con los aldeanos, el niño ha estado gritando y llorando por dos días, y no ha comido desde el accidente.

Elbia, la madre de Teme, lo tiene en sus brazos. Ella le quiere mostrar a Rachel la terrible quemadura. A pesar de ver la quemadura más agresiva que haya visto jamás, Rachel sabe que este niño, allá en lo profundo de la selva tropical, está rodeado de amor — el amor de su madre, de su familia, de su tribu, y el amor siempre presente de Dios.

Los gritos del niño continúan, y después de cenar pescado fresco junto al fogón al aire libre, Manikidu le dice suavemente a Rachel: "Raquela, Teme está gritando".

Ella se da cuenta de que él le está recordando lo que ella le había dicho antes: "Cuando oro, Dios me sana". Al decirle "Teme está gritando", realmente le está diciendo que ore por el niño. Rachel sabe que el curandero de los Embera ha muerto, y que le están pidiendo ayuda a ella.

Ya ha anochecido, y Rachel entra a la choza, arrastrándose debajo del mosquitero, pero no se acuesta. Se sienta bien derecha y en silencio dispone su pensamiento a lo que Dios comprende de esa situación. Lo primero que piensa es que Teme es completamente inocente, un hijo de Dios, y que de ninguna manera merece estar sufriendo. Ella percibe que todo el reino perfecto de Dios está allí presente en la selva, y siente que el dolor es una intrusión en esa abundancia de belleza.

Rachel obtiene su inspiración del amor de Dios, de la Biblia y de Ciencia y Salud. Ella continuó meditando sobre muchas reconfortantes ideas, y en el amor que rodeaba a ese querido niño.

Rachel, Manikidu y los otros duermen en el suelo en una tradicional casa embera construida sobre pilotes de madera. De pronto, después de unos minutos de orar con firmeza, los dos días de llanto cesan. Rachel susurra: "Hay silencio".

Manikidu responde bajito: "Es verdad".

Rachel dice que permaneció por lo menos una hora más orando y expresando gratitud a Dios por Su presencia. Cuando durante la noche de pronto se escuchaba un lloriqueo, ella oraba otra vez al Padre-Madre Dios que cuida de todos Sus hijos, dondequiera que se encuentren.

Al día siguiente, Rachel fue a la casa de Elbia para decirle que ha estado orando por Teme, y que Dios lo ama y cuida de él. Teme comenzó a comer nuevamente. Esa tarde quiere dejar los brazos de su mamá, y empieza a caminar otra vez. Al segundo día está jugando y corriendo por todas partes.

Cuando Rachel regresó seis meses después, Manikidu le contó que Teme se ha recuperado por completo. Y en la siguiente visita, la mamá de Teme le agradece nuevamente mostrándole la pierna que ha sanado, pero ella señala la pierna equivocada. La curación ha sido tan completa que se ha olvidado cuál es la pierna que se quemó el niño.

Después de hablar con Manikidu en varias visitas, Rachel decidió darle una traducción al español del libro que ella valora tanto. Manikidu dice: "El libro por Mary Baker Eddy es muy, muy, muy, muy importante". Rachel le ha hablado de las muchas curaciones que ha tenido su familia, e insiste en que recurrir al gran cuidado de Dios da buenos resultados. A lo que él responde: "Practicando, practicando".

Además de ser testigo de la curación de Teme, Manikidu ha tenido varias curaciones apoyándose en esta nueva manera de pensar. Sanó de un ojo muy infectado y de una profunda cortadura que se hizo en la mano con un machete. Él describe el progreso que hace con su estudio y lectura, diciendo: "Poco a poco".

Esta expresión también describe en muchos sentidos la labor que Rachel realiza en la selva tropical, valorando y protegiendo sus riquezas, e instando a los indígenas a que abandonen la caza ilícita y se dediquen a guiar a los visitantes a ver y a fotografiar la selva tropical, a fin de conservar sus preciados recursos, y mantenerlos para los hijos de sus hijos.

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