El niño tenia tres años, cuando de pronto comenzó a ahogarse y a ponerse morado. De inmediato lo llevamos al médico, quien determinó que tenía una arritmia cardíaca. Al mismo tiempo llamamos a una practicista para que nos apoyara con su oración, y nosotros también nos pusimos a orar. El niño estuvo cerca de un año así.
Durante todo ese tiempo oramos permanentemente con la practicista. Nuestras oraciones se basaron mucho en pasajes de Ciencia y Salud, como el de la pág. 495, donde dice: “Cuando la ilusión de enfermedad o de pecado os tiente, aferraos firmemente a Dios y su idea. No permitáis que nada sino Su semejanza more en vuestro pensamiento. No consintáis que ni el temor ni la duda oscurezcan vuestro claro sentido y serena confianza, que el reconocimiento de la vida armoniosa — como lo es la Vida eternamente — pueda destruir cualquier concepto doloroso o creencia acerca de lo que la Vida no es. Dejad que la Ciencia Cristiana, en vez del sentido corporal, apoye vuestra comprensión del ser, y esa comprensión sustituirá al error con la Verdad, reemplazará a la mortalidad con la inmortalidad y acallará a la discordancia con la armonía”.
Durante ese año los médicos siguieron haciéndole estudios pero no le daban medicamentos. Ellos estaban muy sorprendidos porque cada vez que íbamos el problema era menor. Hasta que finalmente sanó por completo y no se ha vuelto a repetir.
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