La Foto de un padre o una madre con su Bebé en los brazos nos hace pensar en todos los sueños y esperanzas que ellos han tenido para su querido hijo. Es natural que pensemos que un bebé es nuestro. No obstante, la Biblia nos recuerda bondadosamente que todos somos hijos de Dios. Y este Hecho Puede Liberarnos de mucha ansiedad, porque cuando pensamos en criar un hijo sentimos que necesitamos toda la ayuda posible. Y qué mejor apoyo podríamos encontrar que el que dios brinda?
En la Epístola a los Romanos, el Apóstol Pablo agrega que no sólo somos hijos de Dios, sino que somos coherederos con Cristo. Romanos 8:16, 17. ¿Qué clase de herencia recibimos? Nuestra herencia incluye la conciencia de que Dios está con nosotros, que Su inteligencia divina nos guía a nosotros y a nuestros hijos y que responde a todas nuestras necesidades. Es la percepción de que el amor y el poder de Dios están siempre presentes y nos protegen. Él es la fuente de nuestra salud, inteligencia, pureza, bondad y Creador, son ilimitadas y están siempre a nuestro alcance. Esta percepción reemplaza el temor y la ansiedad por una firme confianza en Dios.
Muchas veces la presencia de un niño hace resurgir en un padre el sentido de pureza, inocencia y amor. Cuando vemos a un niño pequeño correr con las manos extendidas para que le demos un abrazo, nos recuerda el placer tan puro que podemos llegar a sentir. Y esto de inmediato nos lleva a orar con el corazón, diciendo: Amado Padre-Madre Dios, ayúdame a preservar esta inocencia, esta confianza, este amor puro.
Si deseamos que esta oración sea respondida, comenzaremos por revivir y proteger estas cualidades en nosotros mismos. Mary Baker Eddy, la fundadora de esta revista, concluyó con estas palabras una charla que dio en Boston en 1895: “Amados niños, el mundo os necesita — y más como niños que como hombres y mujeres: necesita de vuestra inocencia, desinterés, afecto sincero y vida sin mácula. También vosotros tenéis necesidad de vigilar, y orar para que preservéis estas virtudes sin mancha, y no las perdáis en el contacto con el mundo. ¡Qué ambición más grandiosa puede haber que la de mantener en vosotros lo que Jesús amó, y saber que vuestro ejemplo, más que vuestras palabras, da forma a la moral de la humanidad!” Escritos Misceláneos, pág. 110.
Nuestros corazones responden inmediatamente a este ideal de “inocencia, desinterés, afecto sincero y vida sin mácula”, pero, ¿cómo llevarlo a cabo? Tantas cosas parecen estar en contra, y nuestros esfuerzos aparentan recibir tan poco apoyo... Tal vez, como mis amigos, digas: “En México era más fácil. Toda la familia vivía junta. Pasábamos los fines de semana juntos, y qué puedo decir de los niños. Con tantas abuelas, tías, hermanas, primos, tíos y hermanos, había como una pared protectora alrededor de los chicos. Siempre había alguien cerca para vigilar y ayudar”.
Bueno, ¡eso era ideal! No siempre era todo color de rosa, pero hay algo que no podemos negar: todos deseamos ese ambiente seguro y protegido para nuestros hijos. Pero en día, muchas veces, si uno vive en los Estados Unidos o en muchos otros países también, ambos padres necesitan trabajar y no tienen cerca a ninguna abuela o tía para cuidar de sus hijos pequeños. La guardería infantil es la única respuesta. Puede que sea una buena respuesta a nuestra necesidad, pero nunca es como el propio hogar. Aunque, a su vez, en case están la televisión y los juegos de video. De modo que es difícil mantenerse aferrado a la inocencia.
En la tierra del Amor divino, Dios tiene el control.
Por esa razón es importante recurrir a la Biblia y al énfasis que hace en que todos somos hijos de Dios. Piensa en este pasaje de Primera de Juan: “Mirad, cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios.” Si, la vida en los Estados Unidos es diferente que en México, Perú o Bolivia, pero el amor de Dios no conoce límites geográficos. Pablo también escribió que “en Él [en este Amor divino] vivimos, y nos movemos, y somos... Porque linaje suyo somos”. Hechos 17:28. De modo que la disciplina y el orden, el cuidado y la atención del Amor divino son parte de nuestra vida dondequiera que vivamos.
Muchos padres sienten que mantener sus hijos a salvo y libres de influencias dañinas es una lucha constante. Puede parecer una labor abrumadora, porque hay días en que sentimos como que todo está conspirando para corromper la inocencia y bondad natural del niño. Y los padres no pueden estar presentes todo el tiempo para protegerlos. Pero si somos hijos de Dios, entonces podemos comenzar a pensar en qué significa estar bajo el cuidado de Dios; bajo Su constante cuidado.
Este pensamiento espiritual nos eleva por encima de la sensación de que vivimos en una cultura extraña. Nos libera del temor de que las cosas estén fuera de control, y nos hace ver que no tenemos que vivir con temor, que podemos morar en la tierra del Amor divino donde Dios tiene el control. Si reemplazamos el temor y la frustración por el sentido de que Dios está con nosotros — con todos nosotros — descubriremos que nuestra fe, nuestra expectativa de bien, nuestra habilidad para cuidar muy bien de nuestros seres queridos, irá en aumento.
Puede que hoy el círculo familiar sea más pequeño y los miembros de la familia estén separados, pero el amor y la fuerza del Amor divino no ha disminuido.
Realmente, cuando ponemos al Amor divino como jefe de familia, y reconocemos su presencia y poder, descubrimos que ya tenemos todos los recursos que necesitamos para mantener a nuestros hijos incontaminados por el mal. Todos nosotros, padres e hijos, somos muy valiosos ante los ojos de Dios. Somos Sus hijos, y podemos confiar en Su cuidado.