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Sana de un golpe en un ojo

Del número de julio de 2005 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


CUANDO SÓLO EL ESPÍRITU SANA

TESTIMONIOS DE TODAS PARTES DEL MUNDO

Estoy muy agradecido a Dios por esta curación que voy a contar.

Una noche jugando al fútbol con mis amigos recibí un fuerte pelotazo en un ojo, estando completamente abierto. Como uso lentes de contacto, una de ellas salió volando y sentí un fuerte dolor en el ojo y mareos. Enseguida comencé a orar para saber que la Mente divina me gobierna en todo momento (justamente la Lección Bíblica de la Christian Science de esa semana era “Mente”).

De inmediato comenzaron a manifestarse los resultados de la oración. Escuché a uno de mis amigos que exclamó: “!Acá está tu lente!” Estaba a un metro de donde yo estaba parado. Para el que nunca vio una, le diré que son muy difíciles de encontrar, hasta en un espacio reducido. Esto me dio la confianza de que Dios estaba escuchándome y había respondido. Sin oír lo que me decían mis amigos sobre lo que debía hacer, me retiré al vestuario a orar. Recordé un pasaje del libro Ciencia y Salud que también estaba en esa lección bíblica: “Sed firmes en vuestra comprensión de que la Mente divina gobierna y que en la Ciencia el hombre refleja el gobierno de Dios. No temáis que la materia pueda doler, hincharse o inflamarse como resultado de una ley de cualquier índole, cuando es evidente que la materia no puede tener dolor ni padecer inflamación” [pág. 393].

Todavía sentía dolor, pero la sensación de mareo había desaparecido. Volví a la cancha, pero no pude volver a jugar porque había sido reemplazado por otro jugador. Mis compañeros me preguntaron si quería volver, pero les agradecí y me quedé a un costado. Comencé a pensar en el Padre Nuestro, sobre todo en la interpretación espiritual de Ciencia y Salud, cuando dice: "Nuestro Padre-Madre Dios, del todo armonioso".

Esto me ayudó a tranquilizar el temor que en ese momento me venía, porque si Dios es el Padre del todo armonioso, y yo estaba incluido en ese todo, nada malo podía pasarme. Me invadió una gran alegría y confianza a medida que el dolor disminuía.

De regreso a casa, al bajar del autobús que me traía, tenía que caminar dos cuadras y ya era de noche. Al estar oscuro y habiendo luces encendidas por todos lados, me di cuenta de que me faltaba una parte del campo visual. Sabía que tenía que continuar orando con más firmeza.

Cuando me acosté a dormir, todavía sentía una molestia y algo de dolor, pero continué orando. Por la mañana, cuando desperté, el ojo estaba perfecto. Ya no había señales del golpe y el problema del campo visual había desaparecido.

Cuando llegué al trabajo, como algunos de mis compañeros que habían estado en el partido me vieron bien, me hacían bromas porque no había querido seguir jugando. Todo quedó como si no hubiera pasado nada. El ojo estaba como siempre.


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