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Mi relación con mi padre cambió

Del número de septiembre de 2009 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Para mí, Dios era un ser inalcanzable.

Cuando empecé a estudiar la Ciencia Cristiana y a conocer mejor la Biblia, aprendí que Cristo Jesús siempre decía que Dios era su Padre y hablaba de la tierna relación que tenía con Él. Asimismo, al estudiar el Padre Nuestro con el sentido espiritual que da Mary Baker Eddy en su libro Ciencia y Salud, Ciencia y Salud, pág. 16. pude ver que Dios estaba muy cerca de mí y que podía hablarle como a un querido amigo. Esta vislumbre cambió mi vida por completo.

Muy pronto tuve el deseo sincero de tener una relación más cercana con mi papá, de poder decirle cuánto lo amaba y apreciaba. Nunca había tenido una relación afectuosa con él. Me crié en Colombia, y ya de muy pequeña, había aprendido que existe una distancia entre uno y sus padres. Con la madre y el padre no hay una relación como con un amigo, ni siquiera en el lenguaje que usamos; los tratamos de "usted", nunca de "tú".

Esa era una de las razones por la que mi relación con mi padre siempre había sido muy distante. No creo que no me quisiera, sino que era muy estricto. Además, él no era afectuoso porque así había sido enseñado desde chico. Todo tenía que hacerse a su manera, nunca nos preguntaba a mis hermanos y a mí cómo nos sentíamos acerca de las cosas. Recuerdo que siempre que venían visitas, los niños teníamos que irnos a otro lugar de la casa porque se suponía que no debíamos participar en las conversaciones de los adultos. Y bastaba una mirada de mi padre, para que nos levantáramos y saliéramos del lugar.

Mi padre era un hombre bueno, pero nunca jugaba con ninguno de sus hijos cuando crecíamos. Él se iba a su trabajo y brindaba todo lo necesario para el hogar. Era el que imponía la disciplina. Siempre que llegaba a casa se aseguraba de que todos cumpliéramos con una serie de reglas que él había establecido.

No obstante, mi papá siempre nos enseñaba que debíamos cumplir con la ley, y esto me hacía sentir que era un buen padre. Aunque esto fue algo que no percibí hasta que conocí la Ciencia Cristiana y leí donde M. B. Eddy afirma que los Científicos Cristianos deben cumplir con la ley. Véase Retrospección e Introspección, pág. 87. Mi padre era un buen ciudadano y se aseguraba de que nosotros también lo fuéramos. Era muy respetuoso de todos nosotros y de nuestra privacidad. Así que yo no sentía ningún resentimiento contra él, pero no podía expresarle mi amor.

No obstante, cuando comencé a estar más consciente de la paternidad y maternidad de Dios, comprendí que así como Dios es Amor y me ama, yo podía amar porque Dios me había amado primero. Por ende, le podía decir a mi padre cuánto lo amaba. Yo podía hacerlo porque él también era una expresión de Dios.

Entonces un día, algo dentro de mí, un mensaje angelical, me dijo que llamara a mi padre y le dijera que lo amaba. Recuerdo que era un día de semana y por lo general él estaba en el trabajo, pero llamé de todas formas. Y me sorprendió que atendiera el teléfono. Después de saludarnos, comencé diciéndole: "Papá, quiero decirte que estoy muy agradecida de que tú seas mi padre. De que Dios me haya dado a ti como padre, por tu amor, y por que me hayas enseñado que debo tener respeto por todos y por la ley. Te quiero mucho".

Hubo un largo silencio. Y de pronto me dijo muy rápidamente algo así como: "Qué sorpresa escucharte. Justo me estaba preparando para ir al dentista. Muchas gracias por llamar". Luego mi madre tomó el teléfono y tras saludarme agregó: "No sé qué le dijiste a tu padre, pero tiene lágrimas en los ojos". Más tarde me enteré por mi mamá que ese día algo había cambiado en él, aunque nunca comentó nada, pero ella sabía que había sido algo bueno.

A partir de ese día he podido hablar con mi papá en un tono familiar, como nunca lo había hecho antes. Ahora lo llamo de "tú" y hablamos de montones de cosas por teléfono. Él se interesa mucho por lo que pasa en mi vida y a mí me interesa lo que ocurre en la de él. Si bien no nos vemos con frecuencia porque yo viajo bastante por mi profesión de enfermera de la Ciencia Cristiana, siempre que nos vemos nos sentamos a charlar durante horas, cosa que nunca hacíamos antes.

Fue como que algo se derritiera en aquel momento cuando lo llamé. Me he dado cuenta de que cuando acepté que Dios me ama, pude expresar ese amor mucho más fácilmente, no sólo a mi padre, sino a la gente que me rodea. Ahora no dudo un instante en ser afectuosa y compasiva, aunque antes no era así, y es algo muy fácil y natural para mí.

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