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Sana de hernias discales

Del número de septiembre de 2009 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Soy bailarina y actriz. Cuando un dolor en la cadera y una pierna comenzó a imposibilitarme toda movilidad, me sentí desesperada. Sobre todo porque soy una persona muy activa y tenía pendiente una presentación de teatro.

Para tranquilidad de mi familia y calmar el dolor fui a un hospital a ver a un médico. Allí me diagnosticaron que tenía dos hernias discales y que sería necesaria una operación. Luego, durante un mes, me dieron un tratamiento a base de gas ozono para calmar momentáneamente el dolor, pero ningún otro tipo de medicación.

Soy estudiante de la Ciencia Cristiana desde hace más de diez años, y leo la Biblia y los escritos de Mary Baker Eddy con mucha dedicación porque me han dado una claridad de pensamiento muy grande con respecto a Dios y la relación tan estrecha que Él tiene con el hombre. Este conocimiento me ha ayudado tanto en mi trabajo como en mi hogar. De modo que, ni siquiera pensé en la posibilidad de operarme, en cambio, recordé la promesa de Jesús: "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:32). Me di cuenta de que conocer esa verdad significaba conocer la naturaleza de Dios como Espíritu y la mía como Su idea espiritual; esto me llevaría a ver que todo síntoma de parálisis no tiene sostén en la realidad de la creación de Dios.

Al orar para comprender mejor mi relación con Dios, encontré de suma utilidad esta frase del libro Ciencia y Salud: "La comprensión, semejante a la de Cristo, del ser científico y de la curación divina, incluye un Principio perfecto y una idea perfecta—Dios perfecto y hombre perfecto—como base del pensamiento y de la demostración" (pág. 259). Empecé a tratar de ver en mí esa perfección que Jesús enseñaba al demostrarle a las personas que las curaciones que él realizaba no eran milagros ni cosas sobrenaturales, sino el derecho que Dios ha otorgado al hombre de estar siempre sano y bien.

Durante los cinco meses siguientes recibí la ayuda mediante la oración de una practicista de la Ciencia Cristiana, y empecé a leer el Prefacio y el capítulo La Oración en Ciencia y Salud. También leí una biografía de Mary Baker Eddy, y empecé a apreciar su carácter admirable, y ver cómo superó pruebas adversas apoyándose en Dios, la Verdad divina. Ella escribió: "La Ciencia Cristiana trae al cuerpo la luz solar de la Verdad, que vigoriza y purifica. La Ciencia Cristiana obra como un alterante, neutralizando el error con la Verdad. Cambia las secreciones, expulsa humores, disuelve tumores, relaja músculos rígidos y restaura la salud a huesos cariados. El efecto de esa Ciencia es incitar a la mente humana a un cambio de base, sobre la cual pueda dar lugar a la armonía de la Mente divina" (ibíd., pág. 162).

Así fue comenzó a cambiar mi pensamiento, a medida que aprendía cómo el Espíritu tiene superioridad sobre la materia. Poco a poco, el dolor disminuyó y mi pierna empezó a responder, pudiéndola mover sin sentir ninguna incomodidad. Llegado el día que tenía que hacer mi presentación de teatro, pude hacerla bien, cosa que en un momento dado pensé imposible de realizar. Mi recuperación fue completa.

Ésta fue una experiencia muy bella porque me ayudó a comprender mejor que la Vida es Dios y que sostiene todas nuestras actividades. Ciencia y Salud es un libro que hoy recomiendo a todo el mundo, cuyas ideas no requieren erudición alguna para comprenderlas. Realmente, es un legado para toda la humanidad.

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