En medio de un divorcio que me había llenado de temor y resentimiento, hace 20 años conocí la Ciencia Cristiana. Tenía dos niños pequeños que mantener, y la situación había empezado a afectarme físicamente.
Cuando comencé a estudiar el libro Ciencia y Salud, poco a poco fui cambiando la idea que tenía de mí misma. Comprendí que mi verdadera identidad es espiritual, unida a Dios, el bien, y que podía reclamar mi derecho divino de llevar una vida plena y armoniosa, llena del Amor de Dios. Así mismo, aprendí a orar de manera diferente, tratando de comprender a Dios y al hombre. Empecé a comprobar que esa oración era muy eficaz y que consistía en dejar de lado el cuadro mental físico y ver al hombre verdadero, creado a imagen y semejanza de Dios.
A medida que aprendí la necesidad de llenarme de amor y aplicar esta Verdad divina, comprendí que debía tener mucha paciencia y calma, y guardar pensamientos puros para no sentir resentimiento.
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