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Una razón para amar

Del número de septiembre de 2009 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Es lógico amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos?

Este precepto de Cristo Jesús sería absurdo de obedecer si primero tuviéramos que fijarnos a quién hemos de amar. Y además, sería difícil de obedecer si, después de fijarnos, nos diéramos cuenta de que ese prójimo es, por ejemplo, huraño, que no busca el amor de nadie, o que se dedica a apropiarse de lo ajeno.

Una vez que concluimos qué clase de persona es la que debemos o no amar, es imposible aplicar equitativamente este precepto.

No es que el prójimo entre de pronto en nuestra vida desde afuera y, ahora que lo tenemos en la mira y a la distancia adecuada, haya que amarlo, con un amor que sale de nosotros.

Porque si estamos respondiendo a algo que viene desde afuera siempre vamos a estar lidiando con "el otro". Pero si estamos respondiendo al Amor que obra en nosotros, entonces estamos siendo leales al Principio divino.

El hecho es que nunca tratamos con otros allí afuera, sino con el concepto que llevamos de ellos en nosotros mismos. El concepto de los "demás" o "de más" implica que sobran. En cambio, el concepto de "nosotros" o "de los nuestros", implica que estamos unidos por algo; por un mismo Principio. De acuerdo con las enseñanzas de Cristo Jesús, estamos unidos por un mismo Padre. Ese Padre que nos amó primero a todos. Que nos vio primero como dignos de ser amados. Y que no excluye a nadie porque nos abraza a todos.

Cristo Jesús también dijo: "No puedo yo hacer nada por mí mismo... porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre". Juan 5:30. Nosotros también podemos hacernos eco de estas palabras porque, como dice Pablo, ahora mismo tenemos la mente de Cristo, y así buscamos la voluntad del Padre.

Es interesante que Cristo Jesús responde que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, cuando alguien le pregunta qué debe hacer para tener vida eterna. La lógica del Maestro era que amar y vivir van de la mano.

Lo que está en el campo de nuestra conciencia es por una razón. Es para que seamos nosotros, cada uno, el amor mismo de Dios reflejado. Ese es nuestro verdadero carácter otorgado por Dios. Como hijos de un mismo Padre-Madre, somos expresión del Amor divino, no es que originemos amor y lo prodiguemos a voluntad. El Amor nunca deja de amar y como somos Su imagen y semejanza, nunca dejamos de expresar al Amor. Es tan normal amar como respirar. Así como el respirar es señal de vida, el amar también es señal de vida.

Entonces, ¿no le parece que tenemos que amar a nuestro prójimo no por lo que nos fijamos que es, sino por lo que en realidad somos nosotros?

En este número podrá ver cómo obra el Amor sanador y trae bienestar y progreso espiritual a la familia y la comunidad. Esperamos que lo disfrute.

Con afecto,

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