¿Es lógico amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos?
Este precepto de Cristo Jesús sería absurdo de obedecer si primero tuviéramos que fijarnos a quién hemos de amar. Y además, sería difícil de obedecer si, después de fijarnos, nos diéramos cuenta de que ese prójimo es, por ejemplo, huraño, que no busca el amor de nadie, o que se dedica a apropiarse de lo ajeno.
Una vez que concluimos qué clase de persona es la que debemos o no amar, es imposible aplicar equitativamente este precepto.
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