Tuve una niñez llena de amor, aunque veía a mi madre sólo una vez por semana. Ella para poder ir a trabajar me había puesto al cuidado de un matrimonio mayor y su hija. Sentía que me amaban mucho y nunca sentí la falta de un "papá"; era una niña completamente feliz.
Más, adelante, en mi adolescencia, me surgieron algunos interrogantes y llegué a saber cuál era el nombre de ese "papá", pero no estaba en mi pensamiento que hubiera ningún acercamiento. Yo amaba y respetaba a mi madre y eso era suficiente para mí.
Ya siendo mayor y con mi familia formada, conocí la Ciencia Cristiana. Con ella se abrieron las ventanas de una nueva vida que me hizo sentir que soy la hija de Dios, además de ayudarme a reconocer que Él me ha protegido desde mi más tierna infancia.
Aunque estaba lejos de mi pensamiento recordar que por ahí tenía un "papá", un día desperté con el nombre de él resonando en mi pensamiento, ese nombre que me habían revelado hacía ya tanto tiempo. Esto comenzó a repetirse varias veces durante dos o tres años. Entonces, decidí que debía hacer algo al respecto porque razoné que sólo del sentido espiritual provenía este llamado.
El Amor fue guiando mis pasos y las puertas se fueron abriendo naturalmente hasta llegar al encuentro con un hombre bueno, respetuoso de Dios, que por décadas había sufrido por un error que no sabía cómo enmendar.
Nuestro Padre-Madre Dios sabe las necesidades de cada uno de Sus hijos. Mi padre recibió alivio al poder ver a su propia hija, y yo también fui bendecida al tener la oportunidad de reencontrarlo. Sucedió lo que ni él ni yo imaginamos que podía ocurrir: llegar a conocernos.
Atesoro estas líneas de la Biblia: "Estad quietos, y conoced que yo soy Dios" (Salmo 46:10). Realmente pude ver los frutos de este mandato. En nuestro primer encuentro brilló el amor con todo su esplendor. No hubo preguntas, sólo un abrazo que eliminó años, distancia y ausencia de afectos. Fue maravilloso. Busqué una fruta y encontré un árbol frutal, porque hallé a un hombre honesto, afectuoso, y a toda una familia.
Hoy disfruto mucho de esta relación y doy gracias a Dios porque Él abre todas las puertas, y todo lo baña de luz y verdad.