Tuve una niñez llena de amor, aunque veía a mi madre sólo una vez por semana. Ella para poder ir a trabajar me había puesto al cuidado de un matrimonio mayor y su hija. Sentía que me amaban mucho y nunca sentí la falta de un "papá"; era una niña completamente feliz.
Más, adelante, en mi adolescencia, me surgieron algunos interrogantes y llegué a saber cuál era el nombre de ese "papá", pero no estaba en mi pensamiento que hubiera ningún acercamiento. Yo amaba y respetaba a mi madre y eso era suficiente para mí.
Ya siendo mayor y con mi familia formada, conocí la Ciencia Cristiana. Con ella se abrieron las ventanas de una nueva vida que me hizo sentir que soy la hija de Dios, además de ayudarme a reconocer que Él me ha protegido desde mi más tierna infancia.
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