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"Contame del abuelo"

Del número de julio de 2010 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Esas escalinatas parecían interminables. Mamá, flanqueada por sus dos hijas, las miraba con una mezcla de alegría y resignación. Entonces una de nosotras, intercambiando miradas cómplices y una sonrisa, le decía: "Contame del abuelo". De inmediato, como transportándose a otras épocas y olvidándose de las famosas escaleras, ella empezaba, por enésima vez, a relatar la vida de nuestro bisabuelo en Turín, Italia, como la había escuchado durante su niñez.

Hacía muchos años, desde nuestra adolescencia, que las tres no salíamos de vacaciones juntas. Mi hermana y yo nos casamos jóvenes y muy pronto nuestras propias familias absorbieron por completo nuestra atención. Con el tiempo, un innato espíritu aventurero, nos guió a cada una a dejar nuestro país de origen, Argentina, y a vivir en continentes diferentes. De modo que este viaje a la "Bella Italia" fue una experiencia muy especial que nos permitió recordar momentos entrañables, conmovernos por la ausencia de seres queridos y compartir confidencias. Mamá participaba poco de estas conversaciones, pero no dejábamos de ver la sonrisa que iluminaba su rostro al ver que, a pesar de la distancia y el tiempo transcurrido, conversábamos como viejas amigas. Siempre había tenido el deseo de que fuéramos tan unidas como ella y su hermano lo habían sido, y nos había inculcado la importancia de la unión en la familia.

"El hogar es el lugar más querido en la tierra, y debiera ser el centro, mas no el límite, de los afectos",  Ciencia y Salud, pág. 58. afirma Mary Baker Eddy, y esto es algo que ella, siento yo, anheló gran parte de su vida. Mary quedó viuda muy joven, estando encinta. Regresó a casa de sus padres donde tiempo después, debido a su mala salud, le quitaron a su hijo y se lo dieron a otra familia para que lo criara. Volvió a casarse con la esperanza de recuperarlo, pero no lo logró y años después se divorció debido a la infidelidad de su marido.

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