Cuando mi esposo y yo nos pusimos a hablar sobre la educación de nuestros hijos, vimos que había muchas diferencias de opinión entre nosotros. Sin embargo, teníamos en común lo más valioso que una familia puede tener: nuestro sincero amor a Dios. Sobre esta base estuvimos de acuerdo en que era fundamental que asistieran a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana hasta que tuvieran edad para decidir por ellos mismos.
Su educación nos llenó de alegría, pues, fueron buenos estudiantes, generaron buenos vínculos y se ganaron el afecto de profesores y compañeros. Mi esposo no había disfrutado mucho su educación, especialmente en la escuela primaria, por eso se sentía muy agradecido y feliz de que ellos nunca querían faltar a la escuela.
Durante mi embarazo y luego al criar a nuestros hijos, muchas veces había pensado en esta cita de Mary Baker Eddy: "La nueva idea, concebida y nacida de la Verdad y el Amor, está vestida de blanco. Su comienzo será humilde, su desarrollo robusto y su madurez imperecedera". Ciencia y Salud, pág. 463. Yo sabía que como idea de Dios mis hijos expresaban Su plan y que nada malo podía ocurrir en su desarrollo, siendo ideas de Dios. Por tanto, los alentamos a orar y a profundizar su conocimiento espiritual desde esta perspectiva. Mi esposo y yo siempre hicimos todo lo posible para que se sintieran libres, sin un excesivo apego humano, confiando en el vínculo directo que tienen con su Padre-Madre Dios.
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