"¡Vaya! Debes tener mucha fe... o un don especial!" "¡Eso parece mucho más difícil que tomar un remedio!"
Estos son los comentarios que escucho cuando la gente se entera de que soy miembro de una iglesia de la Ciencia Cristiana y que practico la curación espiritual.
Pero practicar la Ciencia Cristiana, las leyes de Dios, como las enseñó y demostró Jesús, no es curación por la fe ni un don único y personal. Tampoco es difícil. Lo único que se requiere es la sencilla pero profunda compresión de una sencilla pero profunda declaración. Se encuentra en la Biblia, en Éxodo 20, y dice: "No tendrás dioses ajenos delante de mí" (versículo 3). O como afirmó Jesús: "El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas". Marcos 12:29, 30. Jesús comprendía que la obediencia al Primer Mandamiento resulta en un reordenamiento total del universo, que va de lo que aparenta ser, a lo que realmente es.
Desde una perspectiva humana, el universo es una creación material finita, sujeta a múltiples y complejas fuerzas físicas. Pero el Primer Mandamiento es en realidad la exigencia de ver el universo desde el punto de vista del Espíritu, una revelación de Dios como el Único, Aquel que incluye a toda la creación. Es la declaración correcta de Dios y el universo, de que sólo existe el Omnipotente, el "Siempre presente", el Omnisciente, y Sus ideas. No existe otro poder, otra presencia o Mente.
El Primer Mandamiento es más que una demanda bíblica. Es la promesa de que sólo existe el Amor divino que adora y cuida de Su creación, y excluye cualquier otro poder o fuerza opuesta. La Ciencia Cristiana es el estudio y la utilización sistemática del poder y la bondad de Dios para superar toda clase de mal, y esto incluye los dioses falsos del pecado, la enfermedad y la muerte.
Todos podemos obedecer este mandato de poner a Dios primero y que sea todo en nuestra vida, porque Dios es el primero y es Todo, e impulsa a toda la creación a que conozca y experimente esta realidad. Aun cuando aceptemos este hecho divino, todavía quedan decisiones que debemos tomar. Si Dios es primero y todo para nosotros, ¿Lo amamos más que a todo lo demás? ¿Estamos dispuestos a vivir una vida dedicada a la curación como prueba de nuestro amor? ¿Daremos acaso la espalda a los pasatiempos mundanos que interfieren con nuestra decisión de poner a Dios primero? La Biblia da ejemplos de aquellos que tomaron estas decisiones y los resultados concomitantes.
Moisés registró el Primer Mandamiento y dio a los hijos de Israel la opción de obedecer esta regla. Para él, era más que una decisión moral. Era la elección absoluta entre "la vida y el bien, la muerte y el mal". Deuteronomio 30:15. La decisión de Moisés y de los israelitas de seguir a Dios, a pesar de la inmensa presión para no hacerlo, bendijo a todo un pueblo durante siglos.
Jesús, si bien siempre amó a Dios, tomó la consciente decisión de servirlo antes de comenzar su ministerio público. Cuando estaba en el desierto, se le presentaron tres tentaciones que pretendieron engañarlo para que aceptara un poder aparte de Dios. Él censuró cada una de ellas, silenciando la última tentación al invocar el poder y la autoridad divina del Primer Mandamiento: "Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás". Mateo 4:10. En esta sola frase puso al descubierto el mal que se le apareció, lo rechazó y decidió servir a Dios, el Espíritu. El mundo jamás volvería a ser el mismo. Y Jesús les pidió a sus seguidores—a todo el cristianismo—que tomaran la misma decisión que él tomó.
Mary Baker Eddy, la fundadora de La Primera Iglesia de Cristo, Científico, redescubrió la naturaleza espiritual y radical del Primer Mandamiento, y la eficaz curación que se produce al obedecerlo. Es la piedra angular de la Iglesia que fundó. Al explicar la Ciencia Cristiana, ella escribió en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: "La primera exigencia de esta Ciencia es: 'No tendrás dioses ajenos delante de mí'. Ese mí es Espíritu. Por lo tanto, el mandato significa esto: No tendrás ninguna inteligencia, ninguna vida, ninguna sustancia, ninguna verdad, ningún amor, que no sea espiritual". Ciencia y Salud, pág. 467. Y en otra parte del mismo libro destaca los efectos de este mandamiento: "El Principio divino del Primer Mandamiento es la base de la Ciencia del ser, por la cual el hombre demuestra salud, santidad y vida eterna". Ibíd., pág. 340.
La Iglesia de la Ciencia Cristiana proporciona el cimiento y estructura para aprender la Ciencia Cristiana y experimentar la curación resultante. Obedecer el Primer Mandamiento es practicar la Ciencia Cristiana, y practicar la Ciencia Cristiana es obedecer el Primer Mandamiento. El resultado natural de obedecer al Espíritu, Dios, es experimentar la armonía de un universo gobernado por Dios. Esta armonía divina trae curación ahora, como lo hizo en tiempos bíblicos.
Si uno se pregunta, ¿por qué tengo que unirme a la Iglesia y participar activamente en ella? ¿Por qué no puedo estudiar simplemente la Ciencia Cristiana por mi cuenta? Quizás esta analogía ayude a responderle.
Supongamos que usted quiere cruzar el océano. Para hacerlo puede remar solo en una canoa, o viajar con muchas personas en un crucero. ¿Cuál de estas opciones es más segura y rápida? El barco, debido a su tamaño, poder y experiencia en el mar, sería la mejor opción. Ese barco es como la Iglesia. La Iglesia de la Ciencia Cristiana tiene más de un siglo de curación documentada, y ha construido una fuerte estructura para aprender a practicar la curación. Las personas que se apoyan exclusivamente en Dios y en Sus leyes, que son la Ciencia Cristiana, son testigos de curaciones de enfermedades al corazón, hemiplejia, diabetes, cáncer, huesos rotos y muchas más. Y la Iglesia ofrece una hermandad de sanadores a nivel mundial.
Si bien la persona que está remando en la canoa y las personas que están en el barco pueden individualmente adorar al único Dios, aquellas que han optado por unirse tienen una clara ventaja. Pueden aprender los unos de los otros, apoyarse mutuamente y crecer espiritualmente más rápido con las generosas lecciones que se requieren para formar parte de un equipo. Todo esto ayuda cuando cruzamos un "océano" de resistencia, materialismo y antagonismo.
La Iglesia no sólo es como un barco, sino que es también como un ancla. Un ancla no es restrictiva. Todo lo contrario. Es liberadora. Asegura el barco, impide que vaya a la deriva, y permite que el barco y la tripulación conserven la energía para usarla en otro lado. La Iglesia hace lo mismo por sus miembros. Impide que se aparten de Dios y entren en corrientes destructivas, y les permite usar la energía con seguridad bendiciendo y sanando a la gente. Nuestras prácticas de curación individual fortalecen la Iglesia y la Iglesia, a su vez, fortalece nuestra práctica de curación individual.
De modo que si la curación es el resultado imparable que resulta al obedecer el Primer Mandamiento, y la Iglesia es la protección universal y el exponente de la curación, ¿por qué no hay más gente que quiera practicar la curación y unirse a esta Iglesia? La respuesta es simple: es la serpiente que se presenta por primera vez en la metáfora del segundo capítulo del Génesis. Como define la Sra. Eddy en Ciencia y Salud, la serpiente representa "Astucia; una mentira... la creencia en más de un Dios..." Más adelante en esa definición, la Sra. Eddy señala que la serpiente es "la primera pretensión de que hay algo opuesto al Espíritu o el bien, denominado materia, o mal..." ibíd., pág. 594.
Por lo tanto, la serpiente es la primera pretensión que parece obrar en contra del Primer Mandamiento. La primera pretensión de que hay más de un Dios obra como sugestiones serpentinas disfrazadas en forma de pensamientos propios que se rebelan contra el único Dios. Generalmente nos viene a todos como la creencia en un universo material opuesto a Dios, el Espíritu. Específicamente, tiene por blanco a los Científicos Cristianos, tentándolos a abandonar la Iglesia y la curación espiritual, que son las actividades más poderosas para traer salvación al mundo y desbaratar las pretensiones de la serpiente. Estas pretensiones muchas veces se manifiestan en nombre del bien. Así es de sutil la serpiente. Para engañar al hombre recto que ama a Dios, estas sugestiones serpentinas puede que vengan disfrazadas como algo beneficioso. Así es como fue en el relato bíblico del caso de Eva.
La primera sugestión de la serpiente, que vino a Eva como su propio pensamiento, afirmaba que ella podía ser más como Dios y ser más sabia. Pero resultó, en cambio, en su propia vana estupidez y Eva fue separada de Dios y de Su bien. Hoy en día la serpiente obra de la misma manera. Puede que a los Científicos Cristianos de hoy les quiera hacer creer que las buenas obras humanas son tan importantes como la categórica curación espiritual. Puede hacerles pensar que hacer labores de beneficencia, trabajar como voluntarios, recaudar fondos y otras obras de benevolencia son las principales responsabilidades de un "buen cristiano", en lugar de participar en actividades que lo hacen a uno un buen sanador cristiano. Esta pretensión sutil no sólo nos impide tener una práctica sanadora, sino que reduce a la Ciencia Cristiana, que es "la más grande y santa de todas las causas", Escritos Misceláneos 1883– 1896, pág. 177. a un mero hobby espiritual, o una causa entre tantas otras.
Acostumbrarse a estar conscientes de la forma en que se disfraza la serpiente, es un primer paso necesario en un proceso que muchos piensan que incluye detección, rechazo y protección. Primero tenemos que detectar las pretensiones de la serpiente, y no ser engañados por su aparente benevolencia. Segundo, debemos rechazar esas pretensiones sabiendo que carecen de poder contra el Dios todopoderoso. Recuerde, hasta Eva tuvo que tomar una decisión: la serpiente no podía forzarla a aceptar la tentación que le presentó. Nosotros también tenemos que tomar una decisión. Podemos rechazar con toda seguridad toda evidencia de enfermedad, escasez o cualquier otra tentación, sabiendo que es un asalto mental sin validez alguna. Es una sugestión, no un hecho divino. Tercero, debemos comprender que la protección se encuentra en la Iglesia de Dios, lugar donde no existe serpiente alguna. Nosotros podemos estar "alertas a la serpiente" cuando nos tienta a dejar la Iglesia y nuestras actividades sanadoras, para tomar parte en alguna otra labor que parece positiva.
Al obedecer el Primer Mandamiento, Dios no sólo será el primero en nuestra vida, sino que reconoceremos que Dios es Vida, nuestra vida, y está cuidando de todas nuestras necesidades y las de nuestros seres queridos. Descubriremos que la Iglesia es un refugio, que renueva nuestra vida y es una bendición para todas las fases de nuestra experiencia.
Aunque la serpiente se presente como una sugestión "benigna" o "útil", o como una tentación que trata de impedirnos realizar la obra sanadora cristiana, lo que está detrás de la serpiente no es nada benigno ni útil. El odio organizado contra la Iglesia de la Ciencia Cristiana y su obra santa y sanadora, es agresivo. Las teologías que presentan a Dios y al hombre como físicos y vulnerables, o malvados; la tentativa mundial de lograr la dominación médica y farmacéutica; y el vulgar materialismo, son unas pocas de las fuerzas prevalecientes que operan para socavar todo lo que es bueno, especialmente el éxito de la curación pura de la Ciencia Cristiana. Temer o culpar a estos dioses falsos no ayuda, y evitarlos no detiene su asalto negativo en la consciencia humana. Estas influencias mentales, que incitan a las sugestiones de la serpiente, deben ser eliminadas por completo mediante la comprensión de la totalidad y supremacía del único Dios, el Espíritu.
La obediencia al Primer Mandamiento, vivido momento a momento con total humildad, vencerá las pretensiones de la serpiente demostrando que no existe ninguna primera pretensión ni un poder opuesto, a Dios. Y la consecuencia inevitable de tal amor devoto a Dios es la curación completa en nuestra vida y en la de aquellos por los que oramos.
La Iglesia es la adoración colectiva al único Dios, y el poder sanador colectivo de este pensamiento unido puede mover montañas mentales. De la misma forma que una habitación oscura brilla cuando varias personas, en lugar de una sola, traen sus linternas, los servicios religiosos donde los miembros están llenos de entusiasmo con la curación mediante el Cristo, tienen por resultado una poderosa redención y la transformación de todos los presentes. Sin embargo, la serpiente tratará de engañar a las iglesias para que crean que los servicios religiosos son simplemente para inspirarse un poco y hacer camaradería. Aunque eso está bien, estos son un pobre sustituto del tipo de curación dinámica que traspasa la condición humana para descubrir la realidad espiritual y la presencia del único Dios, el Espíritu, aquí y ahora.
Una iglesia de la Ciencia Cristiana descubrió esto cuando decidió dedicarse una vez más, tanto individual como colectivamente, a la curación espiritual que se produce al conocer y apoyarse en el único Dios. Poco después, tuvo la oportunidad de probar la eficacia que tiene una iglesia construida basándose en el Primer Mandamiento.
Durante un servicio dominical, un señor que no era miembro se mostró inquieto y de pronto se desplomó. No mostraba señales de vida. De inmediato los miembros comenzaron a orar. Un miembro lo abrazó y en voz baja le declaró las verdades espirituales. Otro, fue a la Escuela Dominical para llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana, listado en el Journal, para que se uniera en la labor sanadora. Otros muy pronto en silencio también comenzaron a orar. El servicio religioso terminó sin interrupción, mientras algunos miembros optaron por permanecer orando profundamente. Por un tiempo, este grupo de verdaderos discípulos, unidos en la convicción de que hay un solo Dios, que es Vida, continuaron orando sin temor. Ni siquiera la aparente evidencia de muerte pudo hacer que se dieran por vencidos y adoraran algo aparte de la Vida. La quietud y la santidad permeaban esta iglesia. Entonces, tan natural como el sol cuando sale en la mañana, el hombre abrió los ojos y comenzó a hablar. En pocos minutos, se levantó y caminó sin ningún problema. Él y su esposa estuvieron profundamente agradecidos por el amor y la calma reinantes. La práctica sanadora de cada persona presente fortaleció esta iglesia, y la iglesia fortaleció la práctica sanadora de cada una de ellas.
Esta categórica demostración del poder de Dios no se debió a una fe ciega ni a una intervención milagrosa. Fue el resultado esperado de una iglesia dedicada que realmente vive y sana mediante el Primer Mandamiento. Los presentes no permitieron que la serpiente los engañara para que creyeran que había una actividad más importante que participar en la Iglesia de Cristo, Científico, la cual cambia el mundo y agita el pensamiento.
El Primer Mandamiento no ha cambiado a lo largo de miles de años, como tampoco la totalidad de Dios. Y aquellos que deciden permanecer con la Iglesia que está construida sobre el único Dios, el Espíritu, serán testigos de los efectos sanadores de esa Iglesia que permanecerá para siempre.