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¿Quién es mi hermano?

Del número de julio de 2010 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En el Nuevo Testamento, la Biblia habla del amor fraternal, un amor que Cristo Jesús expresó muy claramente. Consideraba que los que se apoyaban en Dios eran sus hermanos. De hecho dijo: "Todo aquél que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana y mi madre". Marcos 3:35. luego nos dejó el mandato: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Mateo 22:39.

La lectura de estos pasajes siempre reaviva en mí un sentimiento de dulce confianza, de enorme esperanza, de que a pesar de los conflictos y desacuerdos que pueda haber entre la gente, los pueblos y las naciones, aquellos que esperamos y anhelamos encontrar una paz definitiva podemos alcanzarla gracias al Amor divino y a la hermandad que Dios nos ha otorgado.

Hace unos años, falleció mi hermano, el menor de la familia. Yo me negaba a aceptar que él ya no estaría más entre nosotros, y esperaba que Dios me diera una respuesta más clara que simplemente mi intuición espiritual.

Mi hermano había sido un entusiasta estudiante de la Ciencia Cristiana y compartimos muchas experiencias juntos. Recuerdo que, cuando nació mi hija, él me estuvo leyendo del libro Ciencia y Salud. Cuando el médico me preguntó qué había hecho yo para que mi hija naciera con la piel tan limpia, no supe qué contestarle. Sin embargo, más tarde, me di cuenta de que había sido el resultado de esa lectura que mi hermano me había hecho con tanto amor y convicción.

Esa fue la primera de muchas experiencias que he tenido con mis familiares y amigos con el estudio de esta Ciencia. También he compartido con ellos situaciones aflictivas, pero siempre he sentido que, a pesar de los conflictos y problemas, cuando uno se vuelve a encontrar con ellos siempre prevalece en casi todos los casos, una expectativa de bien y un cariño fraternal por todos, incluso por aquellos que han fallecido. He logrado identificar que también tengo esta relación fraternal con mi hija, mis hermanas y demás parientes y amigos, y que no se trata de muchas personalidades que a veces tienen alegrías y otras entran en conflicto, sino que somos un solo ser, "de un solo Dios, y la hermandad de los hombres". Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 56.

La Ciencia Cristiana me ha ayudado a entender que existe una diferencia entre las ideas correctas y los pensamientos ilusorios, entre lo real y lo falso, y que podemos distinguirlos averiguando su verdadero origen, incluso el verdadero origen del hombre. Así, comprendí la diferencia entre el hombre creado a imagen de la Mente divina y el de la creación adánica, del que habla el Génesis. De este modo he podido reconocerme a mí misma y a los demás como los hijos amados de Dios, y percibir que no es necesario añorar una oportunidad de bien, ni lamentar la pérdida del amor fraternal, puesto que ese sentimiento tiene su origen en el Amor divino y, por tanto, es imperecedero.

El diccionario Webster describe la palabra "distinción" como aquello que separa a otro debido a las características esenciales que lo distinguen de los demás. ¡Qué alegría me dio cuando leí, en el libro No y Sí de Mary Baker Eddy, este pasaje: "Dejad que el Padre, cuya sabiduría es infalible y cuyo amor es universal, haga las distinciones de los caracteres individuales, y que discrimine entre ellos y los guíe! No y Si, pág, 7. Mi fe para ayudar a traer paz con el amor fraternal que deriva de Dios, se agrandó enormemente.

Hace dos años, una joven me llamó para que orara por ella. Estaba pasando por una crisis y no tenía más deseos de vivir. Además, padecía de fiebre y malestares estomacales. Oramos juntas, y cuando hablábamos, yo a veces tenía la sensación de que había una puerta abierta a nuestro Padre celestial, a una vida nueva, en la que ambas estábamos sostenidas por el Amor fraternal y divino.

Si bien, a veces parecía como que ella no lograría salir de esa profunda depresión, yo insistí en mi oración, hasta que mi pensamiento fue llenándose cada vez más de las cualidades que percibía en ella: pureza, inteligencia, alegría espiritual, que caracterizan el Amor de Dios manifestado en el amor fraternal mismo que nos mueve a ayudarnos los unos a los otros.

Tres meses después, ella había sanado por completo. Pudo continuar con sus estudios y restauró su relación con sus familiares y compañeros de escuela. De hecho, ahora sus relaciones son mucho mejores que antes, y con la guía divina ha logrado reencontrar su camino. Percibí claramente que Dios tenía la puerta abierta para ella, y estaba también ensanchando mi propio camino.

Ahora en mi contacto con familiares, amigos y vecinos, cuando surge alguna desavenencia, ya no es para mí algo conflictivo. ¡Somos todos hermanos! Y sólo Dios sostiene nuestra identidad. Como bien afirma Mary Baker Eddy: "La Mente divina mantiene todas las identidades, desde una brizna de hierba hasta una estrella, distintas y eternas". Ciencia y Salud, pág.70.

Estas enseñanzas me han ayudado a ver que puedo tener mejores y más justas experiencias, que me muestras los pasos seguros que debo dar para traer paz duradera por medio del amor fraternal, de ese Amor que nunca muere, porque se place en preservar nuestra verdadera identidad espiritual ahora mismo y para siempre.

El Espíritu divino nos coloca y mantiene en el camino de Su sabia justicia, y Sus lecciones de Amor nos muestran que podemos encaminarnos seguros y en verdadera hermandad universal, en donde encontraremos la paz perdurable que todos anhelamos.

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