Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

para jóvenes

Descubre el tesoro del verdadero Amor

Del número de julio de 2010 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando tenía nueve o diez años, desperté una mañana de un sueño increíble. Había estado explorando una tierra de ensueños y me encontré en un castillo muy alto, con una joven princesa que se veía angelical, encantadora, y tenía un divertido y fascinante sentido de aventura. Conversamos y jugamos y nos divertimos mucho juntos. Era algo que yo jamás había experimentado en mi vida hasta ese momento. Cuando desperté, me sentía perturbado y triste. Sentía que había perdido una conexión muy, pero muy especial con "la chica de mis sueños". Recuerdo que me pregunté si encontraría alguna vez a alguien que me hiciera sentir de esa manera en la vida.

Mientras los libros y las películas nos hacen pensar que todas las niñas sueñan con enamorarse de un príncipe buen mozo, es menos conocido el hecho de que la mayoría de los niños anhelan conocer a alguien igualmente especial. Si uno se detiene a pensar en esto, ¿cómo podría alguien no sentirse de esa manera? Después de todo, ¿hay algo mejor que encontrar finalmente a la persona que te hace sentir como un niño la mañana de Navidad, que ilumina tu vida como una andanada de fuegos artificiales que explotan en el cielo nocturno? ¿Qué sentimiento puede ser más dulce que divertirse más de lo que uno podría imaginarse, no por tirarse en paracaídas o visitar algún país exótico, sino simplemente por tener a esa persona en tus brazos y saber que no hay otro lugar donde ninguno de los dos querría estar, más que allí uno junto al otro?

Dios tiene un plan perfecto para cada uno de Sus hijos. No obstante, el maravilloso tesoro del amor a veces es como un tesoro enterrado en la arena. La arena—ideas erróneas y distorsionadas de cómo es y se siente el amor—puede encubrir y tratar de impedirnos encontrar a esa persona especial que Dios ha planeado que nos bendiga. La gente a veces inicia relaciones donde no hay lealtad ni un mutuo sentimiento de alegría. La creencia errónea de que la felicidad y el placer provienen de los sentidos materiales, trata de hacernos entrar en relaciones que plantan semillas de duda o egoísmo en nuestra mente, tales como: "Tengo que quedarme con él porque nunca voy a encontrar a alguien mejor"; o "No somos el uno para el otro, pero voy a mantener esta relación porque ella es muy linda". La desesperación, la lujuria o la incertidumbre pueden a veces mantener a la gente en relaciones que ellos saben muy bien que no son desinteresadas, provechosas y duraderas, que no son de ninguna manera verdaderas y afectuosas.

Iniciar sesión para ver esta página

Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / julio de 2010

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.