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En casa con mamá

Del número de julio de 2010 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Así como a lo largo del camino los baches obligan a los autos a bajar su velocidad, nuestra vida puede disminuir su marcha cuando aceptamos que la enfermedad, el pecado y la muerte son reales, por no comprender la bondad de Dios y nuestro propósito de ser espirituales y perfectos. Sin embargo, es bueno tener presente que, aunque tenga baches, el camino después siempre vuelve a ser liso y parejo. En una ocasión me pregunté si la ley de Dios se podía aplicar a nuestra vida diaria, y descubrí que sí, lo cual inició algo totalmente nuevo en mi pensamiento.

En mi travesía por un camino literalmente lleno de baches, fui a ver a mi madre de 98 años que hacía seis meses que estaba en un asilo de ancianos. Ella estaba parcialmente paralizada y sufría de diabetes. No se esperaba que viviera mucho más. Yo estaba muy triste y había comenzado a orar. Sabía que mi mamá era la verdadera imagen y semejanza de Dios, y negaba los pensamientos de muerte y enfermedad. Declarar la verdad es la única forma de probar el poder que tiene Dios sobre Sus amados hijos.

Cuando pienso en lo que dice la Biblia acerca de la "promesa", sé que Dios nunca prometió que tendríamos enfermedades. Él prometió darnos fortaleza para superar la enfermedad, el pecado y la muerte. A medida que comprendemos que somos los hijos espirituales y perfectos del Dios viviente, la ley y el poder divinos se establecen en nosotros para alcanzar la salud, dondequiera que alguna enfermedad haya puesto sus obstáculos. Y el Amor que nunca decae me alentó a confiar en que todo estaría bien.

En un momento dado, estaba alimentando a mi mamá en el asilo de ancianos, y me puse a orar a Dios en busca de dirección. De pronto, me vino el pensamiento: "Llévala contigo". De inmediato, hice todo lo necesario sin temor alguno. Fui a ver al médico que estaba a su cargo, y después de conversar con él por un rato, estuvo de acuerdo en que la llevara a mi casa. Me indicó que ella nunca podría usar sus pies para caminar, ni podría escuchar o hablar, porque no tenía memoria alguna. Le dije que ella estaba "escondida con Cristo en Dios", Colosenses 3:3. donde no había pérdida de memoria, ni pies que no pudieran caminar. Regresé a casa, con mi mamá, esa misma tarde en el coche, en un recorrido de tres horas.

Cuando llegamos a casa, sus nietos la recibieron con mucha alegría, le dieron flores y ayudaron a cuidar de ella. Les gustaba pasearla en una silla de oficina que usábamos como silla de ruedas. Mientras los niños hacían esto, yo entré en mi "aposento de la oración", cerrando la puerta a todas las creencias limitantes respecto a mi mamá. Percibí que ella estaba bajo el control de la Vida, porque yo entendía que la Vida es Dios, y Él estaba cuidando de ella todo sentido. El bien al que tenía derecho provenía de Dios. Todo el temor que yo sentía cedió al insistir en estas verdades.

Aquella noche, mamá, que estaba sentada a la mesa con nosotros para cenar, movió una mano. ¡Nos dio tanta alegría! Eso ocurrió el mismo día que había salido del asilo. En dos días, pudo mantenerse en pie con ayuda. El tercer día era Navidad, y fue una ocasión llena de alegría y amor para todos nosotros. Y lo que atesoramos más es que fue un nuevo nacimiento para ella, pues empezó a hablar y a escuchar, demostrando el cuidado que Dios le estaba brindando. En un mes, mamá caminaba por sí sola, y hoy camina por todo el vecindario, donde la llaman "la Abuela del barrio".

Encontramos el verdadero significado de la Navidad en la Vida, Dios, expresado en gratitud y amor, pues fue un momento maravilloso para los niños y para toda la familia que mamá, a quien todos aman tanto, estuviera con nosotros. Ella también sintió ese cuidado más que nunca.

Para mí, el Cristo renace cada vez que pensamos de una manera diferente, cuando cambiamos a través de la oración aquello que no había forma de cambiar, y comprendemos que sólo la oración "mueve montañas". Véase Marcos 11:23. Mi oración de sentirme escondida "con Cristo en Dios: era confiar en la Mente gobernante que Mary Baker Eddy describió en parte como "el que todo lo sabe, que todo lo ve, que es todo acción". Ciencia y Salud, pág. 587.

Nuestra "abuela del barrio" probó que los baches y obstáculos de la enfermedad eran una mentira. Ahora, un año después, ella sigue viviendo conmigo y está muy bien, sin tomar ninguna medicación. La hemos llevado de nuevo al médico quien confirmó que ya no tiene diabetes. Ella está libre gracias a Dios y a la Ciencia Cristiana, que nos ayuda a comprender que "el fruto del justo es árbol de vida". Proverbios 1:30. Ella comenzó a asistir otra vez a la iglesia, y es la que nos guía en la oración todas las noches como una responsabilidad con Dios y la humanidad. Mamá no sabe leer ni escribir, pero ella está muy feliz de saber que su testimonio será compartido con otras personas.

El diablo, o mal, no tiene poder para mantenernos esclavos, por más grandes que sean los baches que se presenten en nuestra vida. Al final, el camino siempre vuelve a ser liso y parejo.

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