Casi al principio de su revolucionario libro, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy afirma: “Cualquier cosa que materialice la adoración estorba el crecimiento espiritual del hombre y le impide que demuestre su poder sobre el error” (págs. 4–5). Materializar la adoración puede incluir presentar objetos físicos como si tuvieran influencia y poder espiritual.
¿Acaso lo que simboliza una cruz adquiere poder debido a su forma o a los materiales que la forman? Es obvio que no. El sacrificio y la victoria de Jesús no se encuentran en la madera o el material que compone una cruz que podamos tener en las manos; su victoria estaba y está en la omnipotencia refulgente e indisputable de su Padre, Dios, que él demostró en sus obras sanadoras y en la resurrección.
He pensado en qué se habrá sentido en el momento de la crucifixión de Jesús. ¿Qué habría sentido yo si hubiera sido un testigo presente aquel día, al ver cómo bajaban de la cruz el cuerpo de Jesús? ¿Es que me habría agobiado la tristeza?
El sacrificio y la victoria de Jesús no se encuentran en la madera o el material que compone una cruz que podamos tener en las manos; su victoria estaba y está en la omnipotencia refulgente e indisputable de su Padre, Dios.
Sí, me hubiera sentido comprensiblemente enojado e implacablemente triste ante la profunda injusticia que se estaba haciendo en Jerusalén. Pero ¿qué pasaba si yo creía que la dolorosa tortura del cuerpo físico de Jesús era literalmente la destrucción del Cristo, es decir, la destrucción del mensaje del amor de Dios que Jesús trajo con tanta abnegación a la humanidad? Sobre esa base, mi fe habría sido oprimida para siempre. Si yo hubiera puesto en el lugar equivocado mi profundo amor por la identidad espiritual, indestructible e inocente de Jesús, y amado la persona física de Jesús en una cruz, mi corazón hubiera estado inconsolable.
En una ocasión Jesús dijo: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:21). Allí, el día de la crucifixión, si mi preciado tesoro era, en cambio, la invulnerabilidad de Dios y la filiación divina de Jesús, yo habría llegado a entender y a realmente sentir alegría en anticipación de su victoria sobre la muerte y la materia. Hubiera empezado a ver que el Cristo, la Verdad, como lo expresó Jesús, estaría eternamente por siempre presente con su poder sanador y salvador.
En vista de esto, he comprendido claramente por qué Ciencia y Salud declara que materializar nuestra adoración estorbaría nuestro crecimiento espiritual y nos impediría demostrar nuestro poder sobre el error. Esta declaración me impulsa a estar alerta y a considerar cuidadosamente qué otra adoración de símbolos podría estar atrayendo hacia mí sin darme cuenta, los cuales, tal como si estuviera sosteniendo una carga muy pesada, podrían detener mi progreso.
Me pregunté: “¿Acaso alguna vez honro a una persona como sustituto del privilegio de honrar la luz de la verdadera semejanza del Cristo que representa la identidad eterna y verdadera de esa persona? ¿Es que alguna vez adoro la rutina en lugar de detenerme a reconocer la infinitud por siempre nueva del Espíritu infinito?” Vigilar cuidadosamente a qué brindo honor se ha transformado en una gran fortaleza para mí. A medida que me he dedicado más a adorar la bondad que es Dios, siento que soy más útil para Dios ahora y, por ende, más útil para mi prójimo.
“Nuestro concepto más elevado del bien infinito en esta esfera mortal no es más que el signo y el símbolo, no la sustancia del bien”, explica Mary Baker Eddy (La unidad del bien, pág. 61). A fin de elevarnos más allá y por encima de la adoración materialista, debemos reconocer que la sustancia del bien espiritual es la totalidad de la experiencia y existencia verdaderas. En nuestros deseos y oraciones, siempre queremos ir más allá de la adoración superficial simplemente, y recorrer todo el camino para reconocer la realidad espiritual. Adoramos y servimos a Dios como la única presencia, la única fuerza y la única autoridad, siempre. Y en todo momento y circunstancia el Cristo está mostrándonos que no existe nada más que pueda incluso pretender existir aparte de la totalidad de Dios.
