¿Puedes ayudarme?
Quiero darle al mundo un regalo de Navidad. Sé que puede sonar cursi, pero escucha todo lo que quiero decirte. Porque supongo que también lo has sentido. Cuando lees un titular sobre algo horrible que está ocurriendo en tu propia ciudad, o en algún lugar de tu país, o en el otro extremo del mundo, sientes el impulso, el anhelo, de ayudar. Pero ¿qué puedes hacer? ¿Qué puede hacer cualquiera de nosotros para lograr cambiar algo, cuando todos los problemas parecen tan grandes?
Y esto me lleva a mi idea de dar al mundo un regalo de Navidad.
Esta temporada navideña he estado pensando en el Cristo: el amor puro que Cristo Jesús personificó, el cual sanó y salvó a las personas con las que se encontró. Ese amor salvador es el Cristo eterno que todavía está en acción en nuestras vidas hoy, trayéndonos curación como lo hizo con aquellas personas de los tiempos bíblicos.
Y esa curación comienza con nosotros. Lo sé, porque hace poco, cuando estaba orando para saber cómo ayudar al mundo, me vino a la mente “La oración diaria” de Mary Baker Eddy. La misma nos habla de permitir que el Amor divino, Dios, gobierne dentro de nosotros; y esta línea me llamó la atención: “quita de mítodo pecado” (Manual de La Iglesia Madre, pág. 41). Cuando me vino al pensamiento tenía el énfasis puesto en “quita de mí todo pecado”.
Me hizo comprender que ayudar al mundo comienza con cada uno de nosotros como individuos, porque al tratar con las cosas que son desemejantes a Dios en nuestro propio pensamiento, contribuimos a que disminuya el mal en el mundo. Cuando ponemos más fe en el bien, damos más poder al bien, vemos más de la realidad y la totalidad del bien, Dios, en nuestra propia vida y en la de los demás.
Así que seamos verdaderamente prácticos. ¿Cómo “quitamos” aquellas cosas que no son buenas?
En primer lugar, presta atención a tus pensamientos y conversaciones; los mismos te dirán mucho. ¿En qué centras tu atención? ¿Dónde están los lugares donde sientes como que hay algo que no encaja bien, o que hay una incómoda fricción, casi como tener una piedra en el zapato? Esas son las señales de algo que es necesario “quitar”; una oscuridad que puede ser eliminada por la luz del Cristo.
Para mí, ese lugar de oscuridad era la progresiva negatividad que noté a lo largo de varias semanas. Eran momentos en los que era más crítica de lo que quería, o prestaba más atención a los aspectos negativos de una situación en lugar de lidiar con esas cosas negativas y sanarlas.
Pero no quería añadir negatividad al mundo, así que después de reconocer lo que estaba pasando, di un paso más para quitarlo: Abrí mi corazón a esa luz del Cristo, o sea, la realidad de lo que Dios es, hecha manifiesta en nuestra vida. Dejé que esa luz brillara en todos mis “lugares oscuros” al orar para que la pureza, la santidad, la gracia y el amor de Dios impregnaran mis pensamientos y acciones. A medida que lo hacía, el impulso de ser negativa perdió su poder sobre mí y se desvaneció. Porque, por supuesto, dondequiera que esté la luz, la oscuridad simplemente no puede existir.
Tú también puedes permitir que esa luz del Cristo ilumine tu vida y, por extensión, el mundo. Que brille en tus propios lugares oscuros. Deja que quite el chisme, la envidia, las comparaciones y el egoísmo, y permite que dé lugar al amor, la esperanza, el perdón y la paz. Deja que esa luz del Cristo sea todo para ti y observa la curación que se producirá como resultado.
Este es el regalo más espléndido que puedes dar esta temporada de Navidad, y el mundo te lo agradece.
El sentido material no revela las realidades
de la existencia; pero el sentido espiritual
eleva la consciencia humana hasta la Verdad eterna.
Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 95
