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Buenas noticias

Unidad en la iglesia

Del número de diciembre de 2017 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 19 de octubre de 2017 como original para la Web.


Es interesante notar que la Iglesia cristiana primitiva luchó por la unidad. Parece que los primeros líderes de la iglesia se dieron cuenta de que el desacuerdo y la falta de armonía, más que nada, podrían socavar la propagación del cristianismo genuino. Pablo incluye la “contienda” como una de las “obras de la carne” (véase Gálatas 5:19-21), y continuamente fomenta la unidad y la armonía entre los primeros seguidores de Jesús. De manera similar, Mary Baker Eddy insiste en la necesidad de que haya unidad en la iglesia, en todos sus escritos.

Hoy, como en épocas pasadas, la obstinación mantiene el pensamiento más centrado en las opiniones personales que en la meta de vivir los dos grandes mandamientos (véase Marcos 12:29-31). Pero orar para conocer y expresar el amor y la inteligencia del Amor divino, Dios, mueve el pensamiento más allá de uno mismo y abre la puerta a la unidad y la armonía.

Las obras sanadoras de Cristo Jesús mostraron que comprender y vivir la unidad del hombre con Dios, son de suma importancia para traer curación y armonía a la esfera humana. Junto con este concepto radical está el hecho de que Dios es Mente, y que el hombre, la semejanza espiritual de Dios, solo expresa esta Mente única y es inseparable de ella. Esta verdad es la realidad absoluta, por lo que el hecho espiritual de la existencia es que la armonía es real. El único lugar donde la desarmonía y la división pueden parecer existir es en una consciencia falsa, basada en la materia. Creer que alguien puede estar verdaderamente separado de la Mente es aceptar una individualidad separada de Dios.

Es sabio recordar que los puntos de vista humanos son solo eso —opiniones humanas, derivadas en gran medida de un sentido material de las cosas— y que la única verdadera sabiduría es tratar de obtener la sabiduría de Dios. A medida que recurrimos a la sabiduría divina para guiar nuestros pensamientos, es menos probable que alberguemos pensamientos divisorios, capaces de separar familias, amigos y otros grupos de la sociedad, incluso nuestras iglesias. Como declara Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “Ninguna sabiduría es sabia, sino Su sabiduría; ninguna verdad es verdadera, ningún amor es amoroso, ninguna vida es Vida, sino los que son divinos; ningún bien existe, sino el bien que Dios concede” (pág. 275).

A medida que he ido atesorando el deseo de buscar la sabiduría de Dios y expresar más armonía, este versículo de Primera de Juan ha llamado mi atención: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (4:20). Me pareció que podía comenzar mi práctica de demostrar unidad y armonía, dentro de mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico.

En un momento me di cuenta de que era extremadamente crítica de la música en mi iglesia filial. Aunque no hablaba mucho de eso, mentalmente criticaba la calidad de las interpretaciones e incluso la selección de los solos.

Fue entonces que tomé consciencia de que mi actitud no era útil. No apoyaba a la iglesia ni a los miembros de la iglesia, y vi que necesitaba esforzarme por amar más. Casi de inmediato, comprendí que me enfocaba en lo errado y era egoísta. Abrí mi pensamiento a la Mente divina, y como resultado comencé a amar más profundamente a los miembros de mi iglesia, a atesorar sus talentos, y a pensar más en el mensaje de amor de cada solo. Encontré que toda la crítica destructiva había desaparecido de mi pensamiento, reemplazada con un sincero aprecio por todo el bien que estaba ocurriendo. Empecé a apreciar el profesionalismo y la voz de nuestro solista, y me negué a permitirme hacer críticas inútiles.

Sinceramente, no sé si la música en sí cambió, pero a medida que obtuve una comprensión más completa de Dios, el Amor, como la Mente única, mi opinión acerca de la música y de los miembros de la iglesia sin duda lo hizo.

Desde ese entonces, he trabajado diligentemente en oración para amar y apreciar el trabajo de todos aquellos que colaboran con las actividades de nuestra iglesia filial. Un aspecto de esto ha sido una mayor gratitud por el amor que otros aportan al trabajo de iglesia, no importa cuán pequeña o grande sea su ayuda.

En lugar de mantener nuestra atención en las discusiones o la falta de armonía, podemos dejar que el amor a Dios y al hombre guíe nuestros pensamientos y acciones. Con este enfoque, llegamos a ver y probar que la idea de Dios, el hombre, mora en el reino de Dios, en unidad y armonía. Si este es nuestro deseo, encontraremos que los desacuerdos personales se resuelven de acuerdo con la norma y el ejemplo establecidos por Jesús de amar a los demás como a nosotros mismos.

Como dice en el Himno 196 del Himnario de la Ciencia Cristiana:

Que cuanto nos aleja
podamos, pues, vencer,
cual nube que despeja
el claro amanecer.
Y dulces, duraderos,
los lazos del fervor,
nos hagan compañeros,
unidos en amor.

(Jane Borthwick)

En realidad, todos moramos en la tierra del Amor, en el reino de Dios. Por lo tanto, somos intrínsecamente receptivos al mensaje divino del amor desinteresado, y abiertos a atesorar todas las variadas formas en que el bien se expresa en el mundo, incluso en nuestras iglesias.

Carol Rounds

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