Durante el bachillerato, tuve asma y me costaba mucho respirar siempre que me encontraba en un ambiente nuevo. Recibía el apoyo mediante la oración de mis padres y de un practicista de la Ciencia Cristiana, y tenía confianza de que sanaría.
Cuando me costaba respirar, a menudo encontraba alivio pensando en esta línea del Himnario de la Ciencia Cristiana: “Ambiente de divino Amor / respira nuestro ser” (N° 144, adapt., traducción español © CSBD). Para mí esto quería decir que el lugar donde me encontraba no determinaba mi salud, porque en vez de estar sujeta a un ambiente terrenal que podía cambiar de bueno a malo, yo estaba siempre en la atmósfera espiritual de Dios, la cual es inalterable, tranquila y libre.
También oraba con esta cita de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “Revestido con la panoplia del Amor, el odio humano no puede alcanzarte” (pág. 571). En lugar de “odio” humano, yo pensaba en las condiciones humanas o mundanas. Un cambio en el viento, nuevos animales domésticos en la zona, el esfuerzo excesivo, la estación del año y mi ubicación física, no eran factores que pudieran afectar a una idea espiritual, como yo sabía que era realmente. Ninguna causa o efecto terrenal, creencia material o temor podían tocarme, pues estaba protegida en el refugio seguro del amor y el cuidado de Dios. Estas ideas siempre me traían alivio en el momento, pero como el problema luego regresaba, me di cuenta de que necesitaba adquirir una comprensión espiritual más profunda para sanar por completo.
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