A pesar de todos los desafíos que tal vez enfrentemos, aquí mismo, ahora mismo, podemos sentir la presencia de Dios, cuando recurrimos a Él, la Mente divina, en busca de ayuda. ¡Cuánto anhelaba tener este entendimiento hace unos años, cuando lidiaba con tantos problemas! Un día, en mi desesperación, grité: “¡Dios mío, ayúdame!”, y fue como si una voz me dijera fuerte y claramente: “Prueba la Ciencia Cristiana”.
Sabía muy poco de esta religión, pero aquel domingo por la mañana, asistí a un servicio religioso en una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. No entendí mucho, pero me envolvió una sensación tan grande de paz y amor, que supe que regresaría.
Varios años atrás, mi querido sobrino había estado enfermo de una seria enfermedad, y después tuvo problemas para controlar su comportamiento, lo que provocaba muchos disturbios en la familia. Al buscar cierta estabilidad en nuestras vidas y pensando que tal vez él también sentiría ese amor, con el permiso de su madre lo llevé a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana.
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