A pesar de todos los desafíos que tal vez enfrentemos, aquí mismo, ahora mismo, podemos sentir la presencia de Dios, cuando recurrimos a Él, la Mente divina, en busca de ayuda. ¡Cuánto anhelaba tener este entendimiento hace unos años, cuando lidiaba con tantos problemas! Un día, en mi desesperación, grité: “¡Dios mío, ayúdame!”, y fue como si una voz me dijera fuerte y claramente: “Prueba la Ciencia Cristiana”.
Sabía muy poco de esta religión, pero aquel domingo por la mañana, asistí a un servicio religioso en una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. No entendí mucho, pero me envolvió una sensación tan grande de paz y amor, que supe que regresaría.
Varios años atrás, mi querido sobrino había estado enfermo de una seria enfermedad, y después tuvo problemas para controlar su comportamiento, lo que provocaba muchos disturbios en la familia. Al buscar cierta estabilidad en nuestras vidas y pensando que tal vez él también sentiría ese amor, con el permiso de su madre lo llevé a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana.
El comportamiento incontrolable continuó en la clase de la Escuela Dominical y provocaba muchas interrupciones. Sin embargo, como aprendemos en la Ciencia Cristiana, hay provisión para toda necesidad. Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (pág. 494). Después de orar mucho, los maestros de la Escuela Dominical decidieron asignar una maestra solo para mi sobrino, y tenían la clase en un lugar tranquilo, dentro del salón de la Escuela Dominical.
¡Su maestra era muy dedicada! Las primeras tres semanas fueron todo un desafío, pero se expresaba mucho amor y paciencia. El cuarto domingo, su maestra me vino a ver con mucha alegría para decirme que mi sobrino había estado callado y que en medio de la clase simplemente extendió sus brazos la abrazó y le dijo que la quería mucho. El amor e inspiración que ella expresaba lo habían conmovido. Todos nos regocijamos con lágrimas de gratitud. A mi sobrino le encantaba ir a la Escuela Dominical, y lo aceptaban y lo querían mucho.
Al ver el efecto tranquilizador en este niño dentro de ese ambiente, quise saber más acerca de la Ciencia Cristiana, ya que estaba enfrentando muchos desafíos en mi propia vida. Mi hermana y toda nuestra familia comenzaron a asistir con regularidad a la iglesia filial. Sabíamos que había algo especial en esta religión, y estábamos ansiosos de aprender acerca del poder sanador de Dios. Me sentía muy agradecida de aprender que Dios es un Dios amoroso y está por siempre presente y disponible para guiarnos de muchas formas útiles.
A medida que estudiaba el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, empecé a tener muchas curaciones físicas mediante la oración, así como a encontrar soluciones para mis problemas. Estas eran ciertamente pruebas del afectuoso cuidado de Dios. Resfriados y dolores de cabeza sanaron instantáneamente, a medida que aplicaba las verdades que estaba aprendiendo. Continué orando para alcanzar una comprensión más profunda de Dios y de mi relación con Él.
Una de las primeras curaciones notables que tuve fue de un tumor que durante varios años había tenido en la boca. El dentista me había instado a extraerlo quirúrgicamente, y yo estaba preocupada y tenía miedo. Pensé: “Bueno, ¿por qué no pruebas la Ciencia Cristiana, y usas lo que has estado aprendiendo?”.
¡Cómo se me abrió el pensamiento cuando leí en la Biblia que Dios hizo al hombre a Su imagen y semejanza, y que Su creación era buena! Saber que Dios hizo todo bueno, me impulsó a desear sinceramente demostrar esta verdad. Acepté el hecho espiritual de que el hombre es el reflejo de Dios, y oré para entender más acerca de mi individualidad espiritual. Esta nueva revelación me ayudó a afirmarme y reconocer que mi verdadera identidad es espiritual, no material.
Empecé a concentrarme no en simplemente sanar una condición material, sino en comprender mejor mi identidad espiritual. Percibí que no importaba lo que los sentidos materiales estuvieran declarando, yo podía afirmar mi verdadero ser como la semejanza de Dios, la expresión misma de la Vida, del todo armoniosa.
El hecho de orar partiendo de esta base espiritual, me capacitó para seguir adelante con confianza y tener una curación completa, así como para superar la duda en la habilidad que yo tenía para demostrar el poder sanador de Dios. En Ciencia y Salud, leí: “El efecto de esta Ciencia es estimular la mente humana hacia un cambio de base, sobre la cual pueda ceder a la armonía de la Mente divina” (pág. 162). La oración científica estaba ciertamente cambiando mi pensamiento de una percepción material del hombre, a una espiritual. El temor se desvaneció.
Una mañana descubrí que el tumor había desaparecido por completo, y nunca volvió. Había experimentado lo que la Sra. Eddy llama una “cirugía mental” (Ciencia y Salud, pág. 402).
Esta curación y otras me permitieron comprender que el hombre es una idea espiritual de Dios, que refleja Su perfección, e incluye todo lo que es bueno, y que este hecho espiritual puede demostrarse mediante la oración. También aprendí que Dios no nos lleva a medio camino hacia la salud y la armonía, sino todo el camino. Cuando recurrimos a Él en busca de ayuda, Dios no nos da respuestas parciales, sino que las respuestas se nos van manifestando naturalmente.
En Isaías leemos: “Un niño los pastoreará” (11:6). Puedo decir, con profunda gratitud, que mi familia ha tenido muchas oraciones respondidas al apoyarnos en la Ciencia Cristiana. Y clave para comenzar esta travesía espiritual fue la devoción de una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana y su amorosa maestra.
Peggy Gordon