En la Biblia leemos de las maravillosas curaciones que realizó Cristo Jesús. Al pensar en esas curaciones, tal vez deseemos que Jesús estuviera todavía aquí para hacer esas obras. Las buenas nuevas son que la curación como Jesús sanaba, sigue siendo posible hoy en día.
Probé esto un día cuando estaba en la escuela de postgrado y andaba en bicicleta para ir a mi trabajo de medio tiempo. Un día, cuando llegué a casa, me dolía mucho la espalda. Unos días antes había conocido a un sanador de tiempo completo: un practicista de la Ciencia Cristiana. Rengueando me acerqué al teléfono y lo llamé para pedirle ayuda.
Le recordé al practicista quien era yo y le describí mi problema. Él estuvo de acuerdo en darme un tratamiento en la Ciencia Cristiana y, al colgar el teléfono, el dolor y la discapacidad desaparecieron por completo. Lo llamé de inmediato para decirle que estaba totalmente libre. Aunque esta curación ocurrió hace algunos años, aún recuerdo vívidamente la alegría que me dio. El pronto alivio que experimenté fue una de mis primeras pruebas de que la curación de la manera que Jesús sanaba es posible mediante la Ciencia divina del Cristo.
Jesús prometió que Dios mandaría un “Consolador” —“el Espíritu de verdad”— para continuar instruyendo a la humanidad sobre la forma de sanar y salvar como Jesús lo hacía (véase Juan 14:16, 17). Y apenas unos pocos versículos antes, Jesús prometió que sus seguidores continuarían haciendo las obras que él hizo: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará” (Juan 14:12).
La Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, anhelaba sanar como Jesús lo hacía, y encontró en la Biblia la Ciencia que respaldaba las obras sanadoras de Jesús. De hecho, a la verdad que descubrió ella la llamó “la Ciencia de la Biblia” (Retrospección e Introspección,pág. 27). Instruida por esta Ciencia, comenzó a probar su validez sanando de la misma manera que Jesús sanaba, y enseñó a otros a hacer lo mismo.
Sanar como Jesús sanaba requiere la comprensión de la Verdad divina.
Sanar de la forma como Jesús sanaba, requiere la comprensión de la Verdad divina. En el Evangelio de Juan, Jesús les dijo a aquellos que creían en él que si continuaban en su palabra y conocían la verdad que él conocía, la verdad los haría libres (véase Juan 8:31, 32). Esta verdad liberadora que Jesús enseñó, y que la Ciencia Cristiana ha magnificado, es que Dios es el bien, que Dios es Espíritu y todopoderoso. Jesús probó que el hombre es la semejanza del Espíritu y es espiritual. También nos dejó muchas instrucciones sobre cómo vivir, por ejemplo: hacer el bien a los demás, perdonar a aquellos que nos han hecho mal, ser manso y humilde.
Al referirse a la habilidad de Jesús para percibir la verdad espiritual o realidad, y de ese modo traer curación a la experiencia humana, la Sra. Eddy escribió: “Jesús contemplaba en la Ciencia al hombre perfecto, que a él se le hacía aparente donde el hombre mortal y pecador se hace aparente a los mortales. En este hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esta perspectiva correcta del hombre sanaba a los enfermos” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 476–477).
Hace poco, fui testigo de este poder de Dios para sanar cuando un miembro de mi familia estaba sufriendo muchísimo de una fiebre y los síntomas asociados con ella. Le pedimos tratamiento a un practicista de la Ciencia Cristiana, y yo también estaba orando. De pronto, me vino al pensamiento un artículo por Mary Baker Eddy sobre cómo debe un sanador de la Ciencia Cristiana declarar mentalmente la salud perfecta de su paciente, y también declarar la habilidad que tiene el paciente para saber que está sano (véase Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 220).
Al recurrir a lo que había estado aprendiendo acerca de la bondad omnipotente de Dios, de pronto percibí claramente que eso debía ser verdad acerca del miembro de mi familia. De inmediato, ella dijo en voz alta: “La fiebre está desapareciendo. Me siento muchísimo mejor”. Los síntomas se disiparon de inmediato, y ella durmió tranquila el resto de la noche. En un corto tiempo, con el continuo apoyo del practicista, unos pocos efectos persistentes del problema también se esfumaron.
De las experiencias que he tenido, solo puedo llegar a la conclusión de que la curación como Jesús sanaba no solo es posible hoy, sino que también se sigue produciendo. Está ocurriendo para aquellos que creen, como el discípulo Pedro, que Jesús es “el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16). Está ocurriendo para aquellos que viven la vida humilde y llena de perdón que Jesús ejemplificaba. Está ocurriendo para aquellos que conocen y comprenden la verdad que Jesús conocía, aquello que Mary Baker Eddy llamó la Ciencia del Cristo, y la Ciencia de la Biblia. Estas son las buenas nuevas de la Ciencia Cristiana.