Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

El bulto se disolvió con la regeneración espiritual

Del número de diciembre de 2017 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 9 de octubre de 2017 como original para la Web.


Hace varios años, descubrí un bulto debajo del brazo. Esto instantáneamente trajo imágenes mentales de varias situaciones que me daban mucho miedo.

Me di cuenta de que necesitaba hacer algo más que simplemente tener algunos buenos pensamientos siempre que notaba esa condición cuando me duchaba. Empecé a dedicar un tiempo cada día para orar con más constancia para que se produjera la curación. Había tenido muchas curaciones mediante la oración y apoyándome en Dios.

A veces mi oración era una petición, pidiéndole a Dios que fortaleciera mi comprensión espiritual y me diera valor. En otras ocasiones, mi oración era un reconocimiento de que Dios es el único poder y presencia que existen, y de que mi identidad es íntegra, saludable y completa, porque soy la imagen y semejanza de Dios. De mi estudio de la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, había aprendido que esta semejanza tiene la sustancia del Espíritu divino, no de la materia.

No obstante, mi salud empeoró, empecé a tener dolores y molestias durante todo el día. A veces me sentía tan débil y cansada que luchaba por encontrar la fortaleza o el interés para realizar mis actividades normales.

Ahora me doy cuenta de que alrededor de un año antes de que se manifestara el problema, se había estado produciendo un cambio gradual en mi forma de pensar. Si bien antes yo era naturalmente alegre y sentía que cuidaban mucho de mí, empecé a tener con más frecuencia una sensación de pérdida y tristeza.

Aunque el cambio no me había alertado de que necesitaba pedir ayuda, el deterioro de mi salud física fue un llamado de atención. Me comuniqué con una practicista de la Ciencia Cristiana para que me diera tratamiento en esta Ciencia. Ella estuvo de acuerdo de inmediato en orar por mí, y me aseguró que no tenía importancia lo que las señales y síntomas parecieran sugerir; yo era la hija de Dios, hecha a Su imagen, por lo tanto, era perfecta. Me dijo que rechazara todo diagnóstico que se presentara en mi pensamiento, porque la creencia mortal de que podía ser algo que no fuera espiritual y perfecta, no tenía realidad alguna. Me sentía agradecida por su apoyo firme y tratamiento mediante la oración.

Durante casi un año, recurrí a la practicista de la Ciencia Cristiana muchas veces cuando me sentía atemorizada o desalentada. El aliento que me brindaba con su oración sostenía mi confianza en Dios y mi comprensión cada vez mayor de mi eterna relación con Dios.

Como resultado, muchos pensamientos malsanos salieron a la superficie para ser sanados. Antes de tener este desafío físico, una buena amiga había sido diagnosticada con una condición física que los médicos consideraban incurable. Además, hacía unos años, había muerto mi madre, y yo seguía luchando con los sentimientos de tristeza debido a su fallecimiento. Sentía que no podía soportar perder a otra persona cercana a mí. En mi vida también abundaban los conflictos personales, en mi iglesia, mi familia y mi lugar de trabajo. Sumado a la desesperación que sentía, estaban los numerosos conflictos nacionales y globales que ocupaban mi pensamiento, incluso el terrorismo mundial, respecto al cual yo no veía ninguna forma práctica de poder contribuir a detenerlo.

A pesar de todo, me sentí fortalecida con mi decisión de apoyarme totalmente en Dios para sanar. Cada día me despertaba y buscaba inspiración en la Biblia. Este pasaje de Jeremías me reconfortó mucho: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (29:11). Me recordó que el hijo de Dios solo puede tener “el fin que esperáis”: una vida llena de paz, alegría y salud, en vez de tristeza y enfermedad.

Estaba convencida de que el hecho de recuperar mi salud estaba directamente relacionado con mi necesidad de sentir más constantemente esa paz que Dios da, en la cual el temor, la ira y la tristeza no tienen lugar, así que yo podía sentirme menos abrumada por ellos y recuperar mi alegría. Y necesitaba amar más. Me di cuenta de que había estado identificando a mi amiga con su diagnóstico de enfermedad, y que amarla verdaderamente significaba verla como Dios la ve —sana y completa— no como algo menos de lo que ella había sido siempre. Percibí que mi amiga era y siempre sería, la expresión del Alma, reflejando por siempre las cualidades de inteligencia, buen humor y franqueza que hacían que cada conversación con ella fuera muy inspiradora. Como resultado de ello, nuestras visitas semanales se volvieron más alegres.

Un cambio gradual en el pensamiento, producido por la oración, me ayudó también a empezar a ver de diferente manera mi lugar de trabajo. Sabía que no podía amar selectivamente a algunas personas y sentir antipatía por otras. No podía amar a mi amiga, y verla afectuosa, pero identificar a mis compañeros de trabajo como difíciles u obstinados. Cristo Jesús nos indicó que amáramos a nuestro prójimo como a nosotros mismos (véase Mateo 22:39), y luego pasó su tiempo en la tierra demostrando que su prójimo incluía a todos.

Este mismo cambio de pensamiento sanó mi percepción de la comunidad y actividades de mi iglesia. Yo había sido un miembro activo de mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico, durante muchos años, y había experimentado de forma directa los beneficios de estar envuelta en ella. La Iglesia, y mi familia de iglesia, me habían apoyado y elevado espiritualmente de forma constante en momentos de necesidad.

Pero al cumplir mis responsabilidades como miembro, empecé a sentir un sentido personal de responsabilidad por la iglesia. Además, me parecía que no tenía la capacidad para realizar el trabajo, que estaba decepcionando a otros, y que en cierta forma la iglesia me estaba decepcionando a mí. Sin embargo, mediante la oración, la sensibilidad y el fariseísmo dieron paso a una sensación de calma, una sensación de “justicia” acerca de la iglesia. Fue como si mis ojos hubieran estado cerrados, y cuando los abrí vi muchas expresiones de amor y cuidado cristiano en las actividades de nuestra congregación. Fue como regresar al hogar para mí, y me apoyó en mi progreso para tener la curación física completa.

Reconocí que, como discípula de Cristo, mi único propósito —“el todo del hombre” escribe la Sra. Eddy— es “ama a Dios y guarda Sus mandamientos” (véase Ciencia y Salud, pág. 340). Amar a Dios con todo mi corazón, alma y mente. Amar a mi prójimo como a mí misma. Ama a Dios y no temas. Esto nos acerca más a Dios y a Su reino de los cielos. Cuando me sentía tentada a ver el mismo comportamiento disociador en la oficina, invertía el pensamiento de que el reflejo de Dios, Su hijo, pudiera expresar algo que no fuera cooperación y consideración. De modo que empecé a estar más consciente de los actos de bondad y buena disposición. Empecé a expresar mi aprecio por el trabajo bien hecho, y elogié la resolución de problemas en el lugar de trabajo. Muy pronto me di cuenta de que iba a la oficina con un sentido de propósito que hacía mucho tiempo que no sentía.

Cuando escuchaba en las noticias que había habido violencia, en lugar de reaccionar rápidamente con expresiones verbales de horror y tristeza, empecé a responder con afirmaciones silenciosas de la totalidad de Dios. En lugar de apoyar los reclamos para que hubiera un castigo más duro y retribución por los individuos responsables de actos de terrorismo, oraba para que mi pensamiento fuera elevado espiritualmente y obtuviera una respuesta mejor y más útil.

Si bien todavía hay muchos informes en las noticias que crean perturbadoras imágenes de los conflictos mundiales, ya no siento ese profundo sentido de desesperación e impotencia. El decaimiento ha desaparecido de mi corazón.

Respecto al problema físico, después de más de un año me di cuenta de que ya no estaba revisando si el bulto había desaparecido. La debilidad y otros síntomas físicos disminuyeron, y reanudé mis actividades normales. Por primera vez en más de un año, podía salir a dar largas caminatas y disfrutar otras actividades que había extrañado mucho. Sabía que había sanado sin que necesitara ver la evidencia física.

Un día, cuando me estaba duchando, descubrí que no había señal alguna del bulto, ni de ninguna otra anormalidad.

Cada uno de nosotros puede participar activamente y contribuir a establecer la paz y traer curación para nosotros mismos y para el mundo. He encontrado inspiración y un deseo de expresar más compasión y gracia —más activismo espiritual— en esta declaración de Phillips Brooks citada en el epígrafe de Mary Baker Eddy: Christian Healer por Yvonne Caché von Fettweis y Robert Townsend Warneck: “Dios no nos ha dado vasto aprendizaje para resolver todos los problemas, o sabiduría infalible para dirigir todos los extravíos en la vida de nuestros hermanos; sino que nos ha dado a cada uno de nosotros el poder de ser espirituales, y por medio de nuestra espiritualidad elevar, agrandar e iluminar las vidas que tocamos”. Este es el tipo de activismo que hace la diferencia.

Estoy sumamente agradecida por la curación física que tuve como resultado del crecimiento espiritual que mencioné aquí, y por la inspiración espiritual que me trajo.

Connie Byrd
Jacksonville, Florida, EE.UU.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / diciembre de 2017

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.