Un domingo, hace casi treinta años, varios de nosotros estábamos conversando en nuestra Sociedad de la Ciencia Cristiana después del servicio religioso, cuando una persona que ninguno de nosotros conocía entró en el edificio.
Una amiga se me acercó y me dijo que esta persona estaba haciendo amenazas y quería hablar conmigo. Yo había estado conversando animadamente con algunas personas de otro país que estaban visitando nuestra sociedad, y por un momento me pregunté: “¿Por qué conmigo?” Pero fui a ver al hombre.
En aquella época, había una guerra en mi país, y este señor me dijo que era guerrillero, y que si llamaba a la policía o al ejército, nos mataría a todos. Él quería saber si Dios existía y me aseguró que si lo ayudaba a entender, nada nos pasaría a nosotros.
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