En septiembre pasado, recibí noticias alarmantes en mi país. Estaba en mi trabajo en el medio del día, y de pronto comenzaron a llegar alertas de ataques terroristas a Mumbai, así como a ciudades y pueblos aledaños en la parte occidental de India.
Aparentemente, unos estudiantes informaron que habían visto “terroristas” vestidos con uniforme y armados, caminando por una parte aislada de nuestra ciudad. Las autoridades consideraron que la amenaza era creíble, y elevaron el nivel de seguridad.
Dadas las situaciones de terrorismo que hemos tenido en Mumbai, y la escalada de violencia en la frontera con Cachemira (apenas unos días antes había habido allí un ataque fatal en la base militar), había mucho temor.
En mi función como Coordinadora de Comunicaciones de La Iglesia Madre para Asia, sentí la necesidad de responder muy rápidamente a la alerta en mi ciudad, y sabía que otros Científicos Cristianos en Mumbai, y en otras partes de la región, también estarían orando por esta situación. Envié un correo electrónico a los Científicos Cristianos en toda el área diciendo, en esencia: “Todos estamos apoyándolos y sabiendo que no hay amenaza contra la paz y la seguridad en el reino de los cielos”. Sabía que cada uno de nosotros está en este reino de los cielos aquí mismo en la tierra, nadie está excluido de él. Y en mi correo incluí un poema que para mí es muy inspirador, llamado “Ciudad de refugio”, el cual describe la visión de San Juan de este reino en el Apocalipsis. El mismo dice:
Una ciudad vio Juan el bien amado,
un estado de consciencia tan puro
que la imperfección entrada alguna halla,
y solo perduran el amor y la paz.
Esta ciudad ni vigilancia ni refugio requiere,
pues no hay enemigo del cielo o del mar
que arma para dañarla encuentre;
sus muros permanecerán por siempre.
Y todo aquel que este refugio celestial busca
verá que el Amor infinito restaura
los tesoros que se creían esfumados;
y ya nadie más estará acongojado.
(Mabel Stuart Curry, Journal, Noviembre de 1951)
La gente empezó a responder a mi carta y decían que era muy útil.
Al anochecer todavía había mucha incertidumbre. Pero a la mañana siguiente, sentí un cambio en el pensamiento, como que parecía que la gente había pasado de sentirse paralizada por el miedo, a levantarse en rebelión contra él. No capturaron a nadie, y nadie pudo verificar si la amenaza había sido seria como informaron, pero todos en la ciudad continuaron su vida como de costumbre. La gente fue a trabajar, y la mayoría de las escuelas de Mumbai permanecieron abiertas, como si fuera un día normal. De hecho, la reunión de Asociación de la Ciencia Cristiana programada para celebrarse ese fin de semana en Mumbai tuvo lugar, y todos los que habían planeado asistir a la reunión pudieron venir. Nadie tuvo que cambiar sus planes, y no hubo ninguna demora.
Aquel domingo en la iglesia muchos miembros expresaron su gratitud por el poema “Ciudad de refugio”, porque se sintieron reconfortados por él, y pudieron compartirlo con amigos y familiares de todas las religiones.
Días después, las noticias informaron que el estudiante que había asegurado haber visto “terroristas” admitió que era una broma, aunque otros estudiantes también habían dicho que habían visto gente sospechosa en la misma área. No obstante, esta experiencia me enseñó una buena lección, que es siempre bueno responder a informes de un peligro inminente, hasta que se sabe que no hay peligro.
Hoy en día, escuchamos acerca de las muchas formas en que la gente es influenciada, y no siempre para bien. Nos enteramos de organizaciones terroristas, y la influencia que tienen alrededor del mundo, especialmente en la gente joven. En la India y en ciertas partes de Asia, esta amenaza es muy real. Por ejemplo, en Mumbai, la juventud ha sido radicalizada por Internet, y han dejado a su familia de la noche a la mañana, sin decirles nada, para viajar a otros países a luchar junto a estos grupos terroristas.
Esto es algo por lo que oro mucho. En el Apocalipsis dice que, en la visión espiritual revelada a Juan, en la ciudad santa o Nueva Jerusalén, “no entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira” (21:27). Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, define La Nueva Jerusalén, en parte, como “el reino de los cielos, o reino de la armonía” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 592). En mis oraciones, sé que nada puede interrumpir esta armonía eterna para el hombre. Nada puede entrar en la consciencia que dice “mentira”.
Con frecuencia oro desde el punto de vista de que hay un solo Dios y una sola creación, y afirmo la unidad de Dios y Su reflejo, el hombre. Oro para comprender que solo hay un Mente, y que no existe separación alguna entre esta Mente divina y su idea. Como Científicos Cristianos, es nuestro deber saber que, puesto que solo hay una Mente, un Amor divino, que nos gobierna, nosotros no podemos influir a otros, o ser influidos, erróneamente (véase Mary Baker Eddy, Manual de la Iglesia, pág. 40); nadie tiene ninguna otra mente que no sea esta Mente o Amor únicos. Este Amor divino no nos está impulsando a nosotros, o a ningún hombre, mujer o niño, a ser violento, deshonesto, disociador o destructivo, siento que es por eso que este poema en particular me conmovió tanto. Nos asegura que estamos a salvo en el reino de los cielos, donde ninguna mentira o pensamiento malvado puede entrar para influenciar, amenazar o atacar a los hijos de Dios.
Me encanta como termina “Ciudad de refugio”: “y ya nadie más estará acongojado”. Me recuerda el versículo en Apocalipsis que dice: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (21:4). Para mí, esta es una promesa de Dios para todos Sus hijos en todas partes, y podemos orar para ver que esto se revela cada vez más.
Priya Aga
[El] reino de Dios está “dentro de vosotros”*, está al alcance de la consciencia del hombre aquí, y la idea espiritual lo revela. En la Ciencia divina, el hombre posee conscientemente este reconocimiento de la armonía en proporción a su comprensión de Dios.
— Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 576
* Según la versión King James de la Biblia
