Era un día de sol y hacía calor. Acabábamos de armar nuestra piscina y teníamos muchas ganas de nadar. Pero ¡la verdad es que el agua no estaba tan caliente! Así que salté afuera de la piscina tan rápido como había saltado adentro, y cuando fui a entrar en la casa vi que había una avispa dando vueltas. Tenía miedo de entrar y tenía miedo de quedarme afuera. Finalmente, mi papá me convenció de que yo estaba a salvo y pude entrar. Me hubiera gustado no estar tan asustado. Era tan solo un bicho, ¡pero a mí no me gustaban los bichos!
En la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, estoy aprendiendo que no tengo que creer nunca en un poder más grande que Dios o en un poder aparte de Dios. Por eso me gusta la historia de Daniel en el foso de los leones (véase Daniel, capítulo 6). Daniel era un hombre bueno que amaba a Dios, y lo pusieron en un foso lleno de leones porque se negó a adorar a otro que no fuera Dios. Lo que me encanta de esta historia es que Daniel estuvo a salvo. Los leones nunca le hicieron daño. Cuando hablamos sobre esta historia en la Escuela Dominical, hablamos del amor de Dios por Daniel y el amor que Dios tiene por los leones, también. Daniel sabía que Dios tenía el control sobre todas las criaturas y que lo único que tenía que hacer era poner siempre a Dios primero. Él seguía el primero de los Diez Mandamientos: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3). Para mí este mandamiento significa que nunca tenemos que tener miedo o creer que puede haber un poder aparte de Dios.
Un día en la escuela, vi otra avispa volando alrededor. Traté de ignorarla, pero otros la vieron y se pusieron muy nerviosos. La avispa se posó en la alfombra junto a mí, y luego voló hasta mi cabeza. Ahí fue cuando realmente me asusté mucho. A mí nunca me habían picado, pero todos decían que dolía.
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