En una oportunidad, estaba conversando con un médico sobre la curación y la oración, y me contó una historia que era importante para él. Me dijo que había tratado a una mujer de cáncer durante más de una década. Un día, ella entró en su oficina y le pidió que detuviera todo el tratamiento. Después de hablar con ella sobre eso, la dio de baja y la alentó a que saliera y celebrara todas las alegrías en su vida. Dos años más tarde, ella regresó —totalmente libre del cáncer— al darse cuenta de que había sanado cuando dejó de identificarse con la enfermedad. El buen doctor reconoció que la curación se había producido mediante ese cambio en el pensamiento, y comentó con aire pensativo que hay mucho más que necesitamos aprender acerca de la curación.
Aprecio mucho este breve encuentro con el médico porque fue una muestra de respetuosa camaradería, y demostró que ambos coincidíamos en que estábamos interesados en comprender más acerca de la curación. También estoy al tanto de que muchas personas están explorando y preguntando sobre la naturaleza mental e incluso espiritual de sanar la enfermedad. Parece haber un despertar en el pensamiento en lo que se refiere a comprender la curación, y es un cambio de una base material a una base espiritual. Yo he sentido este cambio en mi propio pensamiento.
Hace muchos años, cuando comencé a captar las ideas de la Ciencia Cristiana, tenía una amiga que estaba enfrentando un desafío muy duro, y yo sinceramente quería ayudarla. Compartí con ella lo que estaba aprendiendo acerca de la Ciencia Cristiana, y oré por ella. Un punto clave que estaba aprendiendo en esta Ciencia es que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, la Verdad, lo que significa que mi amiga estaba hecha a imagen de Dios, por ende, era espiritual. Cuando ella empezó a identificarse a sí misma espiritualmente —con alegría, amor y todas esas cosas que dan testimonio de la vida— en lugar de identificarse con sus circunstancias, esto hizo que su pensamiento cambiara de estar temerosa a sentirse muy animada y reconfortada. Percibí que cuando el cuadro mental era espiritual, se producía un cambio y que era el elemento espiritual en el pensamiento el que prevalecía y determinaba la experiencia externa y verdadera.
Así como aquella paciente dejó de identificarse con una enfermedad, y mi amiga logró identificarse a sí misma más espiritualmente, del mismo modo estas acciones brindaron una vislumbre de algo más elevado, más real y verdadero, y esto produjo un suave despertar y ofreció una perspectiva más elevada de uno mismo que finalmente trajo curación y consuelo.
En mi estudio de la Ciencia Cristiana, he encontrado que hay una influencia divina que está siempre activa y presente en la consciencia humana. La Ciencia Cristiana, que descubrió Mary Baker Eddy, y ella articuló en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, explica que la fuente de esta influencia es el Principio divino y regla que sustentaban las palabras y obras sanadoras de Cristo Jesús. Él ponía mucho énfasis en la acción de la mente humana, sabiendo que es el pensamiento el que gobierna la acción. Y la Ciencia Cristiana reconoce que la energía mental es un poder recuperativo (véase Ciencia y Salud, pág. 394), pero sana desde una base puramente espiritual. De modo que, lo que se destacó para mí como algo único en la Ciencia Cristiana es que lo que sana es la influencia del Amor divino en la mente humana. Esto ocurre no en la manipulación mental, sino en la oración. Durante siglos, la oración ha incluido la abnegación ante la presencia de Dios, y aún hoy comienza con el deseo puro y profundo de sentir esta influencia divina, de insistir en nuestra unidad con Dios, y afirmar nuestra identidad espiritual.
La Ciencia Cristiana se encuentra resumida en “la declaración científica del ser”, que se encuentra en la página 468 de Ciencia y Salud, la cual concluye: “el hombre no es material; él es espiritual”. Identificarse a uno mismo espiritualmente —con todo lo que proviene de Dios, todo lo que es bueno, perdurable y verdadero— ha sido el punto fuerte que me ha traído curación en varias oportunidades, ya sea en la curación de serias quemaduras en la cara, la feliz resolución de un problema financiero, o la grata presencia de la paz y el respeto en una relación en conflicto. Familiares y amigos que han practicado la Ciencia Cristiana también se han sanado de huesos quebrados, migrañas, herpes y otras condiciones. La Ciencia Cristiana tiene un registro cada vez mayor de curaciones de casi todas las enfermedades o discordancias concebibles, que actualmente llegan a decenas de miles de casos verificados, todos basados en el Principio fundamental de la Ciencia Cristiana, que identifica al hombre como espiritual.
Este cambio mental, de identificarse con la enfermedad a identificarse con una percepción más elevada y espiritual de uno mismo, está al alcance de todos. Ciertamente, el estar dispuesto a dejar atrás los conceptos limitados y tan trillados del yo, ayudará a la persona a ser más receptiva para aceptar un punto de vista más renovado y elevado de ella misma. Pero el amor a Dios y una comprensión cada vez mayor de la bondad de Dios, y nuestra relación inseparable con Él, pone la curación sobre una base espiritual permanente, que no está sujeta a las variaciones de un enfoque psicológico o al péndulo del pensamiento positivo.
Cada día tenemos que tomar una decisión. He descubierto que optar por conocer a Dios más claramente e identificarme a mí misma como la hija misma de Dios, hecha a Su imagen y semejanza, asegura mi vida con firmeza. Siento que con mucha modestia estoy expresando la Mente de Cristo, “[Permitiendo que haya] en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5), la cual abre mi corazón de forma que pueda seguir en cierto grado el camino que el Cristo enseñó. Esto trae curación y alegría a mi vida.
Se está produciendo un despertar, y más gente está tomando conciencia de que puede optar por dejar de identificarse con la enfermedad —o el pecado, la muerte u otras ideas limitantes— y elegir la alegría y la vida. Y cuando esa elección mental consciente incluye la posibilidad de aceptar nuestra propia identidad espiritual permanente e inherente, en la cual el hombre es la imagen y semejanza de Dios, se produce la curación. Hay una influencia divina que está siempre presente en la consciencia humana, y todos podemos despertar a su poder sanador ahora.
Kim Crooks Korinek
Redactora Adjunta
