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Para superar el odio

Del número de enero de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Como muchos, he tratado de no sentirme consternada por el odio que recientemente hemos visto expresado, tal como ocurrió en Charlottesville, Virginia, Estados Unidos, y en Barcelona, España. Me he sentido impulsada a orar por la situación, afirmando a diario que Dios, el Amor divino, nos creó a todos espirituales y capaces de expresar mucho amor.

Ya hace décadas que la Biblia ha sido mi roca en tiempos buenos y malos, y he encontrado que la fortaleza que expresaba Cristo Jesús al enfrentar el odio, brinda mucha inspiración y trae curación.

Los Evangelios indican claramente que Jesús no era débil al enfrentar el mal. En más de una ocasión denunció la maldad en términos muy explícitos. Pero él también señalaba cómo tener una vida mejor y más pura; vida que realmente nos pertenece a todos, y en la cual todos somos los hijos e hijas del Amor divino, Dios.

Jesús probó cómo esta comprensión espiritual de nuestra relación con Dios puede mantenernos a salvo del odio, cuando una multitud lo llevó al borde de una colina con la intención de despeñarlo y matarlo. La Biblia dice: “Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue” (Lucas 4:30).

Se encuentra mucha fortaleza cuando nuestro pensamiento recurre al cuidado de Dios y cedemos al Amor divino.

Todo lo que hizo Jesús lo hizo por amor, amando aun a aquellos que lo odiaban. Y esperaba que otros fueran capaces de hacer lo mismo. Para Jesús lo esencial respecto a sus discípulos era: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 15:12). Para mí, la obediencia de este mandato incluye reconocer que nadie está más allá del poder sanador y redentor del Amor divino, aun cuando el odio parezca estar de lo más arraigado.

Un primer ejemplo de dicho cambio es el hombre a quien ahora conocemos como el Apóstol Pablo. Durante años había perseguido a los seguidores de Cristo Jesús. Y aunque podía ponerlos en prisión injustamente, e incluso mantenerse impávido mientras asesinaban a uno de ellos, él no podía detener las oraciones de aquellos que perseguía.

Con el tiempo, su vida y su carácter fueron transformados al comprender el poder del amor semejante al Cristo, demostrado por la disposición que tuvo uno de los primeros seguidores de Jesús, llamado Ananías. Él expresó ese amor ante la violencia que Pablo, cuando se llamaba Saulo, manifestaba contra ellos. Pablo, que había sido un hombre lleno de odio y que se creía muy bueno y justo, se transformó en un poderoso ejemplo del poder del Amor para redimir al malhechor y salvar al inocente.

Todos los días, al leer las noticias, me pregunto: “¿Puedo yo amar lo suficiente como para ver que aquellos que expresan odio, son realmente los hijos espirituales de Dios, y no mortales llenos de odio?” Mentiría si dijera que esto es fácil de hacer. Del mismo modo, el amor que me esfuerzo por sentir tampoco es simplemente una forma de emparchar los desafíos que presentan estos sucesos. Pero me he sentido inspirada por un artículo titulado “Amor”, en el cual la fundadora del Christian Science Monitor, Mary Baker Eddy, escribe: “Exijo mucho del amor, exijo pruebas eficaces en testimonio de él y, como su resultado, nobles sacrificios y grandes hazañas” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 250).

Se encuentra mucha fortaleza cuando nuestro pensamiento recurre al cuidado de Dios y cedemos al Amor divino. Entonces, en lugar de quedarnos atrapados en la justificación propia o en el temor de que las cosas nunca van a cambiar, nuestros corazones pueden responder a la perspectiva del Amor, al afirmar y discernir la verdad espiritual de que el Amor gobierna todo, aun cuando los sucesos corrientes no reflejen eso.

Una declaración que hizo Pablo en una carta a los seguidores romanos de Cristo Jesús después de que cambiara su carácter, tiene un fuerte mensaje para los tiempos actuales. Tras enumerar las enseñanzas de la Biblia acerca de no cometer adulterio, no matar, robar, mentir o codiciar, Pablo escribe: “y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (véase Romanos 13:8-10).

La ley del Amor, Dios, es infinitamente más poderosa que el odio, y yo estoy orando para ver esta ley divina en operación para liberar tanto a los que odian como a los que son blanco de su odio, para que no estén sujetos a la animosidad y al temor.

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