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Sanemos invirtiendo la evidencia falsa

Del número de enero de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”, dijo Cristo Jesús (Juan 8:32).

Más adelante, cuando Pilato estaba interrogando a Jesús para averiguar por qué los líderes judíos querían crucificarlo, Jesús dijo: “Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz”. Pilato entonces le preguntó: “¿Qué es la verdad?” (Juan 18:37, 38).

Pienso que cada uno de nosotros necesita responder a esta pregunta. Y solo podemos encontrar la respuesta mediante las enseñanzas y demostraciones de nuestro querido Salvador, Cristo Jesús, las cuales nos proveen de lo necesario para seguirlo y hacer las obras que él hizo, como prometió que haríamos (véase Juan 14:12).

En la Biblia leemos acerca de las numerosas curaciones de enfermedades de todo tipo que realizó Jesús, al restaurar la vista a los ciegos y oído a los sordos, al echar fuera demonios, y así sucesivamente. Él invirtió por completo la evidencia física de la enfermedad mediante su comprensión y demostración de la Verdad (otro nombre para Dios), y reveló la realidad espiritual, poniendo al descubierto la maravillosa naturaleza todopoderosa y totalmente amorosa de nuestro Padre-Madre Dios. Jesús nos mostró nuestra propia individualidad espiritual y verdadera, exactamente de acuerdo con la ley perfecta del bien eterno de nuestro Padre.

A medida que reconocemos que Dios nos está abrazando y gobernando a todos nosotros, Sus queridos hijos —y permitimos que la verdad y el amor de Dios inspire y cambie nuestra forma de pensar— somos sanados. Si los males que Jesús destruyó hubieran sido reales, los mismos no podrían haber sido eliminados, puesto que no es posible cambiar o invertir la realidad. Solo lo que Dios, el bien infinito, está manifestando puede ser real. El aplicar en oración estos hechos espirituales científicos, invierte la evidencia de los sentidos materiales en la consciencia humana, y de esa manera nos revela que somos los hijos amados y perfectos de Dios aquí mismo y estamos bajo Su cuidado afectuoso, como siempre lo hemos estado.

Hace poco, mi esposo empezó a tener síntomas de un fuerte resfriado, y no se sentía de ninguna manera bien. Empecé a orar de inmediato para afirmar claramente en mi propio pensamiento que él era la imagen y semejanza espiritual de Dios, el Amor divino y, por lo tanto, no era posible que esto fuera una realidad para él. Dios estaba cuidando de todos nosotros, incluso de mi esposo, en ese mismo momento. Continué orando de esta forma, invirtiendo en mi propio pensamiento la sugestión de enfermedad, reconociendo los hechos espirituales que yo había aprendido a través de mi estudio de la Ciencia Cristiana.

Después de un rato, mi esposo me dijo que se daría un baño caliente, fue al piso de arriba para abrir la canilla, y bajó otra vez a esperar que se llenara la bañadera. Mientras bajaba las escaleras, de pronto se dio cuenta de que todos los síntomas habían desaparecido por completo. Y ese fue el fin de la molestia. Mi esposo no es estudiante de Ciencia Cristiana, pero le gusta que ore por él cuando surge la necesidad, y como no había tomado ningún remedio material, él atribuyó su repentina curación a la oración.

Mary Baker Eddy descubrió que la Ciencia divina que sustentaba el ministerio de curación y enseñanza de Jesús, sigue estando disponible para todos nosotros hoy, tal como ilustran la experiencia de mi esposo y tantos testimonios publicados en esta revista a lo largo de los años. La Sra. Eddy comparte en sus escritos la comprensión y prueba que ella obtuvo al aplicar esta Ciencia en su propia vida, sanándose a sí misma y a sus semejantes. Como afirma su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “La Ciencia revierte el falso testimonio de los sentidos físicos, y mediante esta reversión los mortales llegan a los hechos fundamentales del ser” (pág. 120).

En La unidad del bien, la Sra. Eddy nos presenta un ejemplo de cómo practicar este concepto de inversión, que destruye tanto el pecado como la enfermedad. Ella dice:

“Por medio de estas tres declaraciones, o falsas declaraciones, el mal se arroga autoridad:

La primera: El Señor creó el mal.
La segunda: El Señor lo conoce.
La tercera: Yo le tengo miedo.
Por un razonamiento inverso, el mal tiene que ser destronado.
Primero: Dios jamás creó el mal.
Segundo: Él no lo conoce.
Tercero: Luego no tenemos por qué tenerle miedo.
Ensaye este método, querido investigador, y así logrará ese Amor perfecto que ‘echa fuera el temor’, …” (pág. 20)

Todos podemos aprender a sanarnos a nosotros mismos y a nuestros semejantes de las falsas pretensiones de la materia, al seguir las enseñanzas de Cristo Jesús y ponerlas en práctica. Al apartarnos de la evidencia material falsa, y volvernos en oración a Dios, la Verdad divina —y estar atentos a la verdad que Dios nos está revelando, como hizo Jesús— estamos reconociendo que Dios tiene todo el poder y presencia. Esto nos bendice y nos libera.

A medida que, mediante nuestras oraciones, realmente lleguemos a comprender y a saber claramente que algo que no es bueno no proviene de Dios y, por ende, no es verdad, dejaremos de tenerle miedo. No daremos a la falsedad ninguna base donde apoyarse; y al estar cada vez más seguros de que la falsedad es irreal, la misma dejará de manifestarse. Sentiremos que la verdad y el amor sanadores de Dios llegan en abundancia a nuestra consciencia. Al valernos de las enseñanzas de Cristo, encontraremos la Verdad que nos hace libres.

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