Cuando enfrento una situación difícil o intimidante, pienso con frecuencia en la charla que David tuvo con su hijo Salomón cuando se le dio la tarea de construir un templo para el Señor. Según indica Primero de Crónicas, le dijo: “Esfuérzate, sé valiente y haz la obra; no temas ni te acobardes, porque el Señor Dios, mi Dios, está contigo. Él no te fallará ni te abandonará, hasta que toda la obra del servicio de la casa del Señor sea acabada” (28:20, La Biblia de las Américas). Saber que Dios nos está apoyando cuando hacemos lo que sea que necesitemos hacer, o que deseamos hacer (siempre y cuando el motivo sea bueno), ha sido muy reconfortante para mí, especialmente durante este último año escolar.
Actualmente estoy en mi último año del bachillerato en una escuela cerca de mi casa en las afueras de París. Una de las clases que estoy tomando es español. A principios del año, estudiamos un capítulo en nuestro libro de texto de español sobre el lugar que ocupan las mujeres en la sociedad. Trabajamos casi un mes con este capítulo.
Cuando avanzamos en este capítulo, la profesora le pidió a cada estudiante que preparara una breve presentación oral en español sobre una mujer importante que haya tenido influencia en su época. Nos dijo que luego tendríamos la oportunidad de hacer nuestra presentación enfrente de la clase, pero que era voluntario.
Hay muchas mujeres notables que han dejado una marca en la historia, por ejemplo, Marie Curie, Juana de Arco y Rosa Parks. Algunos de mis compañeros decidieron hacer su presentación sobre esas mujeres. Sin embargo, yo quería hacer una presentación sobre una persona cuya contribución al progreso de la humanidad no puede compararse con ninguna otra: Mary Baker Eddy. De inmediato, me vino la inspiración.
Hasta que empecé mi investigación, lo único que realmente sabía acerca de ella era que era una líder religiosa estadounidense del siglo XIX que descubrió la Ciencia Cristiana y escribió el libro de texto Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Puesto que nadie en mi clase de español sabía algo acerca de la extraordinaria vida y logros de Mary Baker Eddy como líder de un importante movimiento religioso, me pareció lógico presentárselas. También me sentía inspirado por la gratitud que sentía por la Sra. Eddy, porque sin su descubrimiento yo no tendría hoy el privilegio de asistir a la Escuela Dominical y obtener una educación espiritual práctica. En estas clases de la Escuela Dominical había aprendido acerca de quién es Dios y quiénes somos nosotros por ser hijos de Dios. Comprender esto me ha permitido superar muchas cosas, incluso mi timidez cuando llegó el momento de hacer mi presentación.
Nuestra profesora de español nos había dado una semana para preparar la presentación oral. Al comenzar mi investigación para el proyecto, me di cuenta de que las ideas simplemente fluían. Tenía una mina de oro de información a mi disposición en Ciencia y Salud, así como en las publicaciones periódicas, específicamente, El Heraldo de la Ciencia Cristiana en francés. Y al buscar en el Internet, encontré el sitio web de La Biblioteca Mary Baker Eddy, ubicada en Boston, que tenía varios artículos sobre la Líder del movimiento de la Ciencia Cristiana en el contexto de la Sociedad estadounidense de su época.
Quería preparar una presentación clara y concisa de modo que simplemente destaqué los honores que recibió la Sra. Eddy a lo largo de su vida. Por ejemplo, en 1907 fue nombrada “Funcionaria de la Academia”, una condecoración honoraria de la Orden de las Palmas Académicas, por el ministro de educación de Francia, Aristide Briand. Esta distinción puede conferirse a cualquier persona que haga una destacada contribución al enriquecimiento de la educación y cultura francesas. En 1995, ella fue admitida en el Salón de la Fama Nacional de las Mujeres de los Estados Unidos. Y en 2002, el Congreso de los Estados Unidos promulgó una resolución elogiando a Mary Baker Eddy por ser “la primera mujer de los Estados Unidos en fundar y ser líder de una religión que se transformó en un movimiento internacional”, y “por su destacados logros y contribuciones, particularmente sus contribuciones al avance de los derechos de la mujer, como figura pública y notable ejemplo en las primeras etapas del movimiento sobre los derechos de la mujer”.
Cuando llegó el día de hacer las presentaciones, un martes, yo deseaba mucho compartir mi presentación con mis compañeros de clase. Pero cuando la clase estaba por terminar, me sentí demasiado tímido como para hablar. Fue entonces que sonó el timbre indicando que había terminado la clase.
Nuestra siguiente clase de español no era sino hasta el viernes. Mientras tanto, me acordé de algo que había dicho mi maestra de la Escuela Dominical: Dios nos da la intuición espiritual que nos guía cuando pensamos que estamos perdidos. Además, me ayudó mucho algo que la Sra. Eddy escribió en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Uno tiene que cumplir su misión sin timidez ni disimulo, pues para que esté bien hecha, la obra ha de hacerse desinteresadamente” (pág. 483). Al pensar en esto me di cuenta de que podía cumplir mi misión de hacer la presentación porque el temor no tenía lugar alguno en mi pensamiento, porque no tiene lugar en Dios, la Mente única. Por ser hijo de Dios reflejo todas las cualidades de la Mente, incluso paz y confianza.
Así que, en la siguiente clase de español decidí actuar. La Mente divina me inspiró a hacerlo, y le pregunté a la profesora antes de que empezara la clase si podía hacer mi presentación oral ese día. Mi maestra estuvo de acuerdo, y presenté a Mary Baker Eddy a la clase de español, comenzando con un breve resumen de la vida de esta importante “reformadora religiosa”, que fundó una religión llamada “Ciencia Cristiana”.
Antes de hacer la presentación, pensé una vez más en las hermosas palabras de la Biblia: “Esfuérzate, sé valiente y haz la obra”. ¡Y así lo hice! Permití que la energía divina del Espíritu, Dios, me fortaleciera, y la presentación estuvo muy bien. Me alegró expresar el valor que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros, y poder compartir con mis compañeros todo lo que había aprendido sobre una mujer tan extraordinaria.
“...Moisés dijo al Señor: Por favor, Señor, nunca he sido hombre elocuente... Y el Señor le dijo: ¿Quién ha hecho la boca del hombre? ... ¿No soy yo, el Señor? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que has de hablar."
Éxodo 4:10-12, La Biblia de las Américas
