Cuando enfrento una situación difícil o intimidante, pienso con frecuencia en la charla que David tuvo con su hijo Salomón cuando se le dio la tarea de construir un templo para el Señor. Según indica Primero de Crónicas, le dijo: “Esfuérzate, sé valiente y haz la obra; no temas ni te acobardes, porque el Señor Dios, mi Dios, está contigo. Él no te fallará ni te abandonará, hasta que toda la obra del servicio de la casa del Señor sea acabada” (28:20, La Biblia de las Américas). Saber que Dios nos está apoyando cuando hacemos lo que sea que necesitemos hacer, o que deseamos hacer (siempre y cuando el motivo sea bueno), ha sido muy reconfortante para mí, especialmente durante este último año escolar.
Actualmente estoy en mi último año del bachillerato en una escuela cerca de mi casa en las afueras de París. Una de las clases que estoy tomando es español. A principios del año, estudiamos un capítulo en nuestro libro de texto de español sobre el lugar que ocupan las mujeres en la sociedad. Trabajamos casi un mes con este capítulo.
Cuando avanzamos en este capítulo, la profesora le pidió a cada estudiante que preparara una breve presentación oral en español sobre una mujer importante que haya tenido influencia en su época. Nos dijo que luego tendríamos la oportunidad de hacer nuestra presentación enfrente de la clase, pero que era voluntario.
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