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Original Web

Sana del tobillo y su carácter es transformado

Del número de julio de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 7 de mayo de 2018 como original para la Web.


El verano entre mi segundo y tercer año de la universidad, tuve que sanar sentimientos heridos y el resentimiento que sentía hacia mi ex novio. De hecho, íbamos a trabajar juntos como parte del personal de un campamento de verano para niños que asisten a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, y esto hizo que tuviera aún más determinación para superar esos sentimientos negativos. No tenía idea de que al orar por esto, así como para sanar el resentimiento y mis sentimientos heridos, me libraría de la timidez y la falta de confianza con las que había estado luchando durante largo tiempo.

Fue natural para mí recurrir a Dios en busca de ayuda, porque me había apoyado en la Ciencia Cristiana toda mi vida para enfrentar situaciones discordantes de todo tipo, desde angustia emocional y enfermedades, hasta empleo y desafíos para hacer mi tarea de la escuela. Oraba para comprender que este joven y yo éramos hijos espirituales de Dios, que solo podían relacionarse armoniosamente uno con otro. No obstante, siempre que veía a esta persona o pensaba en él, me sentía muy herida y me embargaba una agresiva ira irracional que me distraía mucho.

Una de las primeras actividades que realizó el personal antes de que llegaran los campistas aquel verano, fue una excursión de tres días en las montañas. Nos dividieron en grupos pequeños que harían la caminata por separado la mayor parte del viaje, y me sentí agradecida por estar en un grupo diferente que esa persona. La excursión comenzó muy bien, y me alentaron mucho las conversaciones que tuve con mis compañeros sobre cómo cada uno de nosotros había apreciado la Ciencia Cristiana en su vida diaria durante el año pasado.

Cuando mi grupo recorría el lecho de un arroyo seco lleno de rocas grandes, ya había anochecido. Los estrechos rayos de luz de las lámparas que llevábamos en la cabeza iluminaban el camino solo parcialmente, y como llevábamos mochilas muy pesadas no era difícil tropezar. Iba caminando, cuando de pronto perdí el equilibrio y me caí. Me doblé el tobillo y el dolor era muy fuerte; una vez que me ayudaron a pararme noté que no podía poner ningún peso sobre el tobillo o el pie. Al ver mi temor y el cansancio que todos sentíamos debido a la difícil caminata, el líder de nuestro grupo nos guió fuera del camino rocoso para que pudiéramos sentarnos y leer juntos con nuestras luces la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana en voz alta.

A mí me encanta leer la Lección-Sermón semanal que contiene citas de la Biblia y de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, y se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. No recuerdo cuál era el tema de la lección de aquella semana, pero cada cita que los miembros del grupo leyeron en voz alta, ayudó a eliminar el abrumador temor, dolor e impotencia que sentía.

En la Escuela Dominical me habían enseñado, y yo había demostrado a lo largo de los años, que Dios es Amor, la fuente omnipresente de todo el bien. Pero en mi vida diaria luchaba por sentir confianza, especialmente cuando estaba con un grupo de compañeros. Otras personas, rara vez notaban esta timidez, de hecho, la gente con frecuencia decía que ¡yo tenía mucha confianza en mí misma y era muy sociable! Pero yo acostumbraba pensar que para ganarme el amor y el respeto de los demás debía ser ocurrente o inteligente, o especialmente talentosa para hacer algo. En aquella época no me daba cuenta, pero lentamente estaba dejando de lado esta creencia falsa. Los meses de orar científicamente y con toda sinceridad para amar a mi prójimo como a mí misma, y perdonar a mi ex novio, me habían estado ayudando a creer en mi habilidad de ¡amarme a mí misma, para poder amar a mi prójimo! 

Para cuando terminamos de leer, me sentía completamente a salvo y tranquila. Un sagrado sentido de camaradería en Cristo impregnaba al grupo cuando acampamos para pasar la noche, y me sentí maravillada ante la compasión y apoyo que expresaban cada uno de mis colegas consejeros. Cada sonrisa, abrazo y acción para ayudarme a acomodarme en mi bolsa de dormir, claramente expresaba el gran amor que Dios siente por mí y por todos los demás. Todo sentimiento de autocondena y temor se había disipado, y me fui a dormir con mucha paz.

Cuando desperté por la mañana, todavía no podía ni siquiera tocar el suelo con mi pie sin tener un dolor intenso. Sin embargo, no sentía ningún temor. Nos encontrábamos a muchos kilómetros de las carreteras o de la recepción del teléfono celular, pero mi fe y confianza en que Dios cuidaba de mí eran muy fuertes, como nunca antes había sentido, según podía recordar. 

Mientras el resto de la gente se despertaba, el líder de nuestro grupo y uno de los consejeros me llevaron a un lugar tranquilo lejos de los demás para que pudiera estar sola. Los tres estábamos orando para saber cómo proceder con la caminata dado que me era imposible caminar. Empecé a regocijarme por mi falta de timidez; me di cuenta de que, tan solo 24 horas antes, me hubiera sentido completamente humillada por necesitar esta ayuda. En el momento en que reconocí que mi ego había tenido una curación, sentí como un relámpago en mi consciencia. Me reí con ganas ante la falsa pretensión de que alguna vez había sido un mortal temeroso y tímido. Había obtenido una mejor comprensión de mi naturaleza espiritual y mi relación con el Dios infinitamente bueno.

A partir de ese momento, la curación de mi tobillo fue rápida. En veinte minutos pude poner peso sobre mi pie y tobillo, y aquella tarde estaba corriendo por la ladera de la montaña en un animado juego de “Sigamos al líder”. Nunca más volví a tener molestias, a pesar de la caminata rigurosa de dos días, con zapatos que no tenían soporte para el tobillo, después de la lesión. El tobillo nunca se inflamó, y tenía apenas unos moretones que desaparecieron rápidamente. Los sentimientos heridos y el resentimiento que habían parecido tan obstinados en mi pensamiento también desaparecieron durante el resto de la caminata. Mi ex novio y yo pasamos la primera noche de regreso en el campamento hablando y riendo frente al fuego, habiéndose restaurado por completo nuestra dulce amistad.

Si bien estas bendiciones fueron maravillosas, me regocijé más que nada por la nueva confianza y libertad que obtuve al interactuar con mis compañeros. Sentí un amor más espiritual y profundo por Dios, por mí misma y por mis semejantes, y esto eliminó el peso de sentir la necesidad de obtener amor materialmente. Hice nuevos amigos y probé nuevas cosas con una osadía que no había conocido antes. Varias personas comentaron cuánto había cambiado aquel verano, y yo sentí que no era coincidencia que el tema espiritual del campamento durante aquellos meses fuera este versículo de Romanos: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (12:2).

Ciertamente fui transformada por esta curación, la cual sirve de prueba en mi práctica de la Ciencia Cristiana.

Emily Reynolds Smith
Ballwin, Misuri, EE.UU.

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