La Biblia muestra cómo la fe trae curación. En Hebreos 11:3–11 se refiere específicamente a la fe de las personas cuyas experiencias se relatan en el Antiguo Testamento. Está la historia de los hermanos Caín y Abel, donde la fe de Abel le dio la inspiración de hacer un sacrificio “más excelente” a Dios que el de Caín.
Y Noé, obedeciendo las directivas de Dios, expresó fe cuando construyó su arca a pesar de la incredulidad que reinaba, lo cual finalmente salvó a su familia y mucho más.
Posteriormente, Abraham, aunque ignoraba a donde iba, se sintió inspirado por Dios a viajar a ese lugar, tuvo fe para seguir adelante y, finalmente, él y sus herederos Isaac y Jacob fueron guiados a “la tierra prometida”.
Moisés, escondido y liberado por la fe de sus padres, así como cuidado y adoptado por la fe de otro, tuvo mucha confianza y convicción en la dirección que Dios le indicaba para guiar el éxodo de Egipto, aunque no sabía cómo pasarían a través del Mar Rojo. Pero lo hicieron satisfactoriamente.
Estas son tan solo algunas ilustraciones de la fe en acción tomadas del Antiguo Testamento. Hay muchas más en toda la Biblia. En el Nuevo Testamento, hay cinco lugares donde se registra que Cristo Jesús dijo: “Tu fe te ha hecho salvo”. Por ejemplo, ¿qué le dijo Jesús a la mujer sanada de flujo de sangre? “Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote” (Marcos 5:34). El hecho de que Jesús reconoció que una fe profunda había podido restaurar la salud de esta mujer, indica que él esperaba curación, y las palabras que le dijo también demuestran que él anticipaba que la curación sería permanente.
La fe requiere que nos apoyemos en el sentido espiritual y confiemos en lo que es verdad espiritualmente acerca de Dios y Su creación antes de ver la evidencia tangible de la misma. ¿Cómo podemos distinguir el sentido espiritual de los, en ocasiones, vociferantes sentidos materiales? A menudo es una indicación del sentido espiritual cuando una idea inspirada, una que solo tiene móviles buenos y puros, ocupa tu pensamiento con gran persistencia. Te puede estar sugiriendo que cumplas con una tarea que parece distar mucho de ser humanamente posible.
Puede ser que tu Padre celestial te impulse a hacer algo como estos personajes de la Biblia, o podría ser algo mucho más modesto. Pero de igual forma requerirá de fe en este mismo Padre-Madre Dios, si ha de llevarse a cabo.
Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, da aliento y habla específicamente sobre la fe. Dice: “Cada desafío a nuestra fe en Dios nos hace más fuertes. Cuanto más difícil parezca la circunstancia material a ser vencida por el Espíritu, tanto más fuerte debiera ser nuestra fe y tanto más puro nuestro amor” (pág. 410). Ciencia y Salud también aclara que la fe es mucho más que la creencia. Afirma: “La fe es más elevada y más espiritual que la creencia.
Es un estado de crisálida del pensamiento humano, en el cual la evidencia espiritual, contradiciendo el testimonio del sentido material, empieza a aparecer, y la Verdad, lo siempre-presente, va siendo comprendida. …Hasta que la creencia se convierte en fe, y la fe se convierte en comprensión espiritual, el pensamiento humano tiene poca relación con lo real o divino” (pág. 297).
Lo que sigue a continuación es una ilustración de una fe que se está expandiendo.
Hace unos años, nuestra familia vivía en una ciudad donde nos sentíamos cómodos. Teníamos buenos amigos, y nos estábamos amoldando muy bien a las actividades y responsabilidades de la iglesia. Nuestra casa estaba en un área tranquila de los suburbios. No obstante, llegó un momento en que nos pareció como que estábamos demasiado satisfechos con esta situación.
El empleo de mi esposo parecía adecuado para él, pero no utilizaba totalmente los talentos que tenía en su especialización. Al considerar los próximos pasos que debíamos dar, nos concentramos en orar para expresar más totalmente los talentos que Dios nos había dado, en lugar de pensar en cómo o dónde esto podría ocurrir.
Yo tenía el ardiente deseo de compartir más la Ciencia Cristiana, y apoyar tanto a otros Científicos Cristianos como al público. Durante muchos años había estado meditando sobre la directiva que la Sra. Eddy comparte en su autobiografía, Retrospección e Introspección: “En este período, mis alumnos deben radicarse en ciudades grandes, y permanecer allí a fin de hacer el mayor bien al mayor número” (pág. 82). Ella estaba aconsejando dónde debían tener su práctica los practicistas de la Ciencia Cristiana, y esto fortaleció mi compromiso de compartir esta Ciencia más ampliamente y, con el tiempo, dio inspiración a nuestros próximos pasos.
Mi esposo anticipaba que la búsqueda de empleo sería corta debido a que la economía estaba mejorando, de manera que pusimos la casa en venta, y se vendió muy rápido. Mientras él continuaba buscando un mejor empleo afuera del estado, nos mudamos a una casa temporal. Él recibió muchas llamadas para tener entrevistas, pero después de un año, la mudanza no estaba avanzando. Por supuesto, estuvimos orando todo ese tiempo con diligencia.
La fe o la confianza profunda a menudo requiere de valor. En un momento dado, sentí el impulso de visitar y ver casas en dos ciudades que no conocíamos bien pero que nos sentimos guiados a considerar. Al contemplar la posibilidad de hacer esto o no, oré y volví a pensar en aquel compromiso original de compartir mucho más esta gran Ciencia del Cristo que trae curación.
Nos concentramos en orar para expresar más totalmente los talentos que Dios nos había dado.
Recuerdo que pensé: “¿Qué pasa si esto no funciona?” Necesitaba recordarme a mí misma la importancia de ser obediente a lo que parecía ser un recordatorio de Dios, y concretarlo.
Me llené de valor y visité la primera ciudad para ver casas. En este mismo viaje, mi esposo luego se encontró conmigo en la segunda ciudad. Aún sin empleo allí, nos sentimos impulsados a comprar una casa en la segunda ciudad. Cuando mi esposo sentía la necesidad, llamaba a un practicista de la Ciencia Cristiana para que lo ayudara con la oración a ver su verdadero empleo como hijo de Dios, que siempre expresa las cualidades divinas.
Sabíamos que había pocas compañías de su industria en esta segunda ciudad que tenían puestos adecuados para sus habilidades. Pero yo sabía que, si nuestro móvil era bendecir mucho más a los demás, ambos estábamos partiendo de la premisa correcta. Para entonces, el deseo de compartir la Ciencia Cristiana más ampliamente había llegado a ser más importante para nosotros que el hecho de que mi esposo primero consiguiera un empleo. Esto requirió de mucha fe.
Firmamos la compra de nuestra casa en la nueva ciudad un miércoles. Ese mismo día volamos de regreso a la ciudad donde habíamos vivido previamente, y en el momento que entrábamos a una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, para la reunión de testimonios de los miércoles, mi esposo recibió la llamada de un reclutador de la costa oeste ofreciéndole un trabajo en la ciudad donde habíamos comprado nuestra casa ese día, la cual estaba situada en un estado de la costa este. Mi esposo ha estado trabajando en ese puesto por unos tres años. Lo que siempre lo había impulsado a buscar empleo a lo largo de su carrera había sido discernir espiritualmente dónde podía él contribuir más y hacer el mejor uso de sus talentos. Este puesto en nuestra nueva ciudad le permite alcanzar mucho más su potencial porque usa de forma más específica sus talentos y experiencia.
Nos había parecido correcto mudarnos. Todavía recuerdo el servicio religioso del primer domingo después que le ofrecieron el trabajo aquí. Al escuchar el postludio en el órgano en la iglesia, me conmoví tanto al pensar que él había encontrado un empleo localmente, que varias lágrimas corrieron por mis mejillas junto con una enorme sonrisa. Y recordé de Ciencia y Salud, “¿Qué no puede hacer Dios?” (pág. 135).
Los dos hemos tenido grandes oportunidades para servir mucho más a la iglesia. Yo continúo apoyando cada vez más a los Científicos Cristianos en diversas capacidades, y me encanta compartir la Ciencia Cristiana con el público siempre que se presenta la oportunidad, como ha ocurrido con frecuencia. Amar a Dios por sobre todas las cosas y estar dispuesto a confiar en Él, ha traído una forma más completa de expresar la vida de muchas maneras diferentes.
Cuando nuestros hijos eran pequeños, un practicista con frecuencia compartía conmigo este pasaje de Ciencia y Salud: “Vi ante mí el terrible conflicto, el Mar Rojo y el desierto; pero seguí avanzando con fe en Dios, confiando en la Verdad, el fuerte libertador, para que me guiara hacia la tierra de la Ciencia Cristiana, donde las cadenas caen y los derechos del hombre son plenamente conocidos y reconocidos” (págs. 226-227).
En esta instancia, la búsqueda no fue destructiva, no obstante, fuimos guiados, en lo que pareció un extenso período, a través del desierto.
“El amor jamás se extingue” (1 Corintios 13:8, Nueva Versión Internacional).
    