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Original Web

Se acabaron las alergias

Del número de julio de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 21 de mayo de 2018 como original para la Web.


Hace unos tres años, empecé a sufrir de alergias. Nunca antes había tenido problemas con el polen o el polvo, y me sentía enojado y avergonzado, pensando que un Científico Cristiano de toda la vida no debería empezar a tener un problema como ese. Distraído con esos pensamientos, en lugar de reconocer la creencia falsa por lo que era y enfrentarla, la acepté.

Por momentos oraba al respecto, pero como esta creencia pretende ser estacional por naturaleza, permití que por un tiempo se manifestara sin enfrentarla. Sin embargo, cuanto más agresiva se volvió la situación, más comencé a tomar consciencia de que necesitaba orar específicamente por esto.

Primero, reconocí que no existe ningún poder que me pueda hacer sentir enojado o avergonzado. Puesto que la mente mortal es la contrahechura de la única Mente verdadera, Dios, las sugestiones de discordancia o enfermedad de esta mente falsa no son legítimas ni verdaderas; solo lo que proviene de Dios, el bien, compone lo que realmente somos. Esto me ayudó a dejar de criticarme a mí mismo por tener que enfrentar este desafío.

Me acordé del siguiente pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “Si te aventuras sobre la tranquila superficie del error y simpatizas con el error, ¿qué perturbará las aguas? ¿Qué arrancará la máscara al error?

“Si echas tu barca sobre las siempre agitadas pero saludables aguas de la verdad, encontrarás tempestades. De tu bien se hablará mal. Esto es la cruz. Tómala y llévala, pues por medio de ella ganas y te ciñes la corona” (pág. 254).

Me pregunté: ¿Dónde quería estar? ¿Dormido sobre “la tranquila superficie del error”, o despierto sobre “las siempre agitadas pero saludables aguas de la verdad”? Sabía que quería estar donde está la verdadera acción, la realidad espiritual. Empecé a concentrarme en obedecer el requisito del Manual de La Iglesia Madre de defendernos a nosotros mismo a diario contra las sugestiones mentales agresivas (véase pág. 42).

Un miércoles inusualmente cálido de enero, mi esposa y yo decidimos salir a caminar por una reserva natural. Apenas di unos pasos cuando empecé a estornudar. Terminamos la caminata, pero tuve que estornudar varias veces. Cuando llegamos a casa estaban pasando un video en las noticias que mostraba nubes de polen que soplaban por la zona por donde habíamos ido a caminar. Esas imágenes volvían una y otra vez a mi pensamiento.

Aquella noche en la reunión de testimonios en mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico, escuché muy atentamente el servicio religioso. Había querido dar un testimonio sobre otra cosa, pero estaba luchando simplemente para poder llegar a la reunión sin estornudar. Durante la porción de testimonios de la reunión, recurrí a Dios, preguntándole qué necesitaba saber para despertar de esa pretensión.

¡Recibí una respuesta! El pensamiento que me vino fue: “Tú crees que sufres de los vientos del este, ¿no es así?” Casi me río en voz alta. Esto era una referencia al relato de una mujer a quien la Sra. Eddy sanó de tuberculosis, y que había luchado para poder respirar cuando los vientos venían del este (véase Ciencia y Salud, pág. 184-185). Una lección que aprendí de ese relato es que cualquier sugestión de que podamos ser menos que los hijos espirituales y perfectos de Dios, es tan infundada como la creencia de que la dirección del viento determina nuestra habilidad para respirar.

¡Eso rompió el mesmerismo! Había visto más allá de la mentira acerca de mi identidad. La prueba de mi curación vino cuando, unas semanas después, hubo otra historia en las noticias sobre la elevada cantidad de polen, y luego noté que mi automóvil estaba cubierto de polen. Yo no solo no tuve ningún problema, sino que me di cuenta de que no había tenido que llevar conmigo un pañuelo de “emergencia”, desde aquel momento de discernimiento espiritual que había tenido en la iglesia.

La curación sigue siendo completa. Ya hace más de un año que no tengo ningún síntoma de alergia. Estoy por siempre agradecido por Cristo Jesús y por la Ciencia del Cristo como la descubrió Mary Baker Eddy.

J. Douglas Wood
North Richland Hills, Texas, EE.UU.

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