Hace unos tres años, empecé a sufrir de alergias. Nunca antes había tenido problemas con el polen o el polvo, y me sentía enojado y avergonzado, pensando que un Científico Cristiano de toda la vida no debería empezar a tener un problema como ese. Distraído con esos pensamientos, en lugar de reconocer la creencia falsa por lo que era y enfrentarla, la acepté.
Por momentos oraba al respecto, pero como esta creencia pretende ser estacional por naturaleza, permití que por un tiempo se manifestara sin enfrentarla. Sin embargo, cuanto más agresiva se volvió la situación, más comencé a tomar consciencia de que necesitaba orar específicamente por esto.
Primero, reconocí que no existe ningún poder que me pueda hacer sentir enojado o avergonzado. Puesto que la mente mortal es la contrahechura de la única Mente verdadera, Dios, las sugestiones de discordancia o enfermedad de esta mente falsa no son legítimas ni verdaderas; solo lo que proviene de Dios, el bien, compone lo que realmente somos. Esto me ayudó a dejar de criticarme a mí mismo por tener que enfrentar este desafío.
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