Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Rápida curación después de una caída

Del número de julio de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 14 de mayo de 2018 como original para la Web.


Una mañana temprano, el año pasado, mientras mis huéspedes todavía dormían, salí para regar las plantas y el pasto recién plantado. A fin de alcanzar las macetas de flores que colgaban de la terraza del primer piso, subí la escalera para regarlas desde arriba. Al girar para bajar la escalera, sentí que tenía la manguera enredada alrededor de un tobillo. Para sacar el pie, traté de saltar por encima de la manguera (como había hecho en otras ocasiones), pero cuando lo hice la misma se ajustó más a mi pie y el impulso me arrojó de cabeza por encima de la baranda al patio de concreto de abajo. Como tenía las manos pegadas al cuerpo, no pude detener la caída de ninguna manera.

Desde niño había aprendido que debía confiar en la Ciencia divina y depender siempre de la ley de Dios para mi seguridad y cuidado; de buscarlo a Él por medio de la oración porque es el único remedio para todas las necesidades. En ese momento, recurrí a mi Padre-Madre Dios.

Me quedé quieto por un momento, y lo primero que pensé fue: “Las verdades de la Ciencia divina debieran ser admitidas —aun cuando la evidencia respecto a estas verdades no esté apoyada por el mal, por la materia o por el sentido material— porque la evidencia de que Dios y el hombre coexisten está plenamente sostenida por el sentido espiritual” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 471). Insistí con confianza en que todos los elementos de este incidente acatarían el hecho de que Dios protege a Sus hijos, y que Su presencia inmediata nos preserva y sana todas las dificultades con certeza científica. De manera que podía esperar una curación rápida y completa.

Después de este incentivo inicial, me vino al pensamiento algo que declaro todas las mañanas: “Yo no reviso el cuerpo o la mente mortal para ver qué o cómo se siente la materia; declaro, en cambio, quién y qué soy yo y sé que fui creado a imagen y semejanza de Dios”. Al orar recordé una parte de la definición de hombre del Glosario de Ciencia y Salud: “Hombre. La compuesta idea del Espíritu infinito; la imagen y semejanza espirituales de Dios; …” (pág. 591), a lo que agregué que él nunca es víctima de una colisión, accidente o lesión. Rechacé mentalmente que estuviera herido incluso accidentalmente, o que fuera un mortal caído, lastimado, lacerado o lleno de moretones. Con tranquila confianza, supe que esta experiencia probaría la verdad de que mi existencia misma era siempre espiritual, intacta, armoniosa y perfecta.

Entonces me puse de pie para terminar de regar. Me dolía la cabeza, y podía sentir que una parte de la cara estaba muy raspada y parecía estar sangrando, aunque no la había mirado ni tocado. Sabía que si me examinaba sería difícil continuar pensando científica y espiritualmente. Continué orando de esta forma hasta que me tranquilicé por completo. 

Mientras regaba, centré todo mi pensamiento y atención conscientes en confiar en la relación divina e ininterrumpida que tengo con Dios, recordando las palabras de Jesús: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31, 32). En esta cita, Jesús nos insta a permanecer en su palabra y luego nos garantiza sus beneficios: Nosotros seremos sus discípulos y conoceremos la verdad que él demostró, y tendremos la libertad que anhelamos.

Cuando terminé, entré en la casa para limpiarme y prepararles el desayuno a mis huéspedes. Al pasar por la sala de estar y ver su reacción y silencio repentinos, me di cuenta de que la herida era muy obvia. En el baño, de inmediato observé que un lado de la cara estaba sangrando, y mis ojos se estaban amoratando. Rápidamente dejé de mirar y cerré los ojos, reafirmando lo que yo sabía que era permanentemente verdad acerca de mí por ser la imagen y semejanza de Dios.

Mientras preparaba el desayuno, brevemente les conté a mis huéspedes lo que había ocurrido, percibiendo que ellos también, como estudiantes de la Ciencia Cristiana, me estaban viendo como el hijo perfecto de Dios. Tuvimos una comida muy animada y divertida, sin que volviera a hablarse del incidente.

Esto ocurrió un lunes por la mañana. Los huéspedes se fueron muy pronto, y me quedé descansando el resto del día, orando, como hice la mayor parte del día siguiente. Deseaba “permanecer en la palabra de Jesús”, como él mismo dijo. También fue útil estar un tiempo solo, pensando en Dios. Muy pronto, las raspaduras y heridas se sanaron y secaron, y pude descansar y dormir.

El sábado, mientras me preparaba para ir a la cama, noté que toda evidencia de las cortaduras y lastimaduras faciales habían desaparecido. Había vuelto el color de mi piel natural. Me sentí particularmente agradecido porque no tenía nada roto, astillado o que me dejara discapacitado. Sin embargo, muy pronto me di cuenta de que, si bien la evidencia externa había desaparecido, la curación no estaba completa.

En uno o dos días, empecé a tener dolores de cabeza, desorientación y pérdida de enfoque y equilibrio. Dejé de hacer todas las actividades de inmediato, y empecé a buscar y a escuchar la dirección de la Mente divina, Dios, para contrarrestar y eliminar todas las pretensiones de concusión o continua lesión en la cabeza.

Una vecina me había visto poco después de la caída y seguía muy preocupada. Se sorprendió de verme normal tan rápidamente, y me instó a que me hiciera examinar en un hospital de inmediato. Al ver sus sinceras expresiones de preocupación, me di cuenta de que mi tratamiento del incidente necesitaba incluir la creencia mundial respecto a las lesiones en la cabeza.

Oré sinceramente y trabajé para ver que cada sugestión mortal era falsa, era tan solo una proposición de la mente mortal, y yo podía rechazar y reemplazar cada una de ellas con los hechos espirituales que la contrarrestaban. En aquel entonces, había estado leyendo nuevamente Escritos Misceláneos 1883–1896 por la Sra. Eddy, y recordé un punto particularmente interesante que ella hace acerca de una de las declaraciones de Jesús. Dice así: “‘El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará’, es una declaración radical e inequívoca del derecho y poder que tiene el cristianismo para sanar; porque esto significa asemejarse al Cristo, e incluye la comprensión de las aptitudes y del poder espiritual del hombre” (pág. 193). Encontré que esta declaración era alentadora y me daba la autorización para hacerlo. Cada vez que me dolía la cabeza o me sentía inestable, me detenía para declarar que estaba libre de eso, y que el bienestar es una realidad porque “Dios es Todo, y está en todo: …” (Mary Baker Eddy, La curación cristiana, pág. 10).

En una semana más o menos, los dolores de cabeza cesaron totalmente, así como todas las sensaciones de inestabilidad y desorientación. Tuve nuevamente mi completa libertad, y hasta el día de hoy.

Estoy agradecido por esta curación, pero aún más por la mayor confianza y comprensión de la Ciencia divina que alcancé. Estoy particularmente agradecido por entender más claramente las palabras de la Sra. Eddy: “… [la] materia no tiene ni inteligencia ni poder…” (Ciencia y Salud, pág. 454).

Jon Lang 
Lee’s Summit, Misuri, EE.UU.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / julio de 2018

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.