Un día hace años, tomé un transbordador de noche desde Harwich, Inglaterra, hasta Bremerhaven, Alemania. Habíamos navegado en aguas tranquilas durante varias horas, no obstante, cuando anocheció de pronto se desató una violenta tormenta. El barco se sacudía no solo de la popa a la proa, sino también de lado a lado.
El capitán nos indicó que fuéramos a nuestros camarotes. Al pasar por el comedor vi como todas las mesas y sillas eran lanzadas de un lado a otro del cuarto y se hacían añicos contra las paredes. Yo estaba realmente asustado; me sentía impotente, y pensaba que moriría. Aferrándome a todo lo que estaba fijo, me abrí paso hasta mi camarote. Pero el mismo era claustrofóbico, y parecía que no había forma de escapar.
Empecé a orar para comprender espiritualmente que no podía estar separado de la bondad de Dios. Sabía que, por ser la imagen de Dios, el hombre —todos, incluso todos los que estábamos en el barco— está protegido y controlado en todo momento por la ley del orden de Dios. La discordancia, cualquiera sea su naturaleza, no forma parte de la creación de Dios. Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, dice: “Las relaciones de Dios y el hombre, el Principio divino y la idea, son indestructibles en la Ciencia; y la Ciencia no conoce ninguna interrupción de la armonía ni retorno a ella, sino que mantiene que el orden divino o la ley espiritual, en el cual Dios y todo lo que Él crea son perfectos y eternos, ha permanecido inalterado en su historia eterna” (págs. 470–471).
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