Una mañana me desperté con una sensación nueva resonando en mis oídos respecto a la importancia del Salmo veintitrés, especialmente la línea donde el Salmista afirma que el Señor prepara una mesa delante de él en presencia de sus enemigos (según Nueva Versión Internacional de la Biblia). Pensé mucho en todo el Salmo aquel día. Se me ocurrió que Dios crea y mantiene Su universo por medio de la ley divina, sin importar cuál parezca ser la amenaza, ya sea una creencia de enfermedad, pecado, escasez, odio ignorante y mal informado, o un mal aparentemente organizado con deliberación. El Salmo veintitrés elucida esta operación de la ley divina con hermosas imágenes de inteligencia, ternura y amor, con las que cualquiera puede identificarse. Estas cualidades están por siempre presentes, preceden la llamada existencia y poder del mal y, por lo tanto, niegan toda presencia o realidad del mal en el universo de la Verdad, el cual ya ha sido creado.
Mary Baker Eddy percibió cuán valioso es que insistamos mentalmente en la verdad que contiene este Salmo, y lo incluyó en el libro de texto mismo de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, en el capítulo llamado “El Apocalipsis”. En el mismo ella explica con claridad el fin inevitable de todo error —el hipotético enemigo de la Verdad divina— dando una explicación espiritual de algunos de los capítulos del Apocalipsis.
Al final de ese capítulo de Ciencia y Salud en particular, ella escribió: “En el siguiente Salmo una sola palabra muestra, aunque débilmente, la luz que la Ciencia Cristiana proyecta sobre las Escrituras, al sustituir el sentido corpóreo por el sentido incorpóreo o espiritual respecto a la Deidad: —
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