Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Paz y curación “en presencia de mis enemigos”

Del número de julio de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 21 de mayo de 2018 como original para la Web.


Una mañana me desperté con una sensación nueva resonando en mis oídos respecto a la importancia del Salmo veintitrés, especialmente la línea donde el Salmista afirma que el Señor prepara una mesa delante de él en presencia de sus enemigos (según Nueva Versión Internacional de la Biblia). Pensé mucho en todo el Salmo aquel día. Se me ocurrió que Dios crea y mantiene Su universo por medio de la ley divina, sin importar cuál parezca ser la amenaza, ya sea una creencia de enfermedad, pecado, escasez, odio ignorante y mal informado, o un mal aparentemente organizado con deliberación. El Salmo veintitrés elucida esta operación de la ley divina con hermosas imágenes de inteligencia, ternura y amor, con las que cualquiera puede identificarse. Estas cualidades están por siempre presentes, preceden la llamada existencia y poder del mal y, por lo tanto, niegan toda presencia o realidad del mal en el universo de la Verdad, el cual ya ha sido creado.

 Mary Baker Eddy percibió cuán valioso es que insistamos mentalmente en la verdad que contiene este Salmo, y lo incluyó en el libro de texto mismo de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, en el capítulo llamado “El Apocalipsis”. En el mismo ella explica con claridad el fin inevitable de todo error —el hipotético enemigo de la Verdad divina— dando una explicación espiritual de algunos de los capítulos del Apocalipsis.

Al final de ese capítulo de Ciencia y Salud en particular, ella escribió: “En el siguiente Salmo una sola palabra muestra, aunque débilmente, la luz que la Ciencia Cristiana proyecta sobre las Escrituras, al sustituir el sentido corpóreo por el sentido incorpóreo o espiritual respecto a la Deidad: — 

“SALMO 23

“[El Amor divino] es mi pastor; nada me faltará.

“En lugares de delicados pastos [el Amor] me hará descansar; junto a aguas de reposo [el Amor] me pastoreará.

“[El Amor] confortará mi alma [sentido espiritual]; [el Amor] me guiará por sendas de justicia por amor de Su nombre.

“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque [el Amor] estará conmigo; la vara [del Amor] y el cayado [del Amor] me infundirán aliento. 

[El Amor] adereza mesa delante de mí en presencia de mis [enemigos]; [el Amor] unge mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.

“Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa [la consciencia] del [Amor] moraré por largos días” (págs. 577-578).

A todo lo largo de este Salmo se demuestra que el Amor divino es la sola y única causa, que produce tan solo un efecto —el bien— y que está presente sin importar lo que parezca asomarse amenazante en su lugar. Realmente, toda discordancia que escuchemos, veamos o sintamos puede invertirse para encontrar el mensaje de Dios. La Sra. Eddy lo expresa de esta manera: “El pensamiento es tomado en préstamo de una fuente más elevada que la materia, y por [inversión], los errores sirven como postes indicadores hacia la Mente única, en la cual todo error desaparece en la Verdad celestial” (Ciencia y Salud, pág. 267).

Continúo permitiendo que esta convicción de que el Amor divino es la única causa verdadera resuene fuertemente en mi pensamiento, siempre que me siento tentada a creer en la existencia simultánea de un poder maligno. Y he empezado a reconocer más plenamente que la dulce promesa de la bondad y el cuidado de Dios que contiene este querido Salmo, es la ley espiritual más elevada que opera exactamente donde el alboroto, producido por el intento de provocar desacuerdos, el odio, la enfermedad y el terrorismo, pretenden amenazar la paz.

Toda discordancia que escuchemos, veamos o sintamos puede invertirse para encontrar el mensaje de Dios.

A veces es posible que sintamos como si viviéramos en un mundo que es meramente un medio para el sarcasmo, el odio y la violencia; el pecado, la enfermedad y la muerte. Pero ¿desde cuándo la evidencia material que apoya una mentira como si fuera verdad, hace que la misma sea verdad? ¿Acaso la evidencia de que el sol parece orbitar la tierra hace que los científicos nieguen el hecho de que es la tierra la que gira alrededor del sol? ¿Es que la apariencia de agua sobre una carretera caliente hace que el experimentado conductor de un auto la esquive?

Cristo Jesús no solo trajo a nuestra atención la verdad infalible de la existencia espiritual, sino que la demostró para el mundo ante la presencia misma de sus así llamados enemigos, mediante su obra sanadora. La aparición de la idea-Cristo en el ministerio sanador de Jesús hizo que las manifestaciones de la mentira del pecado, la enfermedad y la muerte, literalmente desaparecieran para aquellos a cuyo pensamiento él dirigió su palabra y sanó; y la llamada ley material probó no tener ninguna relación con la realidad y, por lo tanto, que era irreal.

La Ciencia Cristiana se une a Cristo Jesús al proclamar y demostrar la absoluta e innegable habilidad de la Verdad eterna para mantenernos a salvo, prósperos y en paz. Y el Salmo veintitrés desborda con la actividad del Principio divino, el Amor, en nombre de su idea, el hombre. Declara que el bien permea la totalidad, y precede y disuelve todas las mentiras que pretenden existir. Puesto que Dios es amor, como afirma la Biblia (véase 1 Juan 4:8), la actividad del Amor en nuestras vidas debe ser de suma importancia para nosotros. Y es fundamental reconocer que el hombre (la verdadera identidad de cada uno de nosotros) es la expresión misma del Amor. Tenemos el derecho de experimentar la seguridad, estabilidad y consuelo que describe el inspirado Salmista, en nuestro hogar, lugar de trabajo, escuela y comunidad.

Hubo una época en que me sentía atrapada y aterrorizada por la amenaza de una enfermedad debilitante en mis músculos y articulaciones. Mi padre había sido seriamente restringido por ella, y yo había estado sintiendo durante casi diez años, cómo los mismos síntomas empeoraban cada vez más, al punto de que cada paso que daba era una prueba de cuánto dolor podía soportar. Como resultado de orar constantemente y con sinceridad, mi pensamiento empezó a asumir un tono menos egoísta, y se presentaron oportunidades para ayudar a otros con la oración. Para mi deleite, el tierno cuidado que Dios brinda a Su creación comenzó a ser más evidente en mi pensamiento. Los “delicados pastos” y las “aguas de reposo” de la intuición espiritual y la fe, se transformaron en trampolines para demostrar que la realidad espiritual es soberana aquí mismo, y fui testigo de muchas otras curaciones.

No obstante, no parecía haber ningún alivio específico en la condición física, hasta que un día surgió la oportunidad de ayudar a que una niña cumpliera su deseo de trepar una montaña con un grupo de jóvenes en el campamento de verano. Dudé en acompañar al grupo, pero apartándome de los argumentos de limitación y manteniéndome atenta para escuchar la respuesta de la Verdad, me embargó una gran tranquilidad y confianza. Había estado aprendiendo que nunca debo tener miedo del mal, porque el Amor está siempre con cada uno de nosotros, preparando una mesa enfrente mismo de nuestro enemigo. Ese enemigo no era una condición física, sino meramente una creencia, la creencia de que existía un enemigo que se oponía a la deliberada bondad de Dios, otro poder hipotético que podía impedir que el Todopoderoso expresara Su amor propio como Su creación y a través de ella.

Abrigué estrechamente esta inspiración, y me quedé mentalmente callada para escuchar la guía de Dios durante aquella caminata tan difícil. La pequeña excursionista a la que acompañaba permitió que su oración se expresara en una alegría libre de trabas. Esto me trajo una paz absoluta, allí mismo donde una letanía de dolor parecía indeleblemente escrita en la lápida de mi vida. Aquella noche y a la mañana siguiente no hubo rastros de ninguna molestia o dolor. Mi pequeña acompañante tampoco sintió ningún dolor por la caminata. Ese fue el fin del problema para mí. Esa curación tuvo lugar hace más de nueve años, y he estado totalmente libre de dolor y libre de esa pretensión desde aquel entonces.

La Ciencia Cristiana derrama sobre nosotros la luz que produce este tipo de experiencias de curación, que están ocurriendo todo el tiempo. Invita a quien busca sinceramente la verdad, a reconocer y cultivar en el pensamiento la comprensión de las leyes más elevadas y a apoyarse en ellas, no en las supuestas leyes materiales. Las leyes que proceden del Principio divino no pueden tener oposición, por lo tanto, no pueden tener enemigos. Nos invita a que “aprendamos de lo real y eterno, y [nos preparemos] para el reino del Espíritu, el reino de los cielos, el reino y gobierno de la armonía universal, que no puede perderse ni permanecer invisible para siempre” (Ciencia y Salud, pág. 208). ¡Qué invitación más irresistible y resultado más liberador!

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / julio de 2018

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.