Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

¡Unicidad perfecta y práctica!

Del número de julio de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 7 de mayo de 2018 como original para la Web.


De los más de 31.000 versículos de la Biblia, es posible que para mí el más importante y útil sea esta declaración de Cristo Jesús: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30).

Al principio pensé que Jesús quería decir que tenía una relación muy estrecha con Dios, así como dos amigos pueden quererse tanto y conocerse tan bien que hasta terminan las frases uno del otro. Sin embargo, aprendí que Jesús estaba hablando de algo mucho más transcendental que eso.

Lo que realmente me ayudó a empezar a comprender el concepto de unicidad fue considerar primero la naturaleza de Dios como causa. Más allá de la esfera de acción de la materialidad, esta causa —es decir Dios— crea, protege y se hace cargo de Su universo espiritual, incluso del hombre. Ser el efecto de Dios es ser la acción o expresión propia de Dios.

Esta unicidad de causa y efecto podría compararse en cierto sentido con la forma como una bailarina actúa en el escenario. La danza —incluidos los movimientos, actitud, gestos y compás— es la expresión de la bailarina. La bailarina y la danza como causa y efecto no solo tienen una relación estrecha; son inseparablemente uno, aunque distintos, una es la causa y la otra es el efecto.

De forma similar, por ser creaciones de Dios que son uno con Él, cada uno de nosotros es un efecto espiritual; somos el resultado, el gesto espiritual y la expresión de la causa divina que es Dios.

Ser uno con Dios no significa que de alguna forma nos transformamos en Dios o somos absorbidos por Dios. No, un efecto espiritual nunca puede asumir la función de la causa divina. “El hombre es la expresión del ser de Dios”, explica la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, en la página 470 de su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras.

Puesto que Dios es simplemente Dios, el efecto admirable es la creación espiritual y perfecta. Entonces, piensa en las posibilidades que nos brinda el hecho de ser uno con Dios. Cualesquiera sean las cualidades que existen en la causa divina también aparecen en su efecto. El potencial que tenemos es verdaderamente ilimitado porque nuestra fuente es la bondad ilimitada de Dios.

Para ilustrar el extraordinario poder que viene al descubrir algo de la unicidad de la causa divina y el efecto, te voy a contar lo que le ocurrió a un amigo mío que estaba sufriendo de síntomas de gripe. Él estaba orando por él mismo, pensando particularmente en que Dios y la creación son uno. Mientras oraba, también estaba haciendo una tarea de álgebra.

¡Fue entonces que le vino una idea muy útil! Notó que, al multiplicar, cualquiera fuera el factor que usara en la ecuación, tal como el número 2, un múltiplo de ese número siempre aparecía en la respuesta.

Reconoció con alegría que esto funciona de la misma manera con él y Dios. Puesto que Dios expresa todo lo que somos y tenemos, cualesquiera sean los factores que Dios posea, los mismos son expresados como efectos de Dios. La salud espiritual y perfecta es una cualidad, un factor, de Dios y es permanentemente armoniosa y buena. Y el hombre siempre expresará una salud espiritual y perfecta. Mi amigo comprendió que el estado de su salud no incluye ningún factor de la materialidad. Así que no había ningún fundamento para tener gripe, y ningún efecto de la gripe, puesto que la enfermedad no es un componente de Dios y no tiene parte alguna en la ecuación de Dios perfecto y efecto perfecto.

Reconoció que esa brillante epifanía, era la respuesta de Dios a su oración. Junto con este importante cambio de perspectiva, sintió tangiblemente el poder de Dios. Su salud mejoró de inmediato, y muy pronto se recuperó de la gripe.

Nuestro potencial es verdaderamente ilimitado porque nuestra fuente es la bondad ilimitada de Dios.

Es hermoso comprender que nuestra unicidad con Dios significa que tenemos todo lo que realmente necesitamos. De hecho, jamás tendríamos la necesidad de pedirle nada a Dios si no fuera por la creencia en que existen “dos seres”, o una dualidad; es decir, la creencia errada de que el efecto está separado de la causa, que la creación espiritual está separada de Dios.

No poseemos una existencia propia separada de Dios con una salud limitada; nuestra propia bondad separada y limitada; nuestras propias habilidades separadas y limitadas. Por ser uno con Dios, expresamos la infinita integridad, bondad e ilimitada inteligencia de Dios. Esto aporta una nueva luz a las palabras de la Biblia: “Ustedes no son sus propios dueños” (1 Corintios 6:19, Nueva Versión Internacional).

Cada día me doy cuenta de que vale la pena prestar atención, al grado de poder sentir que somos uno con Dios. Me gusta abrir mi pensamiento y abrazar en profundidad todo el concepto de la unicidad. Vivir como la expresión propia de Dios ciertamente es actuar con el poder que respaldaba las palabras profundamente perspicaces de Jesús: “Yo y el Padre uno somos”.

Ahora entiendo más claramente que pensar que estoy separado de Dios se aparta de lo que Jesús enseñó. Ser uno con Dios significa que la creación refleja la integridad y perfección, el carácter eterno de Dios. Estamos diseñados para representar la gloria, el poder y la bondad de Dios. ¡Qué unicidad más perfecta! 

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / julio de 2018

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.