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Original Web

Curación de muñeca quebrada

Del número de febrero de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 4 de diciembre de 2018 como original para la Web.



Hace unos diez años, me caí y me lastimé la muñeca derecha mientras patinaba sobre hielo con mi familia. Inmediatamente empecé a orar por mí mismo, y mi esposa también oró por mí. Pensé en esta declaración de Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Los accidentes son desconocidos para Dios, o la Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el sentido correcto de la infalible dirección de Dios y así sacar a luz la armonía” (pág. 424).

Continué orando por mí mismo, pero después de tres días mi mano estaba hinchada y descolorida, y tampoco podía mover los dedos. Así que decidí llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. Continué llamando al practicista día por medio y él continuó orando. Empecé a notar una mejoría gradual y constante en la mano y en la muñeca.

No obstante, dos semanas después de la lesión inicial, mi jefe me pidió que fuera a ver a un médico. Le expliqué que estaba orando por mí mismo y que a diario notaba que se estaba produciendo gradualmente una mejoría. Me contestó que él no podía obligarme a ir al doctor, pero que no podría venir a trabajar al día siguiente a menos que lo hiciera. Yo no quería faltar al trabajo, así que estuve de acuerdo en ver a un médico al día siguiente durante la hora del almuerzo. Le pedí a un practicista que orara por mí durante la visita al doctor.

Después de sacarme radiografías, determinó que tenía dos huesos rotos en la muñeca, y que los mismos estaban fuera de lugar y levemente desalineados. Me dijo que él me hubiera recomendado hacerme una cirugía, pero como habían transcurrido dos semanas, los huesos ya habían comenzado a sanar. Le expliqué que era Científico Cristiano y que estaba orando para sanar la lesión. 

No me colocó los huesos en su lugar ni me puso yeso. Sin embargo, me dio una férula, que solo usaba en el trabajo para calmar la preocupación de mi jefe. Pude salir a correr todos los días, apoyándome únicamente en la oración para proteger mi muñeca. 

Cuando regresé a ver al doctor para que me sacara las últimas radiografías, me dijo que estaba sanado pero que los huesos seguían ligeramente desalineados, y que una de las fracturas podría o no llenarse por completo. En silencio y oración, me negué a aceptar que algo pudiera interponerse en el camino de mi completa curación. Pensé en la historia cuando Cristo Jesús sana al hombre de la mano seca. La Biblia indica que Jesús le dijo al hombre: “Extiende tu mano”, y el relato continúa diciendo: “Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada” (Lucas 6:10). Jesús sabía que el único poder y la única presencia era Dios, la Mente divina, y yo también podía hacerlo. Nunca regresé a ver al médico, sino que confié en el poder sanador del Cristo, la idea espiritual de Dios.

En octubre de 2017, me lesioné nuevamente la mano derecha después de tropezar con las ramas de un árbol. Oré por mí mismo y también le pedí a mi esposa que orara por mí. Una vez más, pensé en la declaración de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud que dice que los accidentes son desconocidos para Dios. También pensé en este versículo de la Biblia: “El fuerte brazo derecho del Señor se levanta triunfante. ¡El fuerte brazo derecho del Señor ha hecho proezas gloriosas!” (Salmos 118:16, NTV). Estas citas me recordaron que el poder sanador de Dios está siempre al alcance de la mano y que Dios el Amor divino, tiene el control.

Oré a diario por mí mismo y noté que mejoraba, pero después de cinco días mi mano todavía estaba hinchada y descolorida, así que, como había ocurrido nueve años antes, mi (nuevo) jefe me pidió que viera a un doctor. Le expliqué que estaba cuidando bien de mí mismo, que la mano mejoraba a diario, y que nada impedía mi habilidad para trabajar, pero él, no obstante, me pidió que fuera a ver a un médico.

Mientras manejaba hacia el consultorio del doctor y luego en la sala de espera, pensé en borrar el registro material de que la mano hubiera estado lesionada en algún momento. En una ocasión un practicista me había sugerido que, siempre que algún problema o condición parece haber persistido y establecido una historia, yo podía regresar y revisitar el primer capítulo del Génesis, donde Dios nos creó como “bueno(s) en gran manera”, o perfectos. Esta es la verdad eterna acerca de nosotros, lo cual en realidad nunca ha cambiado. 

Me sacaron dos radiografías de la mano y de la muñeca, y me preocupé un poco pensando que las radiografías revelarían la evidencia de la lesión de hacía nueve años. Le expliqué a la doctora que me había quebrado esa muñeca anteriormente. Sin embargo, me dijo que no había evidencia de que alguna vez hubiera estado rota. Ella me invitó a ver las radiografías. Los huesos parecían estar perfectamente derechos, aunque este no había sido el caso nueve años antes, cuando los huesos habían estado fuera de lugar y un poco desalineados. Además, si bien el médico anterior había dicho que las fracturas podrían o no llenarse completamente, esta doctora confirmó que no había ninguna evidencia de una fractura. Las radiografías también fueron enviadas a un radiólogo para que confirmara lo que la doctora había encontrado, y así lo hizo.   

La doctora me dio una nota indicando que podía regresar a trabajar sin restricciones. También, respecto a cómo cuidaba de mi mano y muñeca, me dijo: “Siga haciendo lo que está haciendo”. Solo perdí dos fines de semana de trabajo en el jardín de casa, antes de que la mano estuviera completamente sana.

Estoy agradecido por haber recuperado el uso de mi mano derecha en dos ocasiones por medio del tratamiento de la Ciencia Cristiana. Ciencia y Salud explica: “La Ciencia Cristiana siempre es el cirujano más hábil, pero la cirugía es la rama de su método sanador que será reconocida por último. Sin embargo, es justo decir que la autora ya tiene en su poder registros debidamente autenticados de curaciones, efectuadas por ella misma y sus alumnos mediante la cirugía mental únicamente, de huesos fracturados, de articulaciones y vertebras dislocadas” (pág. 402). Estoy agradecido por haber visto cómo el registro material de una lesión puede ser borrado y reemplazado con la realidad espiritual de nuestra plenitud y perfección como hijos de Dios.

Ron Whitler
Goodyear, Arizona, EE.UU.

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