Hace unos diez años, me caí y me lastimé la muñeca derecha mientras patinaba sobre hielo con mi familia. Inmediatamente empecé a orar por mí mismo, y mi esposa también oró por mí. Pensé en esta declaración de Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Los accidentes son desconocidos para Dios, o la Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el sentido correcto de la infalible dirección de Dios y así sacar a luz la armonía” (pág. 424).
Continué orando por mí mismo, pero después de tres días mi mano estaba hinchada y descolorida, y tampoco podía mover los dedos. Así que decidí llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. Continué llamando al practicista día por medio y él continuó orando. Empecé a notar una mejoría gradual y constante en la mano y en la muñeca.
No obstante, dos semanas después de la lesión inicial, mi jefe me pidió que fuera a ver a un médico. Le expliqué que estaba orando por mí mismo y que a diario notaba que se estaba produciendo gradualmente una mejoría. Me contestó que él no podía obligarme a ir al doctor, pero que no podría venir a trabajar al día siguiente a menos que lo hiciera. Yo no quería faltar al trabajo, así que estuve de acuerdo en ver a un médico al día siguiente durante la hora del almuerzo. Le pedí a un practicista que orara por mí durante la visita al doctor.
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