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¿Reaccionas al ver los titulares?

Del número de diciembre de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La especulación sobre las guerras comerciales dominaba los titulares matutinos. En apenas unas horas, una venta masiva provocó que uno de los principales indicadores de acciones cayera más de quinientos puntos. Al día siguiente, el temor por las guerras comerciales disminuyó, y la economía resurgió enérgicamente en las noticias, esta vez debido a una igualmente rápida y fuerte recuperación. Este viaje en la montaña rusa continuó durante las siguientes semanas.

Un reportero financiero le pidió a uno de los analistas en el recinto de la bolsa que explicara los cambios tan dramáticos. “Estamos respondiendo a muchos titulares”, dijo. La emoción y el temor estaban manejando las cosas.

Su comentario parece ajustarse a muchos más frentes que simplemente a la economía. Al verlo desde el constante flujo de titulares que exageran y vuelven sensacionalista la vida diaria, parecería como si el mundo de hoy nunca hubiera estado en una situación peor. Con la capacidad tan rápida y simple de tener acceso a las noticias, es bueno preguntarnos: ¿Es que “estamos respondiendo a muchos titulares”? 

La mayoría de nosotros prefiere no ser arrastrado por la turbulencia de la difusión diaria de noticias. No obstante, queremos marcar una diferencia; traer soluciones a lo que está sucediendo en nuestras comunidades y en el mundo. Pero si albergamos incertidumbre y emociones, no podemos hacer mucho más que imaginarnos cómo sería tener una vida feliz y más armoniosa. Mantener un sentimiento de paz, mientras respondemos a los difíciles asuntos que aparecen en las noticias, requiere un fuerte compromiso con una perspectiva diferente, en vez de tener simplemente el deseo de que haya mejores noticias. El escritor de los Proverbios identificó que ese compromiso es espiritual: “Pon todo lo que hagas en manos del Señor, y tus planes tendrán éxito” (16:3).

Comprender dónde se encuentra el verdadero poder ayuda a afianzar nuestro pensamiento en la fuente de toda respuesta sanadora: Dios. La Ciencia Cristiana enseña que Dios es el Principio de la existencia que lo abarca todo. Él es omnipotente, supremo sobre toda la creación. Y Él es Espíritu, la Mente divina infinita del todo buena; el origen de todo pensamiento, acción y motivo verdaderos. La Mente conoce constantemente la armonía de su universo, y la Mente gobierna natural y perfectamente a sus ideas. El profeta Jeremías describe la perspectiva de Dios de la siguiente manera: “Yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza” (Jeremías 29:11, NTV).

A medida que confiamos en la inspiradora guía de Dios y nos esforzamos por percibir que Él es constantemente bueno y amoroso, nuestro pensamiento se eleva por encima de la interpretación limitada de las cosas e impulsada por las emociones.  Somos atraídos, en cambio, hacia la perspectiva espiritual y tranquila de la Mente. Este pensamiento espiritualizado nos capacita para abandonar el concepto errado de que existen muchas mentes separadas y conflictivas infundidas en la materia. Muestra que el sentido mortal o material de las cosas es en realidad ignorancia acerca de Dios. La Verdad divina brinda la comprensión espiritual que nos libera cada vez más de la forma de pensar materialista. Cristo Jesús describió esta acción espiritualmente liberadora de este modo: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).

Mary Baker Eddy, quien descubrió la Ciencia del Cristo a fines del siglo XIX, vigilaba muy de cerca la atmósfera mental de la época, y advirtió que no se debía permitir que los puntos de vista conflictivos, cínicos y emocionales nos influenciaran y se transformaran en nuestra norma. En su famosa obra Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, ella hace una pregunta a los lectores que suena como si la hubiera sacado de las noticias de ayer: “¿No oyes a toda la humanidad hablar del modelo imperfecto? El mundo lo está manteniendo ante tu vista continuamente. El resultado es que estás propenso a seguir esos patrones inferiores, limitar la obra de tu vida y adoptar en tu experiencia el diseño anguloso y la deformidad de los modelos de la materia” (pág. 248). 

La verdadera noticia es que, aunque un modelo extremadamente imperfecto de la vida pueda hacerse pasar por la forma en que son las cosas, esto no es así. Dios nos ha dado la capacidad de percibir qué es lo divinamente verdadero acerca de todos: que cada uno de nosotros es la expresión perfecta y perpetua del Espíritu. La Ciencia Cristiana explica que este sentido de la existencia totalmente espiritual, al que nos aferramos en nuestras oraciones, corrige —y sana— la desalentadora y errada impresión de que hay muchos problemas en la vida. Ciencia y Salud explica: “La Verdad y el Amor son un antídoto contra este miasma mental, y así vigorizan y sostienen la existencia” (pág. 274).

Ninguna cantidad de ira, conflicto o desesperación de los titulares puede separarnos de lo que Dios está revelando acerca de la vida en el Espíritu, completa y buena. Por medio de la oración y el firme compromiso de estudiar y practicar la Ciencia Cristiana, la consciencia humana se inspira —se espiritualiza— y garantiza una sensación más profunda de paz y bienestar. Esta forma de pensar espiritualizada nos transforma, cada vez más, en personas que aportan soluciones, capaces de discernir las que son tangibles a los preocupantes y trágicos sucesos que aparecen en las noticias.

¿Te preguntas si existe algún plan de acción para dar más pasos de progreso? Se trata realmente de la actividad natural de las cualidades de la Mente en nuestra consciencia, que proporciona ideas prácticas para sanar a nuestro mundo. Ciencia y Salud brinda dirección e inspiración: “Para remediar esto, debemos primero volver nuestra mirada en la dirección correcta, y luego seguir ese camino. Debemos formar modelos perfectos en el pensamiento y mirarlos continuamente, o nunca los tallaremos en vidas grandes y nobles. Dejemos que el altruismo, la bondad, la misericordia, la justicia, la salud, la santidad, el amor —el reino de los cielos— reinen en nosotros, y el pecado, la enfermedad y la muerte disminuirán hasta que finalmente desaparezcan” (pág. 248). 

Russ Gerber
Escritor de editorial invitado

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