Iba conduciendo por una carretera rural cuando al acercarme a un puente vi ante mí una oscuridad absoluta. Fue como si me hubieran empujado hacia un abismo negro. Los faros delanteros no reflejaban nada adelante que indicara que la carretera continuaba del otro lado del puente. Yo simplemente sabía que así era.
No pude evitar sentir que este recorrido sobre el puente era una metáfora de mi vida en aquel momento. Iba de camino hacia un lugar donde sabía que me permitirían dormir por algunas semanas. Circunstancias adversas me habían dejado sin dinero, sin trabajo, sin hogar; solo tenía el automóvil que estaba manejando y unas pocas pertenencias. No tenía idea de lo que me esperaba. Pero, así como tenía la certeza de que la carretera continuaba del otro lado del puente, sabía que Dios tenía por delante un camino perfecto para mi vida. Calladamente puse mi mano en la de Él con toda confianza.
La Biblia tiene muchos relatos de la provisión que Dios proporcionó en lo que parecieron ser situaciones de escasez sin esperanza alguna. Una es la historia de cuando Moisés guió a los hijos de Israel fuera de Egipto (véase Éxodo 12:37-17:7). Cuando llegaron al Mar Rojo, pareció que no tenían forma de seguir adelante. Pero Dios dividió el mar para ellos. Cuando no tenían comida, cayó maná. Cuando no hubo agua, Dios le dijo a Moisés que golpeara una roca, lo cual hizo que el agua saliera a borbotones.
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