Iba conduciendo por una carretera rural cuando al acercarme a un puente vi ante mí una oscuridad absoluta. Fue como si me hubieran empujado hacia un abismo negro. Los faros delanteros no reflejaban nada adelante que indicara que la carretera continuaba del otro lado del puente. Yo simplemente sabía que así era.
No pude evitar sentir que este recorrido sobre el puente era una metáfora de mi vida en aquel momento. Iba de camino hacia un lugar donde sabía que me permitirían dormir por algunas semanas. Circunstancias adversas me habían dejado sin dinero, sin trabajo, sin hogar; solo tenía el automóvil que estaba manejando y unas pocas pertenencias. No tenía idea de lo que me esperaba. Pero, así como tenía la certeza de que la carretera continuaba del otro lado del puente, sabía que Dios tenía por delante un camino perfecto para mi vida. Calladamente puse mi mano en la de Él con toda confianza.
La Biblia tiene muchos relatos de la provisión que Dios proporcionó en lo que parecieron ser situaciones de escasez sin esperanza alguna. Una es la historia de cuando Moisés guió a los hijos de Israel fuera de Egipto (véase Éxodo 12:37-17:7). Cuando llegaron al Mar Rojo, pareció que no tenían forma de seguir adelante. Pero Dios dividió el mar para ellos. Cuando no tenían comida, cayó maná. Cuando no hubo agua, Dios le dijo a Moisés que golpeara una roca, lo cual hizo que el agua saliera a borbotones.
No obstante, a pesar de toda esa provisión —todas ellas señales de que Dios realmente cuidaba de Su pueblo— los hijos de Israel parecieron olvidar eso muy fácilmente la próxima vez que enfrentaron lo que ellos consideraron un obstáculo infranqueable. Después de que salió agua de una roca en Refidim, la gente no obstante se quejó amargamente de no tener agua cuando estaban en el desierto de Zin (véase Números 20:1 –11). De modo que Dios nuevamente proporcionó agua de una roca; y Él continuó cuidando de ellos y guiándolos.
Sabía que Dios tenía por delante un camino perfecto para mi vida. Calladamente puse mi mano en la de Él con toda confianza.
Mary Baker Eddy usa este relato bíblico de Éxodo para ilustrar la travesía mental que realizamos del temor y la escasez, a una comprensión más elevada del cuidado incesante de Dios. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras ella escribe: “Así como los hijos de Israel fueron guiados triunfalmente a través del Mar Rojo, el oscuro flujo y reflujo de las mareas del temor humano —así como fueron conducidos a través del desierto, caminando cansadamente a través del gran yermo de las esperanzas humanas, y anticipando el gozo prometido— así la idea espiritual guiará todos los deseos justos en su pasaje del sentido al Alma, de un sentido material de la existencia al espiritual, hacia la gloria preparada para los que aman a Dios” (pág. 566). Si amamos a Dios y deseamos obedecerlo, hallaremos que nuestro sentido espiritual de la existencia realmente aumenta para reemplazar el falso sentido material de la realidad al que antes nos aferrábamos, y este cambio se manifiesta de forma práctica en nuestra vida.
Durante varios años, antes de aquella noche en el puente, cuando me encargaba de las finanzas cada mes, tenía que enfrentar un montón de cuentas con cheques de sueldo que lamentablemente parecían insuficientes para pagarlas. Con mucho temor, dejaba mi escritorio, caminaba de un lado a otro y oraba, a menudo hasta muy adentrada la noche. Afirmaba que nuestro Dios amoroso ya estaba satisfaciendo todas las necesidades de Sus hijos, y Le pedía que me ayudara a ver la verdad de esto de una forma que pudiera comprender. Después de orar de esta forma, parecía calmarme y regresaba a mi escritorio para decidir cuáles cuentas podían esperar y cuáles no.
A medida que pasaba el mes, encontraba formas de pagar las cuentas que restaban. Siempre me sentía agradecida. Pero al mes siguiente pasaba por todo eso una vez más. Así como los hijos de Israel se sentían impresionados por la escasez y se olvidaban del cuidado infalible de Dios, a mí me impresionaba cuán pequeño era el monto de mis cheques de sueldo, y permitía que eso reemplazara mi confianza en lo que el Amor divino estaba proveyendo. Así que, cada mes tenía que orar una vez más para superar el temible sentido de escasez.
Tarde o temprano tenemos que aceptar que es imposible que a un Dios infinito pueda agotársele algo; por lo tanto, es imposible que a Su manifestación infinita, el hombre —Su hijo— le falte algo necesario. La provisión es infinita y solo proviene de Dios, jamás de la materia o de ningún concepto basado en ella. Solo cuando creemos que la provisión proviene de una fuente material es que experimentamos escasez. Esta verdad espiritual de provisión infinita estaba siempre en el fondo de mi pensamiento cuando oraba para superar el sentido de escasez que parecía resultar de mi sueldo tan pequeño. Esta verdad, junto con los relatos de la Biblia sobre la abundancia demostrada espiritualmente y mis propias demostraciones mensuales de provisión, fue lo que me preparó para la permanente revelación de provisión abundante en mi vida, revelación que se manifestó cuando cedí totalmente mi confianza a Dios en aquel puente oscuro.
No fue sino hasta unos años después que al recordar lo sucedido me di cuenta de que aquella noche en particular (ahora ya hace más de veinte años) marcó el fin de mi habitual preocupación por la provisión. En aquel momento, puse mi completa confianza en Dios con tanta humildad, que no percibí la magnitud de esto o de lo que significaba. Al no tener en mi experiencia el cheque de sueldo y otras fuentes de recursos basados en la materia, ya no era tentada a sentir que mi bienestar y mi provisión dependían de alguien o de alguna cosa excepto de Dios. Aquella noche, cuando puse mi mano en la del Padre, el temor a la escasez desapareció por completo. Mi confianza en Dios para responder a cada una de mis necesidades se volvió más constante. Un creciente sentido de abundancia comenzó a llenar mi pensamiento y mi vida.
Al principio, no tenía nada más que lo que llevaba conmigo en el auto al recorrer aquella carretera. Pero, cuando necesitaba algo, se manifestaba. Nunca dudé que así sería. Fui guiada por caminos que jamás hubiera imaginado, hacia una demostración gradualmente más grande de abundancia en mi vida. Regresé a la universidad después de lo cual tuve una carrera nueva, una vida familiar renovada y extensa, amados hogares, oportunidades de servir a los demás. Sí, con el tiempo comencé a recibir cheques de sueldo nuevamente, y muy buenos, por cierto. Pero ya no consideraba que eran la fuente de mi provisión. Eran, en cambio, evidencias de la infinita abundancia espiritual que sé que continuamente tendré de Dios, mi querido Padre que siempre nos provee de lo necesario a todos.
He aprendido que cuando enfrentamos escasez en nuestra vida, la abundancia de Dios ya está presente para ser revelada cuando estemos preparados para verla y reclamarla. La oración persistente, la fiel aplicación de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, y la completa confianza en nuestro maravilloso Padre-Madre celestial, nos guiarán hacia la revelación del bien y el presente cuidado infinito de Dios; esto nos hará tener el dulce sentido de abundancia que bendice de forma tangible nuestra vida.