Hace unos años caí en cama con un resfriado que se transformó en una tos severa y mucho malestar. La Ciencia Cristiana siempre ha sido para mí una forma confiable de tratar la enfermedad y otras discordias, así que decidí enfrentar esta situación a través de la oración en la Ciencia Cristiana.
Mi oración comenzó reconociendo mi perfecta relación con nuestro Dios del todo bueno, y mi verdadera naturaleza como Su creación muy buena, hecha a Su imagen y semejanza. Pasé un tiempo orando con las ideas que obtuve al leer la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy. Sabía por mi estudio de estos libros que Dios es Espíritu y que yo soy el reflejo de Dios. Esto significa que mi verdadera naturaleza es espiritual y completamente buena, y no puede incluir enfermedad o dolor. Encontré esta declaración en Ciencia y Salud muy útil para reflexionar: “Una idea espiritual no tiene un solo elemento de error, y esta verdad elimina debidamente todo lo es nocivo” (pág. 463).
Después de aproximadamente un día todavía no había encontrado alivio y estaba atemorizada por la afección. Llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana y le pedí que me diera tratamiento en esta Ciencia. Ella me aseguró que Dios, la Mente divina, nunca sabe de una tos o de un resfrío, sino que solo conoce lo que es bueno, y que por ser la expresión de Dios, yo solo podía reflejar lo que es divino, incluida la salud y la plenitud.
Cuando la llamé de nuevo al día siguiente, sentí un profundo aprecio por su amor y su certeza de que Dios me estaba cuidando. Esa tarde, mientras yacía en el sofá, lo entendí: “Dios me está cuidando. Él está aquí y me ama. Estoy muy agradecida a Dios”. En ese momento me sentí bañada en el amor de Dios y Su tierna presencia. Una cálida sensación de bienestar, una vislumbre de mi perfección y plenitud divinas me inundó. La tos y el malestar se fueron. Sané y reanudé mis actividades normales.
La practicista me había dicho que Dios, el Espíritu, el Amor divino, me cuidaba todo el tiempo. De hecho, esa tarde sentí la presencia y el cuidado del Amor. Le agradecí a la practicista por su eficaz tratamiento mediante la oración. Su ejemplo me ha inspirado y me ha ayudado a poner en práctica esta Ciencia para ayudar a otros a sanar. Día a día estoy aprendiendo a través de la práctica de esta Ciencia del Cristo, que efectivamente “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1).
Nancy Bachmann
Huntley, Illinois, EE.UU.