Hace unos años, me encontraba luchando desesperadamente para pagar mis cuentas. Mis entradas eran muy inferiores a las que había tenido antes, y me sentía solo y muy atemorizado por no tener lo suficiente para cubrir los gastos diarios. Con frecuencia pagaba las cuentas mucho después de su vencimiento, y pasaba horas orando en busca de una respuesta acerca de cómo pagaría la siguiente.
En un momento dado, le conté a un amigo acerca de mis preocupaciones, quien me sugirió que comenzara a sacar provecho de los talentos que tenía. “¿Qué puedes hacer con lo que ya sabes?”, me preguntó. Su sugerencia me recordó la historia bíblica del profeta Eliseo y la viuda que estaba por perder a sus dos hijos a manos de un acreedor a quien no podía pagar (véase 2 Reyes 4:1–7). Eliseo le preguntó qué tenía en su casa. Ella respondió que solo tenía una vasija de aceite. Él le recomendó que pidiera prestados a sus vecinos tantos recipientes como pudiera y los llenara con el aceite. Ella logró llenar todos los recipientes y le sobró aceite. Entonces Eliseo le dijo: “Ve y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede”. La abundancia de aceite, que ilustraba los recursos espirituales infinitos de Dios, estaba allí mismo cuando la viuda estuvo dispuesta a abrir su pensamiento al bien que estaba a su alcance y siguió la guía divinamente inspirada de Eliseo. Empecé a confiar en que, así como Dios tuvo una respuesta práctica para la viuda, también tenía una para mí que respondería a mis necesidades inmediatas.
Un día, decidí dar una larga caminata mientras oraba. Mi oración fue simplemente: “Dime, Padre, qué debo hacer”. De pronto, tuve la intuición de darme vuelta. Al hacerlo, vi la puerta abierta de un pequeño negocio con pasteles y productos de pastelería en los estantes. Como había tenido negocios en diferentes épocas y me gusta cocinar, vi esto como una señal de que debía comenzar un negocio de repostería.
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