En un mundo lleno de mensajes conflictivos que nos vienen de diferentes direcciones, la vida a menudo parece complicada y confusa. Ni las numerosas y útiles invenciones modernas que facilitan tanto las comunicaciones personales y mundiales, pueden asegurarnos que lo que escuchamos es verdadero o falso, confiable o una manipulación. No obstante, a muchas personas les puede parecer imposible incluir, en una agenda ya sobrecargada, un tiempo para estar en comunión con Dios. Mientras que para otras hacerlo quizás les parezca inútil y nada práctico.
No obstante, Dios es la presencia de la bondad pura que le habla directamente a toda y a cada consciencia humana. Para mí, mantener calladamente una receptividad reverente a la bondad pura de Dios, supera por mucho la admiración que he sentido a veces al ver un paisaje majestuoso, tranquilo y hermoso en la naturaleza. Al estar en comunión con Dios, siento que la presencia y el cuidado tierno del Amor divino surgen dentro de mí y me abrazan en un sentimiento de autoestima que hace que esté simultáneamente dispuesta a reconocer mis defectos, y a superarlos. Esta bondad pura me habla en todo lugar y en todo momento, sin la ayuda de ningún invento humano; siempre comunicándome solo lo que es verdadero y confiable, aclarando mi pensamiento para discernir la diferencia entre la verdad y la falsedad, y manteniéndome de este modo a salvo de la decepción y la manipulación.
Todos necesitamos esta ayuda divina, y no solo cuando ocurre algo terrible. Estar en comunión con Dios en las pruebas de la vida cotidiana, puede también liberarnos de la preocupación, confusión, distracción o temor que viene cuando tratamos de resolver las cosas por nuestra propia cuenta, sin Dios.
El libro de Eclesiastés en la Biblia señala cuán inútil es tratar de resolver todo basándose únicamente en la fuerza del conocimiento humano. Veamos este versículo, por ejemplo: “He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones” (7:29). Mary Baker Eddy se refiere a esto en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “El hombre ha buscado ‘muchas perversiones’, mas todavía no ha encontrado que es verdad que el conocimiento puede salvarlo de los terribles efectos del conocimiento” (pág. 196).
Cuando admitimos para nosotros mismos que necesitamos ayuda más allá del mero conocimiento humano, Dios Mismo despierta la reverencia en nuestro corazón y lo llena de amor, como lo expresa este himno:
Callado, reverente, 
   voy hacia Ti, Señor; 
al corazón has dado 
   amor y humildad.
(Ellen J. Glover, Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 151, traducción © CSBD)
La reverencia, el amor y la humildad que surgen dentro de nosotros cuando reconocemos que necesitamos a Dios, son auténticos. No son sentimientos efímeros simplemente; estas cualidades son inherentes a nuestra verdadera identidad como el reflejo propio de Dios, del Amor divino. Hemos entrado en el “lugar secreto del Omnipotente” del que habla el Salmo 91 (según versión King James), y es aquí donde, al abrir nuestro corazón y nuestra mente para estar en comunión con Dios, podemos aprender a discernir entre la verdad y la falsedad y encontrar que “en la tranquilidad y en la confianza está [nuestra] fortaleza” (Isaías 30:15, NTV).
La frase operativa aquí es “podemos aprender a discernir”. Cuando callada y sinceramente volvemos nuestra atención a Dios en oración, hallamos que Él despierta dentro de nosotros una comprensión natural de Su santa naturaleza y de nosotros como Su expresión espiritual misma. Comenzamos a sentir que el Amor divino trabaja en nosotros y a través de nosotros, y esta toma de consciencia aumenta cuando la actitud de estar en oración y comunión con Dios incluye la búsqueda sincera de la verdad en la Biblia y en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. La verdad espiritual contenida en estos libros le fue revelada a la Sra. Eddy a través de la comunión callada y sincera que tuvo con Dios toda la vida. La clave, el sentido espiritual del mensaje de la Biblia —especialmente prominente en las sagradas enseñanzas y obras sanadoras de Cristo Jesús— le hablaron claramente y la guiaron a la victoria por medio de muchos desafíos difíciles.
La Palabra de Dios nos habla por medio de la Biblia y de Ciencia y Salud. No importa si acabamos de conocer estos libros o si los conocemos como la palma de la mano después de años de estudio. Es al escuchar calladamente y con receptividad la Palabra de Dios hoy, que escuchamos la verdad que necesitamos escuchar hoy.
Cuando estar en comunión con Dios se transforma en algo sumamente importante para nosotros, hallamos el tiempo necesario para hacer una pausa y hacerlo. La preocupación, la confusión, la distracción y el temor pasan a segundo plano, y son vencidos, cuando nos sentamos y escuchamos al Amor divino. Esto ciertamente fue verdad para aquellos cuyas experiencias al leer Ciencia y Salud están registradas en las cien páginas del capítulo “Los frutos” en la parte final del libro; he aquí una de esas experiencias: “… nunca olvidaré el sublime instante en que percibí que un Padre que es todo amor siempre está conmigo. Las penas y la ansiedad pasaron al olvido, y después de cuatro semanas de leer Ciencia y Salud, todos mis padecimientos desaparecieron” (pág. 655).
La curación física es tan solo un aspecto de lo que ocurre cuando estamos en comunión con Dios. El poder sanador y reformador de Dios está siempre aquí para cada uno de nosotros. Me encanta cuando siento que el Amor divino aclara mi pensamiento y purifica mi carácter a medida que cedo a mi verdadera naturaleza como el reflejo amoroso y puro de la Verdad. A ti también te encantará.
Es nuestra espiritualidad inherente como hijos de Dios lo que nos hace sentir atraídos hacia Él, y por medio de la cual nos acercamos a Dios. Como ha dicho la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “Nos acercamos a Dios, o la Vida, en proporción a nuestra espiritualidad, nuestra fidelidad a la Verdad y al Amor; y en esa misma proporción conocemos toda necesidad humana y somos capaces de discernir el pensamiento de los enfermos y los pecadores con el propósito de sanarlos” (pág. 95).
Nuestro pensamiento se espiritualiza cada vez más cuando estamos en comunión con Dios —con la Verdad y el Amor— y esto nos prepara para discernir entre la verdad y la falsedad en todos los aspectos de la vida y las comunicaciones humanas. De esta manera, estamos a salvo de la manipulación y la falsedad cualquiera sea su forma, y somos capaces de discernir el carácter humano “con el propósito de sanarlos”.
Barbara Vining
Redactora en Jefe
 
    
