En un mundo lleno de mensajes conflictivos que nos vienen de diferentes direcciones, la vida a menudo parece complicada y confusa. Ni las numerosas y útiles invenciones modernas que facilitan tanto las comunicaciones personales y mundiales, pueden asegurarnos que lo que escuchamos es verdadero o falso, confiable o una manipulación. No obstante, a muchas personas les puede parecer imposible incluir, en una agenda ya sobrecargada, un tiempo para estar en comunión con Dios. Mientras que para otras hacerlo quizás les parezca inútil y nada práctico.
No obstante, Dios es la presencia de la bondad pura que le habla directamente a toda y a cada consciencia humana. Para mí, mantener calladamente una receptividad reverente a la bondad pura de Dios, supera por mucho la admiración que he sentido a veces al ver un paisaje majestuoso, tranquilo y hermoso en la naturaleza. Al estar en comunión con Dios, siento que la presencia y el cuidado tierno del Amor divino surgen dentro de mí y me abrazan en un sentimiento de autoestima que hace que esté simultáneamente dispuesta a reconocer mis defectos, y a superarlos. Esta bondad pura me habla en todo lugar y en todo momento, sin la ayuda de ningún invento humano; siempre comunicándome solo lo que es verdadero y confiable, aclarando mi pensamiento para discernir la diferencia entre la verdad y la falsedad, y manteniéndome de este modo a salvo de la decepción y la manipulación.
Todos necesitamos esta ayuda divina, y no solo cuando ocurre algo terrible. Estar en comunión con Dios en las pruebas de la vida cotidiana, puede también liberarnos de la preocupación, confusión, distracción o temor que viene cuando tratamos de resolver las cosas por nuestra propia cuenta, sin Dios.
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