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El tratamiento de la Ciencia Cristiana: El remedio para la adicción

Del número de marzo de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 16 de enero de 2019 como original para la Web.


En una mesa redonda de distintas religiones que se reunió en la ciudad de Nashua, en el estado de Nuevo Hampshire donde vivo, me impactó algo que dijo Kelly Ayotte,  exsenadora de Estados Unidos por el estado de Nuevo Hampshire: “Las comunidades religiosas cumplen una función importante” en la lucha contra la drogadicción; una función que el gobierno no puede desempeñar (“Nashua church offers spiritual response to drug crisis”, The Telegraph, May 28, 2016).  

Su reconocimiento del trabajo desinteresado que realizan las comunidades religiosas para sanar la adicción y brindar cuidado práctico a los afectados vino en una época cuando Nuevo Hampshire tenía una de las tasas más altas de mortalidad por sobredosis de opioides en los Estados Unidos.

 Hoy, la adicción a los opioides continúa siendo un serio problema aquí y en toda la nación, y cada muerte trágica debida a una sobredosis es otro recordatorio más para que tomemos con mayor seriedad nuestra fe y nuestras oraciones; para que continuemos orando y nunca nos demos por vencidos. 

En mi trabajo como padre adoptivo, capellán de la Ciencia Cristiana en el ministerio carcelario, y voluntario para ayudar a las personas sin hogar, me he sentido agradecido al ver que los problemas difíciles, que con frecuencia parecen no tener esperanza alguna, se resuelven y sanan por medio de la oración. Cada victoria es prueba de que podemos tomar en serio la promesa del Apóstol Pablo: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres; y fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla” (1 Corintios 10:13, LBLA)

Hace muchos años, al comienzo de mi ministerio sanador, un colega del trabajo quien era un refugiado de Vietnam logró escapar de la adicción a la nicotina que había tenido toda la vida; hábito que no había logrado abandonar por medio de la voluntad humana. Él fue receptivo al mensaje sanador de la Ciencia Cristiana que compartí con él: Dios es Amor, el único poder o influencia en nuestra vida, y somos inseparables de este Amor porque somos el reflejo, o imagen y semejanza, de Dios.

Mi amigo había pedido ayuda en la Ciencia Cristiana, y mediante este método espiritual de tratamiento obtuvo una vislumbre del hecho de que Dios es Todo; que nada existe aparte de Dios y Su creación; que el Amor divino es el único poder real y no nos tienta a tener hábitos dañinos para nuestra salud y bienestar, ni nos permite que seamos esclavos de las drogas u otras sustancias materiales.

El hombre perfecto, creado por Dios, está en un estado de armonía eterna.

La oración en el tratamiento de la Ciencia Cristiana reconoce que Dios es también el Espíritu divino y que el Espíritu es la única sustancia verdadera, la fuente de nuestra felicidad, salud y paz. Más que rogarle al Todopoderoso que nos ayude, esta oración reconoce el poder y la presencia de Dios, hace que cedamos a Su voluntad, y sepamos y sintamos que Él es bueno y que nosotros, Sus hijos, somos buenos y puros, sanos y completos, y no nos falta nada. Él nos ha dado todo lo que necesitamos para que nos sintamos genuinamente satisfechos. Al ser la imagen y semejanza del Espíritu, dependemos del Espíritu y de nada más.

La comprensión de estos hechos espirituales liberó inmediatamente a mi amigo del deseo de fumar, sin ningún efecto secundario o síntomas por la abstinencia. Esta fue una prueba contundente del gobierno que ejerce la Mente divina —Dios— en el hombre, o lo que Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, llama en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “dominio de la Mente sobre el cuerpo” (pág. 406).

Esta curación inspiró a mi colega de tal modo —lo impregnó de un sentido espiritual de la existencia y de su ilimitado potencial como hijo de Dios— que su vida se amplió de formas inesperadas, y se embarcó por el camino de una nueva y exitosa carrera como ingeniero en electricidad.

La sociedad trata la adicción como una enfermedad o “trastorno por uso de sustancias” que uno tal vez pueda o no ser capaz de superar o recuperarse. Sin embargo, la Ciencia Cristiana, que se basa en las enseñanzas de Cristo Jesús, confía en la palabra del Maestro de que “para Dios todo es posible” (Mateo 19:26). Al sanar en nombre de Dios, Jesús demostró que la fe en la Mente divina, en lugar de en un medicamento, puede sanar aflicciones humanas de todo tipo; puede acabar con el dolor, el temor, la angustia mental y las dolencias. Su tratamiento espiritual de la enfermedad no incluía ningún período de recuperación física, sino que demostraba el poder del Cristo eterno, la Verdad, para agitar el pensamiento a fin de que alcanzara la comprensión espiritual de la perfección del hombre como el hijo, o hija, inmaculado de Dios.

Este hombre perfecto, creado por Dios, está en un estado de armonía eterna. No es un mortal débil que puede tener una recaída o que ha hecho o experimentado algo de lo cual tiene que recuperarse. La oración en la Ciencia Cristiana comienza con Dios, el bien, como la única causa y poder que atrae, y con la perfección innata del hombre como el hijo de Dios, en lugar de con un mortal defectuoso. Redime el pasado por medio del reconocimiento de que el hombre es completo y no es tocado por la escasez, el trauma, la injusticia o cualquier experiencia humana discordante.

Durante más de un siglo, el Christian Science Sentinel ha estado publicando relatos de curación de fuentes originales que prueban que la dependencia de las drogas puede superarse, y se está superando, por medio de la oración. Estos testimonios muestran la eficacia de las oraciones cuyo punto de partida para pensar y razonar es la omnipotencia del Espíritu infinito y divino. Dicha oración libera el pensamiento de la aparente atracción de la materia, o magnetismo animal, término que en la Ciencia Cristiana se refiere a la sugestión de que existe una atracción o poder aparte de Dios, el bien. La Sra. Eddy, quien fundó el Sentinel, escribió en Ciencia y Salud: “Solo hay una atracción real, la del Espíritu. La aguja que apunta hacia el polo simboliza este poder que todo lo abarca o la atracción de Dios, la Mente infinita” (pág. 102).

En realidad, la atracción poderosa del Espíritu es lo único que verdaderamente siempre podemos sentir o experimentar. Dios nos ha dado la fortaleza y el dominio espirituales para resistir toda tentación de creer lo contrario, y tenemos la oportunidad de demostrar esto a cada momento. La Biblia nos dice: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7). 

Al reclamar nuestra inocencia y dominio innatos como el hijo mismo de Dios, las atracciones falsas pierden su aparente poder o control. Comenzamos a sentir la paz del Amor y la fortaleza espiritual de la Verdad que liberan a la humanidad de todo sufrimiento y dolor, y descubrimos más de nuestra naturaleza espiritual, expresada en gracia, amor desinteresado y servicio a Dios.

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