Un día, cuando salía por la puerta para ayudar a mi esposo con el trabajo de jardinería, una avispa me picó. Antes de salir, había estado lidiando con la preocupación de que hacía demasiado calor y que no podríamos terminar todo el trabajo que había que hacer. El dolor de la picadura fue inmediato e intenso. Basada en la experiencia que había tenido hacía varios años cuando me picó una avispa, sentí que sin la oración inmediata, tendría hinchazón e incomodidad durante varios días.
Pensé en algo que Mary Baker Eddy escribió en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Todas las criaturas de Dios, moviéndose en la armonía de la Ciencia, son inofensivas, útiles, indestructibles” (pág. 514). “Todas las criaturas de Dios” tenía que incluir desde las más grandes a las más pequeñas, sin dejar una sola criatura afuera. En la creación de Dios, que es espiritual y buena, la avispa tenía que ser inofensiva, y yo tenía que ser indestructible. Esto es lo único que podía ser verdad en la Ciencia divina, y en realidad, no hay nada afuera de la Verdad, Dios. Después de pensar en estas ideas por unos pocos minutos, el dolor desapareció y no hubo hinchazón.
También tenía que deshacerme de cualquier creencia de que era rehén de los pensamientos negativos relacionados con el calor y el trabajo excesivo. Un pasaje de la Biblia que había estado estudiando me vino a la mente: “Y trabajen por la paz y prosperidad de la ciudad donde los envié al destierro. Pidan al Señor por la ciudad, porque del bienestar de la ciudad dependerá el bienestar de ustedes” (Jeremías 29:7, NTV).
Sabía que el hombre (término que nos incluye a cada uno de nosotros) no puede ser cautivo de pensamientos erróneos, como es el estar sumamente preocupado por trabajar en el calor o por tener demasiado que hacer. Estuve consciente de que cada uno de nosotros puede ser cautivo o estar sujeto solo a Dios, y en las formas más maravillosas y amorosas. Como reflejo de Dios, cada uno de nosotros refleja naturalmente la paz, trabaja con facilidad y demuestra el bien; por lo tanto, no podía ser rehén de ningún pensamiento que me llevara a creer que el clima podría afectar mi capacidad para reflejar a Dios.
Al continuar orando con estos pensamientos a lo largo del día, encontré paz y alegría en el trabajo y completé con éxito numerosas tareas. Aunque había muchas avispas alrededor, no tuve otras picaduras. En un momento dado, una avispa incluso quedó atrapada en mi cabello. Cuando insistí en la naturaleza inofensiva de todas las criaturas de Dios y en que vivimos en paz entre nosotros, la avispa pudo desenredarse rápidamente y volar.
Ha pasado más de un año desde esta curación, y este verano pasado pude trabajar con eficacia en el calor y cerca de las avispas sin sufrir más picaduras. Estoy muy agradecida por lo que esta curación me enseñó acerca de la armonía innata de toda la creación de Dios y cómo eso se aplica a cada aspecto de la vida.
Andrea Ward
Golconda, Illinois, EE.UU.
 
    
