Lee la columna de las Cartas al Redactor en cualquier periódico o mira cuáles son las tendencias en los medios sociales, y tendrás una idea de los temas de actualidad. Recientemente, las referencias a “pensamientos y oraciones” que se dedicaron a las víctimas de tragedias han producido una reacción negativa en los debates públicos. Muchos afirman que las oraciones y los pensamientos son inadecuados y no tienen ningún valor. Dicen que hoy en día se requiere de una acción concreta.
No obstante, la gente está buscando sinceramente una respuesta sanadora a la vasta variedad de problemas sociales: tiroteos masivos, adicción a las drogas, suicidio, desesperación, depresión. La sabiduría y las soluciones son sumamente necesarias. La cuestión es: ¿Pueden los pensamientos y las oraciones cambiar el mundo?
Por supuesto, es cierto que los pensamientos y las oraciones pueden ser tan solo un esfuerzo superficial, unas pocas palabras que se dicen como parte de una rutina, pero que en realidad no se sienten. La retórica insípida jamás logra elevar nuestro espíritu, por eso fracasa. Sin embargo, he hallado que la oración y el pensamiento inspirados, basados en la comprensión de las leyes fundamentales de Dios, siempre han sido un auxilio presente y poderoso en las tribulaciones. ¿Cómo podemos traer ese tipo de contenido a la oración, y ver resultados prácticos?
Pensar detenidamente en las enseñanzas del Maestro, Cristo Jesús, y orar para aceptar su espíritu, es clave. Por ejemplo, Jesús afirmó que los dos mandamientos más importantes son: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza”, y “Amaras a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:30, 31, LBLA). Sus enseñanzas son claras, puras y profundas. El deseo de obedecerlas, de comprenderlas y de vivir constantemente con ellas mantiene el pensamiento receptivo a Dios. Las acciones solícitas bendicen a nuestros semejantes.
La Biblia registra muchas situaciones donde el resultado de las oraciones y los pensamientos impulsados divinamente de Jesús trajeron curación. Por ejemplo, en una ocasión le trajeron a un niño con lo que muchos hoy considerarían que era epilepsia, la cual hacía que actuara con violencia y fuera autodestructivo (véase Marcos 9:17-29). Jesús mandó a ese “espíritu mudo” que saliera de él y no volviera a entrar en él. El niño fue sanado inmediatamente. Más tarde, Jesús les dijo a sus discípulos que esa curación no podía producirse sino por medio de la oración pura.
Tal vez el ejemplo del niño simbolice lo que la gente enfrenta hoy en día. El mal, en forma de “espíritus mudos”, o impulsos negativos, parece causar caos y tragedia. Sin embargo, Cristo Jesús mostró exactamente cómo extraer dichas influencias de la consciencia humana para que no pudieran destruir vidas. Esta historia revela que las oraciones dedicadas basadas en el Cristo, la Verdad divina que Jesús representaba, son de vital importancia e inmensurablemente valiosas, al elevar más el pensamiento hacia una perspectiva más espiritual y traer curación.
El libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, afirma: “…la oración silenciosa, la vigilancia, y la obediencia devota nos capacitan para seguir el ejemplo de Jesús” (pág. 4). Por medio del estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana, he experimentado el verdadero valor de las oraciones que afirman la supremacía de Dios, el bien. He enfrentado situaciones donde la única esperanza de salvación estaba en la oración. Por medio de esto obtuve cierta comprensión de los pensamientos más elevados de Dios, como lo describe este pasaje de la Biblia: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos declara el Señor. Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8, 9, LBLA).
Hace algunos años, mi hija fue atrapada por el oscuro y degradante mundo del alcoholismo y los narcóticos, y se encontró a merced de la adicción a las drogas. Para calmar mis temores encontré consuelo en la oración consagrada. Mi corazón recurrió a Dios como nunca antes.
Al leer las palabras de la Biblia “si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás” (Salmos 139:8), me di cuenta de que Dios, quien es el Amor infinito, estaba allí mismo con mi hija, amándola como Él la conoce, cuidándola, manteniéndola bajo Sus alas, cualesquiera fueran las circunstancias. Dios la había hecho y la conocía, no como a un mortal vulnerable a la adicción, sino como Su hija espiritual y pura. Me embargó una sensación de paz y calma. Llena de esperanza, continué orando.
Recuerdo que durante ese período tuve mucho crecimiento espiritual. Comencé a comprender que Dios es el verdadero Padre de mi hija, y Él la está guiando. El gran peso de identificarme falsamente como la responsable personal de mantener a mi hija incluida en el amor sanador de Dios se desprendió, y una sensación de libertad espiritual llenó mi pensamiento. Reconocí el origen sagrado de mi hija, al verla como el linaje amado de Dios.
Fue un verdadero momento de claridad; ella había encontrado su camino.
Estas palabras de Ciencia y Salud me elevaron aún más: “El fundamento de la discordia mortal es un sentido falso del origen del hombre. Empezar correctamente es terminar correctamente” (pág. 262). Comencé a aceptar con devoción lo que era correcto, o verdad, acerca de esta querida hija ante los ojos de Dios. Y lo que parecía estar errado acerca de ella comenzó a desaparecer de mi consciencia. A pesar de lo que parecía ser una interminable tribulación, los matices de la forma turbia de vivir empezaron a disiparse. Mientras la atmósfera continuaba difusa, se produjeron fisuras en las sombras que permitieron que entrara una pizca de luz.
Entonces un día recibí una carta. Explicaba que mi hija había tomado consciencia de su verdadera identidad como hija de Dios. Ella escribió que temprano una mañana, mientras caminaba por una zona boscosa, de pronto le vinieron las palabras “Dios me ama”. Ella se detuvo y gritó: “¡Dios realmente me ama!”. Se sintió llena de alegría. Fue un verdadero momento de claridad; había encontrado su camino.
Ese momento se transformó en el sendero abierto para el largo viaje de regreso al hogar. Por medio de la oración constante, ella obtuvo gradualmente su dominio sobre el abuso de las drogas, y ha llevado una vida libre, feliz y productiva durante todos los años que pasaron desde entonces.
Dios siempre nos está hablando directamente a cada uno, y cuando nuestros corazones se abren, escuchamos: “Pues yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza” (Jeremías 29:11, LBLA). Esta promesa, este don de Dios, la Mente divina, puede inspirar devoción, paciencia y sinceridad a nuestros pensamientos y oraciones. Con el respaldo del poder de Dios, esas oraciones son sumamente valiosas y poderosas. Pueden sanar y transformar vidas, elevando la consciencia humana a nuevos niveles de estabilidad.
Todos los días en mis oraciones canto una canción de alabanza a nuestro Padre-Madre Dios. Él solo es Dios, la Verdad eterna, y nada es imposible para Él.
